Editorial: Momento constituyente, imágenes parlantes

Me preguntaba ¿cómo sería el cine que hiciera justicia a este nuevo reparto del poder? ¿quiénes debían tomar las cámaras? ¿qué narrativas debían primar? ¿cómo se construiría una nueva geografía audiovisual? Concebía imágenes destellantes, reflexivas, cívicas, orientadas a la interpelación de espectadores activos, ofrecidas como archivos, montajes y nuevas exploraciones del sentido, siendo ellas mismas parte de la discusión política de carácter vivo, experiencial. Imaginaba colectivos regionales, o barriales, desarrollando lógicas diversas de desarrollo: desde el documental de registro al remontaje experimental. Imaginaba diversidades, feminismos, trabajadores, pueblos originarios, profesores, estudiantes...    

El pasado domingo 17 de Mayo se empezó a cerrar un ciclo que comenzó en Octubre del 2019. No es necesario insistir en lo que todos conocemos, pero el panorama político chileno ha cambiado, concebido esto tanto como un “sismo” para la vieja política, como la materialización de nuevos horizontes posibles al momento de escribir y concebir la Nueva constitución que dejará atrás (al fin) el legado de la dictadura pinochetista. Esta nueva constitución será escrita por un grupo humano compuesto por mujeres y hombres en paridad, representantes de pueblos originarios, ciudadanos independientes movilizados contra el neoliberalismo y representantes de diferentes movimientos sociales, así también, con parte de los dinosaurios de la vieja política. Donde quiera que lo pensemos, el panorama es favorable respecto a una dimensión progresista y democrática que avance hacia una constitución que asegure derechos sociales elementales.

Cultural y socialmente, las olas y pliegues se remontan tanto a la historia de las últimas tres décadas de neoliberalismo, y un aceleramiento de los movimientos sociales en el marco de la última década inaugurada con la masiva protesta pública por una “educación gratuita y de calidad” el 2011, la que dejó una marca definitiva en el movimiento que estallara el 2019.

En este blog hemos querido ser parte de una escritura crítica que acompañe el momento de la revuelta: dedicamos una serie de columnas llamadas “La invención & la herencia” en la cual buscamos pensar el rol del cine en este nuevo momento de la revuelta social. Así también, retrospectivamente, creo que es importante señalar en el ciclo 2012-2020 que la pregunta por lo político en el cine documental y ficción chileno no ha dejado de ser una constante en nuestra perspectiva de trabajo. Sin embargo, este momento exige otra posición.

Cabe, pensar, entonces, ¿qué pasos seguir?

Imaginé esta columna como una columna-ficción donde, utópicamente, nuevos movimientos cinematográficos “inventaban” nuevas imágenes a la luz del nuevo momento constituyente. Me preguntaba ¿cómo sería el cine que hiciera justicia a este nuevo reparto del poder? ¿quiénes debían tomar las cámaras? ¿qué narrativas debían primar? ¿cómo se construiría una nueva geografía audiovisual? Concebía imágenes destellantes, reflexivas, cívicas, orientadas a la interpelación de espectadores activos, ofrecidas como archivos, montajes y nuevas exploraciones del sentido, siendo ellas mismas parte de la discusión política de carácter vivo, experiencial. Imaginaba colectivos regionales, o barriales, desarrollando lógicas diversas de desarrollo: desde el documental de registro al remontaje experimental. Imaginaba diversidades, feminismos, trabajadores, pueblos originarios, profesores, estudiantes... A diferencia de las imágenes del estallido, estas nuevas imágenes sostenían una imaginación histórica y coyuntural sobre lo constituyente, lo que debía formar parte del debate social sobre el nuevo país, un país que encontraba la puerta de salida al neoliberalismo y, por fin, tomaba el toro por las astas para construir su mayoría de edad cívica. Se trataba ya no sólo de imágenes negativas, destituyentes o melancólicas, si no de imágenes que aceleraban, y buscaban pensar desde el presente un futuro posible. Se trataba de imágenes parlantes, tomas de palabras, conjuntos y subconjuntos que se confundían en sonoridades, multitonos, que obligaban a salir de una lógica unitaria para posicionarse en un oído múltiple y de muchos niveles.

Este momento de inspiración se me cortó abruptamente, al pensar que nuevas estrategias desde parte de la “vieja política”: coimas, chantajes, generación de miedo, movimientos obscuros de bots y sujetos armados en alianza con fuerzas militares, diarios con “fake news” sobre el proceso, paros de transportistas, caídas de la bolsa, etc. Nuevamente ahí: los montajes, los desmontajes, el simulacro, el engaño como lógica general compositiva de las imágenes.  

También me ensombrecí, comparando este momento afirmativo de un ¿populismo cívico? En el reloj político global -auge y caída de progresismos en Europa, nuevas violencias en Colombia, genocidio fascista en Brasil, cierto clima de desazón social político en países latinoamericanos, la guerra del Estado de Israel contra Palestina- como en otros momentos de la Historia global, “nuestro momento” llega tarde o anacrónicamente a ser el destello fulgurante de algo que parecía imposible. Ayer: la posibilidad de un revolución socialista elegida democráticamente. Hoy: la posibilidad que “el pueblo” decida su propia constitución, tras una alargada trampa burocrática de partidos. ¿Se repite la historia como un ciclo sin fin? ¿o una y cada vez tenemos, como en El día de la Marmota, la posibilidad de empezar todo de nuevo de una forma cada vez nueva? ¿qué define nuestra contingencia?

Como blog de crítica de cine, no podemos dejar de pensar en que rol nos conmina a ocupar en este momento. La invitación es a pensar ello, saliendo del espacio de lo ya conocido para habitar en la incertidumbre los lugares que la escritura pueda abrir para pensar “con” y “entre” las imágenes nuevas formas de implicación cívica.

 

 

**Imagen de portada: Detalle de Los hablantes (2016) Verónica Berger