Editorial: Las políticas de la crítica (Rojas, Fisher, Escobar)

Frente a un presente complejo, estos textos obligan a pensar las categorías con que se lo piensa, así también la forma de la crítica que le debe hacer frente. Hoy, en un momento de “captura libidinal” neoliberal, ejercer así un proyecto de escritura es una manera de proponer un stop a la escritura burocrática, pero también a la ingenuidad de una “hoja cero” de la interpretación crítica (proponiendo, así, estándares de rigor), una forma de resistir.

“Hay que aprender a enfrentar la incertidumbre, puesto que vivimos una época cambiante donde los valores son ambivalentes, donde todo está ligado".

Edgar Morin

 

En tiempos de crisis, la necesidad de pensar la crítica, una vez más. Se trata de un tiempo de agotamientos, de recomienzos, de pensar nuevas estrategias, lejos de toda “catedral del juicio”. Necesidad de re-situar radicalmente el lugar de la crítica, apuntando a un pensamiento conectado y complejo con el presente, donde quiera que eso suceda. Tres libros recientes me hacen pensar en cuál es nuestro tiempo, en el marco de diversas crisis de sentido -del tiempo, de lo humano, del capitalismo o del arte. ¿Cuál será la fisiognomía de estas transformaciones? ¿Y de qué modo situar un “no va más” a determinadas naturalizaciones del sentido?

El fin de los tiempos. El ensayo Tiempo sin desenlace (Sangría, 2020) de Sergio Rojas se aventura a pensar el fin, el fin de una época, el fin de una subjetividad, el agotamiento de las narrativas, el padecer de una Historia irrecuperable. Como en su ensayo anterior El arte agotado (2012), la fascinación que ejerce en el autor un tiempo de la finitud y el diálogo con la filosofía moderna del siglo XX da luces sobre una época devenida nihilista, mientras imágenes como el cine de zombies de George Romero, la distopía sexual de Houellebecq o el cristianismo de Tolkien sirven como hilo conductor y trazo para distinguir el tiempo de lo que se acaba y el paisaje post-histórico de un mundo sin certezas. El tiempo del fin, nos parece decir el ensayo del filósofo chileno, es el tiempo de su propia demora, aquel que aparece en el paisaje de la ruina, en el exceso de la materialidad, el cuerpo y la sensación desolada de un presente del cual no podemos imaginar un “después”. Un umbral, del cual el libro del filósofo sería algo así como su pliegue interno. Una suerte de lugar residual, donde el texto postula un posible habitar crítico, mientras un paisaje completo de certezas se derrumba.

En los límites de lo humano. Desde hace un tiempo los textos de Mark Fisher vienen circulando en la conversación académica y crítica, estos adquirieron particular peso luego de su fallecimiento el año 2017, y hoy viven una particular “moda” bien transversal y no sin recepciones desfiguradas a veces algo convenientes. Proveniente de una mezcla de activismo blogger con reflexión filosófica, su forma de escritura y modo de aproximarse a la cultura contemporánea es ecléctica, ahí donde series de televisión, literatura, pensamiento filosófico o música electrónica pueden combinarse libremente en una suerte de lectura sintomática de lo que llamó el “realismo capitalista”. Su más reciente publicación en español K-Punk volumen 3 (Caja Negra, 2021) reúne escritos, posteos, entrevistas donde, una vez más, es posible sumergirse en un universo singular de asociaciones, conectadas y tramadas en una suerte de pensamiento colectivo y de época. Se da presencia acá a una determinada urgencia para activar una determinada posición crítica equidistante tanto de lo que llama “culpa de izquierda” como el pensamiento posmoderno francés. En una operación que tiene como su referente a Fredric Jameson, Fisher visualiza el círculo vicioso entre capitalismo, mercado y formas de imaginación, para pensar llaves de salida: un cyborg afectivo con un pie en Spinoza y otro en Lovecraft; una reposición del problema de “clase” en el marco de la culpa identitaria; la estrategia “hauntológica” respecto a la ruina y los espacios que proyectan otros pasados y futuros posibles; la cuestión “red neuronal” en un enganche cyberpunk; una asociación con determinados “nuevos materialismos” post-humanos y tecnológicos; la potencia política de lo contracultural desde lo que llama “comunismo ácido”.... Mientras el “realismo capitalista” presentaba la idea de las formas de naturalización de un real que se proponía a sí mismo como única salida posible, estas “políticas de lo real” afloran como formas de desnaturalización y extrañamiento para posibilitar unas nuevas formas de imaginación en el límite y desborde de “lo humano”.

Una imaginación performativa. Por su parte Aura Latente (Tinta Limón, 2021) del crítico paraguayo Ticio Escobar pareciera situar otro modelo. Acá se trataría menos del “realismo capitalista” como sistema opresor, vampírico; así tampoco de un duelo extendido del sujeto de la modernidad. La estrategia de Escobar toma de los espacios de arte/ sociedad/ cultura/ política la especificidad situacional -una y cada vez- de un contexto específico: el latinoamericano. Su pregunta central, de cuño Benjaminiano, es precisamente la “latencia” de la experiencia artística en las formas del cruce insólito y la forma de imaginación social que las crea. Así, las ideas de “arte popular”, “arte indígena”, “arte activista” o “arte ilustrado” se conectan de forma productiva en su planteamiento más para desviar sus trayectos iniciales y discutir los enfoques supuestos de su epocalidad. Hay, en la escritura del texto de Escobar, una suerte de “promesa performativa”, entendida como exceso, contingencia, presente, posibilidad, un “movimiento crítico” que inhabilita los grandes sentidos de inscripción, para ponerlos entre paréntesis, desviarlos, pervertirlos y redibujarlos, hacia un pensamiento vivo y políticamente productivo. Se trataría así de algo que existe “entre” las prácticas, los lenguajes, las circulaciones, los contextos, los itinerarios simbólicos y las trayectorias culturales.

La promesa de la escritura. Elegí estos tres textos (podrían haber sido otros) como ejemplos de torsiones del lenguaje para salir de determinados “estándares” comunicativos, y que se acercan, sin ser académicos, a un espacio de reflexión densa desde un ensayo crítico y deseante. Frente a un presente complejo, estos textos obligan a pensar las categorías con que se lo piensa, así también la forma de la crítica que le debe hacer frente. Hoy, en una lucha contra la “captura libidinal” neoliberal, ejercer un proyecto de escritura es una manera de proponer un stop a la escritura burocrática, pero también a la ingenuidad de una “hoja cero” de la interpretación crítica (proponiendo estándares de rigor), una forma de resistir. Anclar la crítica entonces a su presente epocal, su historicidad, cuestionando toda agenda retardataria, se vuelve así una exigencia y una nueva forma de avanzar críticamente hacia un futuro que está sucediendo ahora mismo. En definitiva, una crítica comprometida con su presente.