Diálogos exiliados (49): La telenovela errante (1990 y 2017)

A principios de 1990, Raúl Ruiz llega a Chile y sorpresivamente comienza a rodar su primera película en el país, en 17 años. La energía y efervescencia desplegadas durante la filmación —magníficamente captadas por el documental Exote, de Pablo Martínez— refuerza la enigmática premisa imaginada por el realizador: la idea de un país cuyas teleseries acaban por cuestionar, comentar y reemplazar la propia realidad. Todo, sin embargo, quedó en suspenso ya que Ruiz nunca completó el film. Recién en 2017, tras un extenso proceso de postproducción conducido y co-dirigido por Valeria Sarmiento, La telenovela errante ve la luz , abriendo un túnel del tiempo hasta esos días donde la alegría se mezcla con la incertidumbre. 

Christian Ramírez: Quizás haya que partir diciendo que, durante décadas, esta película fue asunto de leyenda. En el verano de 1990, Ruiz está en Chile, pero no viene de vacaciones: mientras Valeria Sarmiento está abocada en la producción de Amelia López  O’Neill, en Valparaíso, nuestro director también se entusiasma con rodar un largometraje, el primero que realiza en el país desde Palomita Blanca, 17 años antes. Me acuerdo que los diarios publicaron imágenes de Ruiz y su equipo filmando en un terreno eriazo en la comuna de La Reina, a todo sol. El proyecto ya se llamaba La telenovela errante, pero así como llegó desapareció. El material nunca fue editado ni emergió de forma pública alguna sino hasta varios años después de la muerte del director. Por años fue una de tantas películas que Ruiz dejó inacabadas. Corte a 2017. La Telenovela Errante emerge en forma póstuma como una película codirigida por Valeria Sarmiento, y producida por Poetastros, utilizando el material grabado en ese verano pero también recurriendo a otras fuentes. El cuerpo central de las escenas corresponde a lo rodado para La telenovela, en 1990; pero al menos las tres secuencias finales forman parte de Basta la palabra, otro proyecto inacabado de Ruiz, uno que filmó en Chile durante 1992 cuando vino a filmar A TV Dante y Las soledades. Luego, están las imágenes que abren y cierran la película, en blanco y negro, y que corresponden a las imágenes en video que el diseñador y cineasta Pablo Martínez grabó durante la filmación de La Telenovela y que pertenecen a Exote (2017), el documental que dirigió y que recoge toda esa experiencia. El tema principal de la banda sonora proviene del soundtrack que Jorge Arriagada creó para El ojo que miente (1991), la película que Ruiz realizó en Francia a continuación de ésta. Por último, están las imágenes de televisores antiguos, que se usan para hacer la transición entre algunos segmentos van alojando las imágenes originales de Ruiz, , y que fueron rodadas por Sarmiento y su equipo, en 2017. De modo que lo que tenemos al frente, es una película con todas las de la ley, pero al mismo tiempo es un elaborado rompecabezas.

Quintín: La versión final, codirigida, de la película está dividida en siete jornadas, que teóricamente corresponden a cada uno de los siete días de filmación aunque, según algunos testimonios, puede que hayan sido seis. Según cuenta el Compañero Ramírez (ahora te vamos a llamar Compañero), hay partes de la película terminada que no corresponden a esos días y otras que fueron registradas en forma póstuma, pero también me parece que hay momentos que figuran en un día y corresponden a otro. Quiero decir, no me parece que la idea original de Ruiz fuera la de editar el material de un modo consecutivo, aunque esa es la edición que terminó quedando, que tampoco responde a la cronología real del rodaje. 

R: En el fondo todas nuestras conjeturas son parte de inevitable especulación, porque tal como se ve en Exote, hay ciertas secuencias que eran más extensas (me imagino que como parte del trabajo de improvisación de Ruiz y sus actores), y otras que apenas aparecen en el montaje final, como las imágenes del  terreno baldío, que fueron orquestadas con mucha intención y cuidado aunque casi no sobreviven en la película que llegó a salas. Lo que sí está claro, es que la idea central —del proyecto y del film resultante— es la misma: un metaverso donde las telenovelas comienzan a comentarse y a mirarse entre sí.

Alejandra Pinto: No creo que la forma en la que se presenta refleje la manera en que la película fue filmada. El resultado se siente como si fuera una serie de postales que de repente lanzamos por el aire y cuando caen, tratamos de ordenarlas de la mejor forma posible. Al haber visionado también Exote, sabemos que esto tuvo otro orden, pero creo que a la larga, es un poco frustrante no saber si esta forma de editar la película corresponde al resultado que buscaba Ruiz. Esto coincide con un tema que aparece en las Poéticas del cine de Ruiz, que en un minuto habla de la forma en que las pantallas pueden interlocutar entre sí, tal como dice Ramirez. Aquí hay apenas un atisbo de ello. 

Q: Tal vez no importe demasiado en qué orden se filmaron las cosas. Pero la película está basada en la idea de la Compañera Alejandra (ahora también te vamos a llamar Compañera) de que las distintas telenovelas interactúan entre sí. Incluso hay una telenovela en la que sus personajes sólo se dedican a mirar  otras telenovelas. Creo que la película sufre porque queda reducida a una serie de episodios, de sketches podría decirse, algunos más cómicos, otros más siniestros que tienen que ver con distintas cuestiones de la realidad chilena (Chile es una telenovela” decía Ruiz, en esos días), pero no se comunican mayormente. No hay algo orgánico que vincule esas escenas. Si bien el cine de Ruiz es altamente digresivo, no suele ser así de episódico. 

R: En la película terminada, el hilo conductor son unos televisores antiguos que tienen sintonizadas las diversas telenovelas que estamos mirando. Cabe preguntarse si Ruiz había concebido de antemano otra columna vertebral, pero eso no es visible en la cinta de 2017. Tal como dice Q, lo que hay es una sucesión de escenas, fragmentos o sketches: un formato que, en el año y medio que llevamos mirando sus films, Ruiz nunca ha abordado. Lo más cercano son ese conjunto de imágenes editadas bajo el nombre de El realismo socialista. Ese montaje de 50 minutos que se preparó para exhibición festivalera, y que puede encontrarse en Youtube. Por otro lado, esa fragmentación puede evocar el hábito de hacer zapping sin parar por los canales.   

P: Como buena niña criada al alero de las telenovelas de los 80, tengo un recuerdo muy claro sobre cómo se veían estas cosas en pantalla. Había cierto dramatismo al que una quería acceder, una forma de vestirse, incluso una forma de hablar que no tenía que ver con lo que veíamos de manera cotidiana. La estética de la película es idéntica a la de esos días, incluyendo sus plantas de utilería y los peinados escarmenados de las actrices. Por otro lado, en el 90 estábamos recién saliendo de una dictadura, por lo que estas presencias en pantalla llamaban a cierto orden, cierto deber ser. Todo esto es muy claro para nosotros, que llevábamos viviendo en Chile toda la vida, pero me sorprende el nexo que tenía Ruiz con la forma chilena de hacer las cosas, siendo que él venía llegando del extranjero. Su conexión con ese mundo parece automática.

R: En cuanto a carácter de las secuencias —o los 7 días, a los que aluden los capítulos en que está dividido el film—, la primera, llamada “La gente nos mira” corresponde a la clásica secuencia teleseriesca de amor prohibido entre un hombre y su cuñada, que aquí se resuelve con la aparición del marido cornudo y diversas citas a la sección económica del diario El Mercurio, publicado el día de la filmación. Luego, en el segundo (“Chile, fértil provincia”) Luis Alarcón hace su regreso triunfal al cine de Ruiz, como un burócrata que va declamando versos de La Araucana y sacándose con pinzas los pelos de la palma de su mano, aludiendo al dicho popular sobre la masturbación. Al final de ese mismo capítulo, los actores Mario Lorca y Erica Ramos tienen un notable encuentro espectral, al que ya volveremos más adelante. La tercera secuencia (“El inglés en las zonas sensibles”) es la más elaborada: dos policías gringos, a quienes supuestamente escuchamos doblados a un español mexicanizado, son acribillados por unos operativos que a su vez son acribillados por otros, y estos por otros, en clave de infinito; la sección se completa con Alarcón, otra vez en su rol de político concertacionista. Como ya había mencionado el Compañero Q (ahora también te vamos a llamar Compañero), el caldo se espesa cuando al inicio del Día 4, “Alma C. Ríos Guzmán”, hay un momento en que vemos personajes que usan su capítulo de teleserie para mirar otras teleseries, seguido de una secuencia sobre un terremoto nocturno que deja a las mujeres de un jardín convertidas en viudas (bautizándose ellas mismas como Las abandonadas”). Lo último que corresponde al material filmado en 1990 para La Telenovela Errante es una extensa secuencia —que de hecho abarca los Días 5, “Los con H” y el Día 6 “Más allá de las montañas”— donde tenemos a cuatro sujetos (tres hombres y una mujer: Luis Alarcón, Roberto Poblete, Francisco Reyes y Patricia Rivadeneira, a los que luego se agrega Mauricio Pesutic) suspendidos en el absurdo, un poco a la manera de films juveniles de Ruiz, como Tres tristes tigres y Nadie dijo nada; los vemos vagabundear por la tarde veraniega y terminar en un bar topless donde no hay desnudos pero sí una abundante cena con pernil y un poeta que declama desde el escenario. Lo que sigue después (Día 7 “Si te portas mal en esta vida, en la otra vida te conciertes en chileno. R.R.”) ya corresponde a Basta la palabra, y tiene un carácter mucho más invernal, claustrofóbico y amenazante. Es en esa nota inquietante que cierra la película.

P: Hace un rato vengo diciendo que Ruiz es un director de cine de terror. Esta última parte me lo confirma. De hecho, a medida que van pasando los cuadros, tenemos de nuevo esa sensación del deambular entre distintos ambientes, hasta llegar a esa oscuridad en la que, al parecer, se siente bastante cómodo. Las escenas de las “abandonadas” son muy graciosas, pero en estricto rigor, la idea de un grupo de mujeres que opta por quedarse encerradas después de la muerte de sus maridos, es algo que no deja de ser inquietante. 

Q: Quiero interrumpir esta transmisión para declarar que disfruté mucho de Exote, ese making of registrado por Pablo Martínez, cuya curiosidad y entusiasmo por Ruiz lo movió a presenciar y grabar el rodaje de la película. Martínez logró captar el ambiente de ese rodaje, el cual por momentos semeja una ficción de Ruiz, con sus comilonas, sus chistes y sus movimientos en los que por momentos ninguno de los actores consigue entender muy bien lo que está haciendo. Sin embargo, se nota también la confianza que todos le tienen al director y la alegría que sienten de estar ahí. Hay algo como una vuelta a los buenos tiempos de la bohemia de los 60, que Ruiz siempre recordó con afecto. Exote tiene para mí la organicidad caótica que le falta a La telenovela errante.

R: Creo que Exote es una gran película y, de algún modo, consigue transmitir a cabalidad eso que algunos denominan ruiciano” y que corresponde tanto a las ocurrencias e impulsos del director como también a espíritu, ingenio y energía de sus actores y amigos. De hecho, iría más lejos todavía: Martínez consigue captar el pulso interno de Ruiz, la energía de sus rodajes y de su proceso creativo, con más destreza que cualquier intento emprendido antes o después. Ruiz era conocido por su reticencia a permitir que lo filmaran mientras trabajaba —apenas existe material de making of de sus rodajes—, y aquí se le ve alegre, veloz, resuelto y totalmente indiferente a la cámara de Hi8 que lo está siguiendo o buscando permanentemente en el set. De yapa, Exote contiene uno de los instantes definitivos del cine chileno: el momento en que Javier Maldonado le explica a sus comensales (entre los que se encuentra Fernando Bourdeau, el protagonista de El techo de la ballena) cómo hacer las tórtolas a los dos vinos. Es un túnel del tiempo directo a Tito y Lucho, escuchando atentos mientras el dueño de bar describe la confección de un complicado plato en Tres tristes tigres. Y claro, ahí cabe la pregunta: ¿cuánto de eso que vemos es ocurrencia de Ruiz, cuánto viene de sus amigos, cuánto de ser comensales en esas cenas interminables? Hay más de real en las fantasías ruicianas de lo que estamos, tal vez, dispuestos a admitir.

P: El plato de tórtolas parece algo difícil de hacer, pero la mitad de esa complejidad proviene del lenguaje que usa el actor para explicar su receta. Algo similar ocurría en El retorno de un amante de las bibliotecas, cuando vemos a un sujeto que se enreda entero para explicar su receta de piures al vino. Pero aparte de esto, hay un momento que me conmovió mucho: ahí mismo, en la mesa, le preguntan a Luis Alarcón cuántas veces ha trabajado con Ruiz. Alarcón empieza a enumerar todas las películas chilenas hechas antes del 73. Es como si el reencuentro de Ruiz no fuese solo con el país: es gente como Luis Alarcón la que conforma el país a que aluden los films de Raúl. 

R: A propósito de eso último, en 2017 los Poetastros me invitaron a ver La Telenovela Errante precisamente junto a Alarcón y una parte del elenco original. Fue un momento muy extraño, porque ellos mismos entraron a una suerte de túnel del tiempo, contemplando en pantalla sus rostros de hace 27 años. Fue como viajar al pasado, al Chile del pasado, claro, pero al mismo tiempo estar frente a un elenco de fantasmas. Hay algo de espectral en la película terminada, como de cine de aparecidos. Quizás por eso me gusta tanto la secuencia de Erica Ramos y Mario Lorca, donde una mujer vestida de negro dialoga con ese fantasma que fue —y continúa siendo— su enamorado. En Exote vemos que es una ilusión muy simple que Ruiz provoca al reflejar la imagen del  actor en un espejo, pero aún así el efecto es brillante. Hace poco vi una fotografía de la mítica Le borgne, El tuerto, donde Ruiz probaba el mismo efecto, así que probablemente la inspiración viene de ahí. Los espectros reaparecen en la tremenda secuencia final (sacada de Basta la palabra y filmada junto al director de fotografía Héctor Ríos): vemos a Francisco Reyes con el atuendo de estudiante de derecho y el Código Civil que lleva en A TV Dante, y de pronto aparece Mauricio Pesutic, que se declara como un viejo compañero de la universidad y comienza a acosarlo, se lo lleva a un bar y comienza a relatar la siniestra escena final, que viene a continuación: su visita a un restaurante/lupanar/casa de tortura, donde los clientes acaban poco menos que convertidos en la comida que sirve el local, previa tortura de rigor. Una pesadilla de aquellas.   

Q: Hace un rato Ramírez hablaba de la secuencia del auto, que empieza con dos americanos agentes de la CIA (Luis Vera y Roberto Poblete) hablando en mexicano y luego que son asesinados por dos personajes que vienen desde afuera con una proclama. Después, los asesinos son asesinados por otra pareja con una proclama distinta y el procedimiento se repite un par de veces más. Es evidente que Ruiz hace referencia a la realidad política chilena de ese momento, a la partición en la izquierda en nombre de distintos manifiestos en una época de esperanza pero también de incertidumbre (eran los últimos días de Pinochet y los primeros de Aylwin como presidente). Me pregunto si la cadena de ejecuciones que Ruiz despliega en pantalla no era de algún modo un epílogo del gobierno de la UP y un interrogante hacia el porvenir, que tal vez tenga una respuesta en la situación chilena de hoy, tan diferente a aquella en muchos sentidos. Pero Ruiz no está para comentarla. Y, por otra parte, me parece que en una película tan fragmentada como esta, interpretar la interpretación de Ruiz sería tomarla fuera de contexto. Me da miedo entrar en ese territorio.