Hoy y no mañana (1): Archivo de mujeres

El documental Hoy y no mañana de Josefina Morandé comienza con el hito que marca la conformación del grupo Mujeres por la Vida: la inmolación de Sebastián Acevedo, un padre que ante el secuestro de sus hijos en 1983 por agentes de la dictadura, se quema a lo bonzo en la ciudad de Concepción. Esa es la primera imagen que Hoy y no mañana entrega, letras blancas sobre un fondo negro, una información concisa, el primer aviso de contexto es el crimen, la urgencia.

El montaje del documental consiste en recuperar a través de archivos, entrevistas, ilustraciones y recreación de escenas la fundación y principales acciones del colectivo Mujeres por la Vida, una organización que tuvo como principal característica ser un punto aglutinante entre mujeres de diferentes partidos, clases, organizaciones, pertenencias y militancias. El signo mujer ofició de pivote para una plataforma transversal que tuvo como objetivo denunciar los graves crímenes contra la humanidad que se cometían en la dictadura de Pinochet, luchar por la recuperación de la democracia, y también ampliar el significado de esta palabra y los derechos humanos, pues no pasó mucho tiempo hasta que las Mujeres por la Vida reclamaran también contra el hambre, la pobreza y la violencia en todas sus expresiones.

El principal valor del documental es el material que recupera. Más adelante insistiré en ello. La historia de Mujeres por la Vida se ha, por cierto, transmitido en la voz de sus propias protagonistas, y puede leerse a través de entrevistas, ensayos o libros que nuestro archivo chileno feminista y de mujeres se ha propuesto hilvanar en las últimas décadas. Y es que no es menor lo que estos grupos de mujeres en lucha por los derechos humanos significaron en América Latina, pues son algo así como nuestra segunda ola del feminismo. Volveré, igualmente, sobre una pequeña distinción entre mujeres y feminismo que el propio documental provee.

Las entrevistas conforman buena parte del montaje del documental. De las voces de sus protagonistas se hilvana un relato que pone de manifiesto las razones por las cuales el grupo se conforma y las motivaciones personales, políticas y colectivas que dieron forma a Mujeres por la Vida, siendo Mónica Echeverría la primera en donar la palabra. En entrevistas que tienen como escenario las casas de estas mujeres o sus actuales espacios de trabajo, se expresa un tono íntimo, que mezcla primeros y medios planos, dejando en evidencia el énfasis que tiene la voz y el recuerdo, que se combina con las imágenes de archivo. Entonces ellas o se ven en pantalla en imágenes antiguas o su voz queda registrada en off sobre la foto, el periódico o el registro audiovisual que las muestra en plena acción. Cuando la imagen falta, porque muchas de ellas se perdieron, no existieron o fueron requisadas por los agentes de seguridad de la dictadura, Morandé echa mano de la ilustración y recrea las acciones. Es interesante el gesto porque, más que una suplantación -como cuando un museo de memoria reconstruye un aparato u objeto que ya no existe-, genera una relectura, en el ojo y el lápiz (o el trazado digital) de quien escucha la historia y la muestra tal como la imagina hoy. En ello hay de por sí un trabajo de memoria.

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Mónica Echeverría abre las memorias con la historia de un chancho que fue disfrazado de Pinochet y liberado en plena calle. Siluetas de carabineros a mano alzada lo persiguen, el chancho dibujado corre, no hay registro del original, pero sí de la razón de tal acción: hay algo lúdico e irreverente en la política de estas mujeres. Hay una decisión por el sentido del humor, por ridiculizar al tirano, por vencer el miedo a punta de imaginación. Junto con Echeverría son entrevistadas muchas mujeres que han sido clave para la política y para el movimiento de mujeres en Chile, tanto en la resistencia a la dictadura, como para lo que fue el regreso a la democracia. Fanny Pollarolo, quien fuera militante del Partido Comunista; Teresa Valdés; Graciela Bórquez, militante demócrata cristiana; Patricia Verdugo, importante periodista y autora de libros sobre el régimen represivo; Mirentxu Busto, que venía desde  la organización popular Mudechi (Mujeres de Chile); María Olivia Mönckeberg; María Rozas, dirigente sindical; Lotty Rosenfeld desde las artes; Kena Lorenzini en la fotografía, entre tantas otras “que nos siguieron cada vez que decíamos vamos”, como cierra en una frase el documental, son muestra de la transversalidad política e ideológica del movimiento, que tuvo el profundo valor de articularse bajo la idea de mujeres y de vida. Y con esto muestra lo polifacético que el significante mujer porta, aquello que en determinados contextos puede ser una herramienta conservadora, en otras es una potente muestra de imaginación política. Llama la atención, por ejemplo, que cuando las protagonistas relatan las debilidades del régimen y de Pinochet, aparezca una imagen del dictador y su esposa. Hay un juego de espejos y situaciones en torno a lo que las mujeres pueden ser y significar socialmente, privadamente, políticamente.

La pregunta respecto al ser mujer cruza el documental siempre entregando matices personales. Mónica Echeverría desliza el porqué del protagonismo de las mujeres entregando una hipótesis: para la represión las mujeres son menos peligrosas. Y a ojo que observa por fuera del filme, esto, sin duda puede tener asidero, pero también es cierto que las mujeres sobrevivieron a los varones por la repartición previa de los poderes al interior de las organizaciones de izquierda. Del mismo modo en que luego muchas de las iniciativas de las mujeres y sus frentes se vieron desdibujadas o derechamente desechadas cuando la política y el orden partidario se impuso retornada la democracia. El trasfondo de Hoy y no mañana es una discusión clave para el presente y para la mirada hacia el pasado, aquella distinción que Julieta Kirkwood hizo entre “feministas y políticas”, que generó y genera disenso entre el movimiento feminista y de mujeres. Un desacuerdo necesario e ineludible que puja por encontrar articulaciones que permitan lograr un objetivo, en tiempos de la dictadura esto fue obtener la democracia en el país, en la casa y en la cama.

El archivo que Hoy y no mañana recupera es el elemento más preciado del filme. El archivo de Lotty Rosenfeld y el rescate de su potencial creativo, la fotografía de Kena Lorenzini y también la cita a documentales y registros de Pedro Chaskel y Pablo Salas, Tatiana Gaviola, Patricio Guzmán, Andrés Racz o Carmen Castillo, solo por nombrar algunos, dan cuenta de que el ensamblaje de huellas y documentos sobre el pasado reciente es una tarea inacabada que abre cada vez una historia que no ha sido contada, o que vale la pena contarla de nuevo cada vez. No es posible no inscribir este documental en esta marea de mujeres que el 2018 tuvo su propio mayo chileno, del cual Morandé acusa recibo en una de las últimas escenas del filme, donde registra y conecta en filiación y genealogía las protestas recientes con el movimiento ochentero.

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Las mujeres estaban allí y decidieron articularse bajo ese manto. Los desafíos que tuvieron que enfrentar, las tensiones internas y las multitudinarias acciones que se convocaron hacen el filme a ratos profundamente emocionante. El teatro Caupolicán lleno de mujeres, las acciones No+ y Somos+, el cuerpo puesto en la calle y trenzado, mezclado en la palabra mujer, desafiando los límites partidarios y de clase, que si bien en el filme son muchas veces mencionados, no son puntuados ni relevados como en otras historias posibles de leer en torno a Mujeres por la Vida; aquí más bien hay un ejercicio sobre la posibilidad de construir un colectivo, un nosotras contingente ante la demanda del hoy y no mañana. Emocionan imágenes que recuerdan la transversalidad, un círculo que canta “Y va a caer” entre pobladoras que cargan a sus guaguas, militantes, escritoras como Diamela Eltit y la poeta Carmen Berenguer. Emociona Carmen Gloria Quintana llevando la silueta negra de Rodrigo Rojas en la acción “No me olvides” que fue una de las últimas que realizara la organización previa vuelta a la democracia. Siluetas negras que seguían viviendo la represión y el destrozo, que intentaban pintar el duelo en la calle, una silueta que Carmen Gloria defiende, que se rompe por la intervención de un carabinero, ella recoge la esquina rota de cartón con su cuerpo como muestra patente del horror y su admirable resistencia.

Hoy y no mañana ensaya un gesto particular: desafiar los adjetivos que han cruzado y delineado lo femenino. Muestra que lo afectivo puede ser político y no solo un rasgo “blando” del “ser mujer”, que frente a un gran desafío político se podía probar una forma diferente de hacer política que buscaba la transversalidad. Que se apropiaba del humor e incluso del privilegio: las mujeres hacían uso de sus mejores ropas, de su pertenencia social y de clase para mostrar lo que de otro modo no se podía. Sin olvidar el empuje y la fuerza de las pobladoras, de lo que permitía la resistencia de las ollas comunes como foco de lucha, las organizaciones feministas o la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD). Porque Mujeres por la Vida no fue propiamente una organización feminista y aquí un detalle que las voces de las protagonistas también enfatizan: fue en el proceso que encontraron la conciencia de género, que observaron la diferencia entre hombres y mujeres en los partidos, y en el propio espacio privado. Y luego esa experiencia de la política y del ser mujer se vivió de distintas maneras, ya sea sumándose al ordenamiento institucional de la transición o siendo críticas de él.

“Para que no me olvides” dice insistentemente el coro de la canción que cierra el documental y musicaliza los créditos. Ese no me olvides vale tanto para los cuerpos desaparecidos como para las militantes de la lucha por la democracia. Vale para entender la necesidad de una memoria feminista, una memoria y archivo de mujeres, cuando la historia que vino después, el proyecto que ganó, es aquel que privilegia la vorágine de lo nuevo. No hay que dejar de inventar, pero hay que retomar y reanudar el hilo.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Hoy y no mañana. Dirección: Josefina Morandé R-T. Producción Ejecutiva: Consuelo Castillo. Guión: Josefina Morandé. Asesora de guión: Carmen Castillo. Fotografía: Fernando Navarro, Josefina Morandé, Arleen Moreno, Guillermo González, Pablo Ávila. Montaje: Josefina Morandé. Música: Catalina Claro. Animación: Estudio LIV. Post de Sonido: Mario Díaz. Post de Imagen: Diáspora. País: Chile. Año: 2018. Duración: 78 min. Distribución: Miradoc.