Crónica de un comité (1/3): Denuncia made in Chile

“-¿Tú creís que si hubiesen asesinado al hijo de un ministro lo hubiesen soltado a los dos meses y medio al asesino? Jamás, jamás. Ese tipo se pudre en la cárcel.

-O pensemos, o pensemos simplemente que si es mi hijo el que mata a Millacura”.

 Las voces congregadas en el último documental de la dupla Adriazola-Sepúlveda, sin mayores teorizaciones y apartados de una jerga judicial exuberante –desde el núcleo afectado–, reflexionan y hacen fehaciente las falencias en torno a los procesos judiciales en nuestro país. La muerte de Manuel Gutiérrez Reinoso, de 16 años, es la prueba de “un crimen que sigue en la impunidad”, luego de que el uniformado Miguel Millacura disparara en la villa Jaime Eyzaguirre de Macul durante una protesta el 25 de agosto de 2011.

Un carabinero que posteriormente quedó absuelto y que fortaleció la conformación de un comité solidario-político –bajo el nombre del joven abatido– con la finalidad única de buscar justicia frente al crimen. Así es como cobra protagonismo el núcleo familiar del asesinado, predominando su hermano discapacitado Gerson, su madre y el dirigente Miguel Fonseca en esta lucha. Una lucha que intenta desligarse de escenarios politizados; sin embargo, la mirada de la dupla realizadora es sinónimo de  discurso ideológico, social, político y manifestante de verdades incómodas en términos de los efectos que producen.

Pese a ello, las visiones están distribuidas frente a la narración del proceso vivencial, las acciones públicas y jurídicas. La cotidianidad familiar, las sensaciones y emociones inciden claramente en los pasos que se van dando en el caso. El protagonismo que va cobrando Gerson, el testigo ocular del asesinato, se va haciendo inevitable mediáticamente y la fuerza del matriarcado se hace determinante en las resoluciones que se entraman con la voz del dirigente Fonseca, quien detenta una posición más formal en esta ruta. Cuando se dice que las miradas se distribuyen es principalmente porque la “cámara-ojo” va pasando de mano en mano para registrar todos los movimientos, toda la fe vinculada a la religiosidad que los caracteriza, todos los cruces con la politiquería local –diputados, senadores, ministros (con la acentuada figura de Hinzpeter, candidatos a la presidencia– en busca de respaldo para una resolución judicial que los favorezca, y todos los cruces con otros eventos y manifestaciones sociales también claramente politizados (predominando una Camila Vallejo).

No obstante, aunque se repita con constancia el concepto de política, la senda más acentuada en el proceso, configurada en la articulación del montaje propiamente tal, su trascendencia asciende en cómo se hacen valer los derechos humanos en este país, en cómo reacciona socialmente una comunidad frente a delitos que involucra a la esfera de uniformados, y en cómo actúa el llamado “cuarto poder” frente a la visibilización u ocultamiento de la vulnerabilidad de los individuos comunes y silvestres.

Como es de esperar, la formalidad de este documental no tenía que hacerse valer desde una pulcritud y una limpieza audiovisual. Su voz y visualidad transitan muy similarmente en la forma en que se hicieron valer las ficciones de larga duración El Pejesapo y Mitómana, aquellas obras denominas por la teoría como OFNI (Objeto fílmico no identificado). Así y todo, Crónica de un comité se escribe desde la denuncia, la impunidad, las contradicciones, los incidentes en el interior del comité mismo, los cambios de perspectiva de Gerson,  y la lucha de una madre y de un sector tomado como ignorante por las altas esferas de poder en Chile.

 

Nota: 8,5/10. Título Original: Crónica de un comité. Dirección: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Producción: Carolina Adriazola. Director de fotografía: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Montaje: José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola. Duración: 100 mins. País: Chile. Año: 2014.