Cine en cuarentena (22): La mujer de los perros y MS Slavic 7. La imposibilidad de una mesa para la creatividad de dos mujeres

Existe un tipo de cine que podríamos tipificar como autorreflexivo que logra desafiar la gramática y transmitir sensualidad al mismo tiempo en que se piensa sobre la capacidad de emitir tales vibraciones. Es el caso de dos películas (ambas en Mubi) que comparten dirección con sus actrices principales: La mujer de los perros (2015), de Laura Citarelli y Verónica Llinás, y MS Slavic 7 (2019), de Sofia Bohdanowicz y Deragh Campbell.

Los cuerpos vivientes han sido filmados en el cine de ficción en un amplio rango de géneros que va desde el drama pasando por el porno hasta llegar al terror, de esta manera lo sensual y la libido han salido de la pantalla donde se mezclan en otros flujos que añaden intensidades como el afecto, la timidez o el miedo. Sin embargo, existe un tipo de cine que podríamos tipificar como autorreflexivo que logra desafiar la gramática y transmitir sensualidad al mismo tiempo en que se piensa sobre la capacidad de emitir tales vibraciones. Este es el caso de la película La mujer de los perros (2015), de Laura Citarelli y Verónica Llinás, donde esta última encarna junto a una pandilla de perros, los suyos, a una mujer que se ha ido a vivir en los márgenes de una ciudad actual como es Buenos Aires, en un extraño confinamiento a la intemperie donde recolecta cosas que fueron dejadas por otres para armar su propia vida y subsistir en una choza que va tomando forma a medida que pasan las estaciones del año, que son el único hilo conductor visible que este filme tiene.

¿Por qué vive así? Esa no es la pregunta que esta película responde, sino que más bien cómo vive, y en esa demostración aparece la mujer de los perros cuyo nombre no conocemos, puesto que el montaje tomó la decisión de excluir cualquier expresión oral por parte de ella, y de esta manera, es su cuerpo en comunicación con los perros y el entorno lo que queda en el centro de atención del filme. Su oralidad es reemplazada por su pensamiento, como dice Giorgi “la mujer sin lenguaje piensa casi todo el tiempo”[1] además de recolectar, construir, cocinar, plantar y sobrevivir. No es muda, que quede claro, es simplemente que este filme resolvió que su protagonista forma parte de una comunidad humano-animal, que propone un estilo de vida aprendido puesto que suponemos no ha vivido siempre así, sino que en algún momento de su vida aceptó desplazarse hacia un nuevo espacio que parece impensable para la sociedad pero que, de todas maneras, aparece habitado con un sistema de sustentabilidad basado en el reciclaje de desechos urbanos.

Sin embargo, repetir las preguntas ¿cómo llegó ahí? y ¿por qué no nos habla? me permiten pensar que la mujer de los perros está en la cumbre de un estudio acerca de su estilo de vida, una experiencia como la que tuvo Dian Fossey con las comunidades de gorilas en Ruanda, pero sin la tradicional “mesa de disección” o mural donde hacer la visualización de sus datos, y sin el lenguaje que nomina y clasifica la experiencia científica o estética. Estos elementos ausentes me permiten hacer un puente hacia otra película que comparte codirección con la actriz protagónica y que también está en Mubi: MS Slavic 7 (2019) de Sofia Bohdanowicz y Deragh Campbell. Bohdanowicz, además de ser una directora que ha ganado cierto reconocimiento por películas como La maison du bonheur (2017), también es bisnieta de Zofia Bohdanowiczowa, poeta y escritora polaca de la primera mitad del siglo XX.

La historia muestra un montaje que intercala el tiempo presente con un tiempo pasado. En el actual aparece Audrey, una mujer joven que se instala en Boston para ir a la biblioteca Houghton de Harvard, e iniciar una indagación de las cartas que su bisabuela escribió en prosa mientras vivía en un campamento en Gales durante la época de posguerra, y de las cuales heredó los derechos de editora ejecutiva. La música que la directora eligió para esta película es un adagio de Bach, cuyo órgano evoca alguna sala de música sacra, y que acompaña el estilo de vida de Audrey de una austeridad propia de la clase culta. La habitación del hotel donde se hospeda es blanca, minimalista y muy ordenada, sobre la cama tiende su bolso de cuero lleno de ropa de algodón que guarda en el closet, libros académicos y una botella de vino tinto que deja cerca de la cafetera que está sobre el escritorio. Su hábitat es higiénico, muy distinto al de la mujer de los perros, pero a medida que abre los archivos de la biblioteca -cuyo guardián es celoso- va acumulando textos de las transcripciones de las cartas -que por cierto son los auténticos- del polaco al inglés y sus propios apuntes, con ellos sobre la mesa se va constituyendo el deseo de Audrey.

Sobre otra mesa, la de un restaurante, logra zurcir en voz alta dos monólogos que presentan el proceso cognitivo que el personaje intenta transformar en una investigación impresa en torno a la carta como objeto específico, “que viaja y se entrega”, y la capacidad de este medio en intensificar la transmisión de un deseo “desconsoladamente desesperado” que se dice por escrito, una y otra vez, hasta transformarse en un conocimiento que se revela ante ella como el amor fantástico que su antepasado había registrado para un conocido poeta polaco. En los segmentos que muestran el pasado, Audrey está en la celebración de los sesenta años de matrimonio de los abuelos de la familia, y se encuentra con Anya, quien, por motivos desconocidos, juega el rol de juez cultural sobre qué es lo interesante y no de publicar.

El desorden como símbolo del trabajo que estas mujeres realizan es también el gesto que se observa en las estructuras de estas películas, en el sentido de que disponen las cosas en un nuevo orden y, por lo mismo, tienen una acogida que las restringe de los canales masivos de distribución cinematográfica. Ambas protagonistas, así como las directoras, están lejos del lugar común, entonces, la imposibilidad de un lugar real para producir aparece en el centro de sus conflictos. Sin embargo, este impedimento es mucho menos explícito en La mujer de los perros, cuyo personaje exhibe una consistencia en su cuerpo y comportamiento que da señales de que su situación no le produce angustia alguna, desde el inicio de la película ella muestra una estabilidad loable. Por otro lado, la situación de Audrey en MS Slavic 7 es distinta, ya que la exploración que inicia se le hace cuesta arriba al enterarse del lío que su tía ha hecho con los derechos que le habían sido cedidos, después de eso, su lugar de trabajo pasa de ser la mesa de la biblioteca a la cama del hotel. El plano de su cuerpo desnudo y dormido bajo las sábanas cubiertas de papeles desordenados es la imagen de una investigadora sin mesa de disección, sin embargo, a partir de esa pérdida Audrey comienza a dejar atrás la notoria fragilidad que vibra durante la primera parte de la película.

 

La mujer de los perros. Dirección y guion: Laura Citarella y Verónica Llinás. Fotografía: Soledad Rodríguez. Montaje: Ignacio Masllorens. Reparto: Verónica Llinás Juliana Muras, Germán de Silva, Juana Zala. Año: 2015. País: Argentina. Duración: 98 min.

MS Slavic 7. Dirección, guion y montaje: Sofia Bohdanowicz y Deragh Campbell. Fotografía: Sofia Bohdanowicz. Reparto: Deragh Campbell, Aaron Danby, Elizabeth Rucker, Mariusz Sibiga. Año: 2019. País: Canadá. Duración: 65 min.


[1] Gabriel Giorgi, Precariedad animal. Revista Boca de Sapo 21.pág. 50-55. Era digital, año XVII, Abril 2016. [ANIMALIDAD] http://www.bocadesapo.com.ar/biblioteca/prearticulos/n21/giorgi.pdf