Historia de mi nombre (2): Road movie autobiográfico

Historia de mi nombre también quiere darle un lugar más claro a las incoherencias del pasado. Por lo mismo, este filme no busca una verdad o un nuevo porvenir, su gesto está en el mero acto de reconstruir y recordar, trazar puntos sobre un mapa, pegar recortes de álbumes familiares e históricos, para identificar el desequilibrio de una niñez protegida de los afectos más personales de los padres en relación al contexto político y social del país durante el regreso a la democracia en Chile.

El gesto de este documental es dulce y respetuoso, transmite sentimientos que se encienden lentamente durante una investigación que, se suponía, iba a ser sobre la relación del nombre de la directora con Karin Eitel, aquella exmiembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que estuvo cuatro años en cárcel después de haber sido torturada por agentes de la CNI; finalmente, Cuyul se concentra en los baches de su propia familia, que llevó en silencio el secreto de la actividad ideológica y política de los padres, la cual había ocurrido en la década del ‘80 cuando éstos se conocieron en Temuco.

En este documental autobiográfico hay cosas en común con Visión nocturna, de Carolina Moscoso (2019), además del uso experimental del archivo y el registro, cercano a procedimientos propios de la estética del video clip, está la imagen que, lejos de la narración aristotélica, arma un collage de paisajes, sonidos y voz en off, que se alternan para descubrir las precariedades y azares de la vida adulta. Muchas de estas imágenes provienen de videos familiares que la directora tomó prestado de terceros, en este sentido es también un filme producido en mayor parte a través del montaje.

El camino de Karin, sin embargo, va detrás del eslabón perdido de su infancia, el cual tiene que ver con la falta de un sentido de pertenencia que sus padres, Sergio y Yaniré, sufrieron cuando empezaron a vivir juntos. A partir del cuestionamiento que formula la voz de la directora, van apareciendo registros y archivos con los cuales es posible percibir distintas materialidades: ciertas figuras de la cotidianeidad, como celebraciones familiares y escolares, y paseos a pueblos cercanos; la multiplicación de las cámaras filmadoras en espacios domésticos y educativos; sensaciones como vivir cerca del mar, la lluvia, y viajar en auto; sentimientos personales de la niñez y la relación con los padres. Mientras tanto, dos ideas que están relacionadas con el trabajo en la tierra toman fuerza y evocan a la gran herida colectiva, casi sin aviso las imágenes de distintos cultivos de agricultores en Queilen, Chiloé, aparecen precediendo a las del trabajo para desenterrar cuerpos de detenidos desaparecidos encontrados en el desierto de Chile.

El auto, como medio de transporte para viajar en el tiempo, le entrega a la realizadora la misma confianza de antaño, durante los traslados con su familia desde el Norte al Sur. Funciona además como ensamble móvil que transporta a las cámaras que simulan los trayectos en Antofagasta y algunos en Chiloé, los mismos que una vez hizo la familia Cuyul. Esta manera de repetir y revivir su propia experiencia le da al filme la forma de un falso road movie, pero también devuelve una diferencia que aparece como una revelación reflexiva. María Paz González en Hija (2010) materializó un género relativamente nuevo en el cine contemporáneo chileno, llamado road movie autobiográfico (elaborado por el académico argentino Pablo Piedras).

Al comparar ambos documentales, se presenta la idea de que Karin, al momento de escribir Historia de mi nombre, también quiere darle un lugar más claro a las incoherencias del pasado. Por lo mismo, este filme no busca una verdad o un nuevo porvenir, su gesto está en el mero acto de reconstruir y recordar, trazar puntos sobre un mapa, pegar recortes de álbumes familiares e históricos, para identificar el desequilibrio de una niñez protegida de los afectos más personales de los padres en relación al contexto político y social del país durante el regreso a la democracia en Chile.

A grandes rasgos, el filme evoca los desplazamientos que este grupo familiar realizó durante más de diez años, los cuales aparecen como un movimiento que no es de escape, sino de gravitación en torno a un principio, un sueño que ambos progenitores compartían pero que no se atrevían (¿por miedo?) contar a sus hijos. Historia de mi nombre transcurre en una cartografía donde el tiempo pasado de los padres es puesto en relación con el presente de la directora, que desde ahí tira líneas inconclusas acerca del futuro colectivo. A una velocidad muy cuidadosa, recorre sendas que están bajo la superficie de lo conocido como real e histórico y logra llegar con gran delicadeza a la idea de que la Historia, con mayúsculas, la compartimos todos y es inevitable.

 

Título original: Historia de mi nombre. Dirección: Karin Cuyul. Guion: Karin Cuyul. Casa productora: 3 Moinhos (Brasil), Cinestación, Pequén Producciones (Chile). Producción: Joséphine Schroeder, Dominga Sotomayor, Ana Alice de Morais. Fotografía: Felipe Bello. Montaje: Nicolás Tabilo, Catalina Marín. Edición sonido: Roberto Collío. Música: Los Prehistöricos. País: Chile. Año: 2019. Duración: 78 min.