La telenovela errante (1): Espectros de Ruiz

En 1990 Raúl Ruiz estuvo en Chile rodando un material que quedó inconcluso, que estuvo perdido y disperso y que recién el año pasado luego de gestiones de Valeria Sarmiento y la productora Poetastros pudo estrenarse, en el marco del Festival de cine de Locarno. La producción de esos años congregó a un grupo de actores televisivos para elaborar varias viñetas de lo que sería la visión de Ruiz de un país recién reestrenando democracia, preocupado de su imagen en el reestablecimiento de funciones diplomáticas, económicas y culturales, a la vez que con la puesta en rodaje de la transición con el segundo gobierno democratacristiano en la historia y el primero de la Concertación. Una época inestable, variada, pensada entre la ruptura y la continuidad con los pasados -el reciente dictatorial y el pretérito socialista- cargada de fenómenos de mercado y de demandas morales que estaban abiertos a posibles futuros en medio de ese presente promisorio y debatible.

La noción o intuición de Ruiz lo hizo alegorizar ese momento en esta metatelenovela que tanto es una parodia a las teleseries de principios de los noventa -años de “la guerra de las teleseries” entre los canales 13 y TVN- como un rastreo del estado de la situación en el país y su particular lengua cotidiana, ambas “envasadas” en un formato y una mirada idiosincrática a primera vista sencilla pero con varios niveles de interpretación. La película se estructura en siete días, con siete títulos, algunos con una, dos o varias breves líneas narrativas que van esbozando el tramado general: internamente esas secuencias son las teleseries que representan la realidad del país pero que son vistas -literalmente mediante aparatos de televisión- por los personajes de las otras. Incluso se comentan entre ellas o participan unas de otras, todos estos folletines audiovisuales son parte y componen la totalidad de la telenovela nacional, una gran telenovela errante.

Los personajes elaboran una flora y fauna de seres bizarros, estereotipos y reducciones al absurdo que, como casi siempre en Ruiz, elaboran más discursos que acciones, a la vez que su discurso es fragmentario, implícito, disgregado, contradictorio o socarrón. Las situaciones pueden comenzar relativamente reconocibles pero se van enrareciendo de acuerdo van discurriendo los personajes en sus dichos y acaban tan de pronto como han empezado; es como hacer zapping por los canales de TV abierta, o parecido a ver cualquier capítulo de una telenovela de la que no se sabe nada de la trama. Hay algo inestable, líquido, espectral en todo el armado y en cada pieza del conjunto. Por otra parte, la película no está demostrando nada nuevo que Ruiz no haya hecho antes o después de La telenovela errante.

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Podemos entonces pensar en continuidades del Ruiz que filma en Chile, ya sea pre-73, circa 1990 o post noventas. Se puede entender a esta película como una corporización del folletín que seguía la protagonista de Palomita blanca y que formaba parte estructural de su relato fílmico: la vida nacional descrita como un prisma espectacular donde todos son autoconscientes de que los están mirando. Aunque ese elemento no aparece solo, ya notamos la importancia del lenguaje. El habla chilena es eje fundamental de la filmografía de Ruiz, al menos de la chilena. Igual que el aire esperpéntico con que se la encarna: los personajes no solo remiten a los de otras películas -partiendo por el uso de actores recurrentes en varios films- también cierto tono en la ambientación, locación, manera de actuar y, por supuesto, uso de la voz y el registro oral. La telenovela errante es como una serie encadenada de tópicos que se vieron en las primeras cintas de Ruiz, como el bar, las borracheras, las calles, los autos, el deambular, los encuentros casuales, los desencuentros forzosos, las situaciones de presión entre un personaje y otro, los malentendidos y los desentendidos. Y por cierto, la política, ya sean las pullas a la izquierda, los tropiezos femeninos o las competencias masculinas, están presentes todo el tiempo. Porque el tiempo es un componente esencial del cine de Ruiz, es como su contrincante: mientras pasa transcurre la vida, sin sentido, hacia ningún lado, tal vez en dirección al infierno -personal y de los otros-, o tal vez el infierno ya este acá y sus habitantes solo den vueltas en círculos.

La película hoy dice tanto como pudo haber dicho en su momento si se hubiese estrenado, solo que ahora tenemos la ventaja de haber visto más Ruiz y percibir cómo nos adecuamos a su mirada. Podemos pensar hasta en lo paradojal y chamánico de que los personajes de La telenovela errante vean teleseries turcas, al parecer tanto ayer como hoy hay algo inamovible o mítico en nuestra realidad, una realidad espectral donde el tiempo hace convivir vivos y muertos, todos en trance de ir y volver entre un mundo y otro, del infierno al purgatorio. Lo nuevo solo está en el cambio de medio, la oralidad pervive en la imagen catódica.

Mientras más películas suyas veo, más ruiziano me parece el cine chileno, especialmente el actual. Que Valeria Sarmiento firme la coautoría de 2017 también se puede entender como que Ruiz camina con ella: le habrá podido dar un orden, en siete días más un prólogo y epílogo del making of (que existe: Exote, de Pablo Martínez) -donde se escucha al director decir “Acción” y “Se terminó la película”- que historizan la ficción fabuladora, pero el semblante de Ruiz es ahora tan familiar y su figura autoral tan inconmensurable que se puede llegar a decir que, ya sea gente del mundo del cine o simples espectadores, todos le debemos algo.

 

Nota: 9/10

Título original: La telenovela errante. Dirección: Raúl Ruiz, Valeria Sarmiento. Guión: Raúl Ruiz. Producción ejecutiva: Raúl Ruiz, Leo Kocking, Chamila Rodríguez. Producción: Andrés Racz. Producción general: Karin Unger. Fotografía: Leo Kocking, Héctor Ríos. Montaje: Galut Alarcón. Sonido: Felipe Zabala. Maquillaje: Constanza Racz. Reparto: Luis Alarcón, Patricia Rivadeneira, Francisco Reyes, Consuelo Castillo, Roberto Poblete, Liliana García, Mauricio Pesutic, Leticia Garrido, Marcial Edwards, Fernando Bordeu, María Erica Ramos, Carlos Matamala, Marcela Arroyave, Mario Lorca, Tahía Gómez, Roberto Chignoli, Francisco Moraga, Pamela Fernández, Javier Maldonado, Maricarmen Arrigorriaga, Luis Vera. País: Chile. Año: 1990-2017. Duración: 80 min.