Gambito de dama: Cuando el tablero es la mujer

Estos contrastes en el carácter de la protagonista son interesantes porque no hay una simplificación de su mundo afectivo, más bien se ahonda en él al mostrarla como una mujer que bordea el pánico, escapando solo de a ratos mediante partidos de ajedrez contra rivales importantes y de la mano de personas que logran aceptarla como lo que es: un prodigio y una mujer que compite en un juego claramente dominado por hombres durante los años sesenta en los Estados Unidos.

La serie Gambito de dama (2020), creada por Scott Frank y Allan Scott y que puede verse en Netflix, está tan bien hecha que lo único que uno lamenta es que no se trate de una historia de la vida real, para poder seguir buscando datos sobre la trama y sus personajes. Esta producción estadounidense, basada en una novela homónima (1983) de Walter Tevis, se concentra en una joven huérfana que se convierte en un prodigio del ajedrez y lo hace mostrando una complejidad enorme al tratar varios temas delicados.

Podemos empezar con el drama de Elizabeth Harmon (Anya Taylor-Joy) -la protagonista-, quien se encuentra atrapada casi siempre entre un estado de máxima vulnerabilidad emocional producto del abandono infantil y la necesidad de ganar para “ser alguien”. La narración nos muestra esto con maestría haciendo uso de flashbacks en los que aparece la joven con su madre biológica en momentos trágicos de su infancia, los cuales se entrelazan con sucesos desesperantes en el presente, ya de jovencita, en los que debe afrontar su alcoholismo y su incapacidad para asumir su fracaso en el tablero de juego. Estos contrastes en el carácter de la protagonista son interesantes porque no hay una simplificación de su mundo afectivo, más bien se ahonda en él al mostrarla como una mujer que bordea el pánico, escapando solo de a ratos mediante partidos de ajedrez contra rivales importantes y de la mano de personas que logran aceptarla como lo que es: un prodigio y una mujer que compite en un juego claramente dominado por hombres durante los años sesenta en los Estados Unidos.

Además, parte de la belleza de la serie radica en cómo transmite las escenas de la vida sexual de la joven para continuar ejemplificando esa necesidad de ser amada y admirada que tanto conflicto le crea. El guión lo logra al hacer que la protagonista se identifique con varios jugadores de alto nivel a los que admira por su talento, para luego ilusionarse con ellos sin remedio. El sexo entonces es distante, egocéntrico, destructor o invasivo, algo que no puede ser expresado con lujuria porque no hay una vía de escape para la soledad. Harmon solo es la musa de los jugadores o la chica a la que hay que proteger de sí misma y no la mujer que asciende sobre su propia desgracia. Por eso, la serie se enfoca en su relación problemática con los hombres, la cual afortunadamente termina de forma esperanzadora, pues al final ella descubre que puede confiar en la amistad de los que la amaron a pesar del dolor causado.

En general, en los siete capítulos que dura la serie los personajes femeninos tienen un peso enorme: desde la mejor amiga de Harmon, Jolene (interpretada por Moses Ingram) hasta la madre adoptiva de la ajedrecista (a quien Marielle Heller le da vida), todas se encuentran luchando por conocer su propia identidad. De hecho, la serie hace hincapié en los discursos sobre el amor, el éxito o la existencia de esos personajes entrelazando las tramas de ellas, a través del denominador común que es la marginación. Así, Jolene es representada como otra huérfana, pero con un carácter temible dentro del orfanato; la madre biológica de Harmon es vista como una mujer con una vida trágica, pues se empeña en criar sin un hombre en una época en que era difícil para una mujer independizarse económicamente; y la madre adoptiva de Harmon no es más que otra mujer abandonada, un conflicto que la lleva, igual que a su hija, a beber.

Pero la serie también muestra la vitalidad de los años sesenta con el vestuario de Harmon y el del resto de los personajes. Es especialmente notable cómo es vestida la protagonista, con trajes ultra femeninos (vestidos, faldas o abrigos) que van variando y volviéndose más sofisticados a medida que va convirtiéndose en una mujer reconocida, pero también a medida que va compensando sus carencias afectivas con el éxito. Por eso, en la historia aparece la joven en ropa interior alcoholizada en su casa y en la escena siguiente se la ve en la mañana yendo a un partido público en una escuela, con los ojos muy maquillados, lo que hace que esos rasgos femeninos sean percibidos por el espectador como la eterna tapadera de su drama y el símbolo de lo conflictivo que ha sido convertirse en mujer bajo la mirada de todos.

Para finalizar, podemos describir la actuación de la actriz principal Anya Taylor-Joy como impactante, debido a que es capaz de expresar con su rostro cada una de las emociones contenidas de la protagonista, e incluso hacer que el espectador pueda prever con una sola mirada qué va a pasar en el tablero de juego. A esta joven intérprete se le une un elenco masculino impecable (Harry Melling, Jacob Fortune Lloyd, Thomas Brodie Sangster, entre otros) que gira entorno a ella de manera armónica, debido a que comparten la enorme sensibilidad de la protagonista en la pantalla, quien es, al final, la auténtica reina de la producción.

 

Título original: The Queen's Gambit. Creadores: Scott Frank, Allan Scott. Dirección: Scott Frank. Guion: Scott Frank. Reparto: Anya Taylor-Joy, Moses Ingram, Marielle Heller, Chloe Pirrie, Harry Melling, Jacob Fortune Lloyd, Thomas Brodie Sangster. Temporadas: 1. Episodios: 7. Año: 2020. País: Estados Unidos. Distribución: Netflix.