Cine en cuarentena (8): Tishe! Ventanas y hoyos

Tishe! bordea el documental observacional e incorpora elementos que tienden a la comedia. El uso de la cámara rápida es casi constante: ciertas acciones como el trabajo de los obreros se harían pesadas a 24 cuadros por segundo, y esto sería un problema para el tono nada solemne que la película plantea. A propósito del tono, la cámara rápida recuerda al cine primitivo, cuando se filmaba a 16 cuadros por segundo pero el proyector reproducía a mayor velocidad. Kossavosky hace de aquella circunstancia un recurso consciente, e incluso incorpora a la banda sonora un piano que remite a los filmes de Chaplin.

Después de varias semanas de confinamiento, las casas se transforman. Aparecen nuevos rincones. Los espacios se resignifican por su uso exacerbado: cambiar los muebles de posición, encontrar nuevas manchas en el techo de mi pieza y, por sobre todo, mirar por largo rato las ventanas. Las ventanas permiten una distancia que casi nos obliga a viajar por medio de la mirada. La mejor ventana de mi casa está en el comedor. Mi edificio está en un cerro y esa ventana da hacia la costa. En primer término se ve el patio del edificio (vivo en un primer piso) en donde hay árboles y arbustos. Cada cierto tiempo no es raro ver a un chincol posarse en alguna ramita. Más allá, se puede ver el mar y los buques que aún funcionan. Hay tres rojos y dos azules -puede que haya más- pero hay una porción de mar que no puedo ver a causa de los árboles. En último término, el puerto de Valparaíso. A esta distancia apenas se pueden reconocer las casas y los cerros. Más bien parece el lomo de un reptil. Debido a la cuarentena y la ausencia de tránsito puedo escuchar más claramente a los pájaros, el viento entre las hojas e incluso las olas.

Pensé en películas con ventanas: Rear Window (La ventana indiscreta) de Alfred Hitchcock, los diarios de David Perlov, 24 frames de Abbas Kiarostami (su film póstumo), El otro día de Ignacio Agüero. Recordé que hace algunos años alguien -con quién solo me crucé una vez- me contó sobre una película cuya premisa me había gustado: un director de cine filma desde su ventana la pavimentación de un hoyo que está al frente de su calle. A partir de allí la película se abre hacia el comportamiento del mundo desde su ventana, todo en relación a la convivencia e interacción con el socavón.

El nombre de la película me lo dijeron, pero no lo anoté y lo olvidé. El título de la película se volvió un enigma. De forma muy vaga busqué en google: “película sobre hoyo en la calle”. Me aparecieron muchísimas reseñas sobre una película española que está medio de moda: El hoyo. La había visto hace poco con mi familia, después de cenar (una mala idea, los que la vieron entenderán). Al igual que la misteriosa película que estaba buscando, El hoyo también trata sobre un vacío, un socavón. Pero el tema está abordado de una forma radicalmente diferente. En este caso es una alegoría del sistema de clases: el hoyo es una estructura de más de 200 pisos que tiene una plataforma con un abundante buffet que baja desde el primer hasta el último piso. Un ejercicio de denuncia social -en clave de thriller psicológico que bordea el gore- que intenta explicar cómo es el comportamiento humano cuando existe una estructura jerárquica, los de arriba tienen más comida y se atragantan, mientras que los de abajo se quedan sin nada teniendo que matarse los unos a los otros.

El problema con El hoyo es que todo se trata de explicar cosas, no de mostrarlas; el hoyo es una metáfora de la sociedad capitalista que no tiene nada que mostrar más allá de su propia alegoría. Cuando son redundantes, las alegorías se vuelven obvias y predecibles, puesto que se conforman con reproducir el funcionamiento del mundo (un conocido me dijo que Parasite podría ser otro ejemplo).

Hice otra búsqueda igual de vergonzosa que la primera: “Window + sinkhole + film”.

Era inevitable que La ventana indiscreta fuera el resultado de esa brutal ecuación de google. El yeso de Jeff (James Stewart) hoy en día podría ser el coronavirus y nosotros la encarnación de Jeff. Quizás la diferencia es una cuestión tecnológica, Jeff cuenta con su cámara y sus teleobjetivos para mirar a través de la ventana y espiar a sus vecinos. Nosotros espiamos a nuestros vecinos a través de las redes sociales. Miramos, también, a través de ventanas virtuales.

Después de buscar la película sin éxito, se me ocurrió preguntarle a algún amigo. Bastó con el primer intento. Tishé! de Victor Kossakovsky. No conocía al director. La película es del 2003, está hecha por un ruso y “Tishé” significa “silencio”. 

El exterior de la ventana de Kossakovsky es bastante urbana y parece una puesta escena por el uso del color. La fachada de un edificio amarillo, en el borde superior izquierdo; más adelante, una señal de tránsito, mezcla de azul, rojo y blanco. Una calle paralela, a la derecha del cuadro, conecta con la calle principal en donde está el protagonista de la película: el hoyo. Es el paso del tiempo -el día a día de las incansables reparaciones necesarias para que el hoyo deje de causar problemas de fuga- lo que estructura la película.

Tishe! bordea el documental observacional e incorpora elementos que tienden a la comedia. El uso de la cámara rápida es casi constante: ciertas acciones como el trabajo de los obreros se harían pesadas a 24 cuadros por segundo, y esto sería un problema para el tono nada solemne que la película plantea. A propósito del tono, la cámara rápida recuerda al cine primitivo, cuando se filmaba a 16 cuadros por segundo pero el proyector reproducía a mayor velocidad. Kossavosky hace de aquella circunstancia un recurso consciente, e incluso incorpora a la banda sonora un piano que remite a los filmes de Chaplin.

El paso del tiempo en Tishe! demuestra como un fragmento del mundo muta inevitablemente; no es lo mismo ver el vecindario en otoño que en invierno (en Rusia al menos hay nieve) y así, por contraste, la película encuentra algunos momentos privilegiados. Kossavosky -al igual que Jeff de La ventana indiscreta- precisa de lentes teleobjetivos para poder acercarse al vecindario. Para ver las hojas que se mueven elípticamente en el otoño. Un joven parado con un ramo de flores a la luz del sol esperando a que salga la chica que le gusta. La pareja que juega debajo de una lluvia torrencial en la calle paralela.

Quizás el momento más evidente de nuevas formas de ver un espacio es cuando -durante una noche de lluvia torrencial- la cámara hace un zoom sobre un hombre (bastante misterioso) que desaparece por la calle paralela. La cámara hace un paneo hacia la derecha, vemos la lluvia caer sobre la calle. Nuevamente otro zoom in hacia la calle, hasta que de pronto, aparece una anciana que se protege de la lluvia con una bolsa. La cámara la sigue en un paneo hacia la izquierda. La cámara la abandona cuando se encuentra con la cloaca del edificio amarillo, la cual expulsa grandes cantidades de agua. La cámara hace un tilt down, se encuentra con el hoyo. Finalmente hace un paneo hacia la derecha hasta que se encuentra con lo que parece la señal de tránsito. Corte. Es de día, hay sol. Es un plano general de la calle, están nuevamente trabajando en el hoyo.

Entre estos dos planos se revela en qué consiste la posibilidad y la forma de observar un espacio. El close-up con paneos es de noche, durante una lluvia torrencial. El espacio se fragmenta y se enrarece cuando se ven porciones demasiado cercanas, y así se percibe el detalle del detalle; podemos percibir los “gestos” del vecindario como pequeños fenómenos.

Quiero retomar un último detalle. La anciana del vecindario que se anima a enfrentar a los obreros del hoyo -que estuvieron trabajando durante toda la película- les hace un gesto de silencio. De ahí el título de la película. Por mi parte estuve muy atento a las incontables peripecias que producía el hoyo. No había pensado en lo molesto que debía ser para el vecindario el largo tiempo que demoraron las construcciones. Victor Kossavosky al menos pudo hacer de estos accidentes la producción de una película desde su ventana.  

 

Título original: Tishe! Dirección: Victor Kossakovsky. País: Rusia. Año: 2003. Duración: 80 min.