Fantasías Animadas #15:  En la selva hay mucho por hacer (Walter Tournier, Gabriel Peluffo y Alfredo Echániz, 1974)

En paralelo a la radicalización del cine uruguayo durante los sesenta, un grupo de estudiantes de arquitectura decidieron armar un colectivo de cine a pesar de no contar con experiencias cinematográficas previas: el Grupo Experimental de Cine (GEC). En 1974, Walter Tournier, Gabriel Peluffo y Alfredo Echániz, miembros originales del GEC, se juntan para realizar una animación en clave política. Los animadores tenían como objetivo adaptar En la selva hay mucho por hacer de Mauricio Gatti, un libro que compilaba una serie de cartas y dibujos que el escritor había enviado a su hija desde la cárcel para explicarle las injusticias del encierro.

Cutout (Animación de recortes)
Se puede ver acá: https://www.youtube.com/watch?v=zwsr1LPHMn0

En paralelo a la radicalización del cine uruguayo que vino de la mano de cineastas como Mario Handler durante los sesenta, un grupo de estudiantes de arquitectura de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de la República decidieron armar un colectivo de cine a pesar de no contar con experiencias cinematográficas previas. El Grupo Experimental de Cine (GEC) comenzó con algunos cortos vinculados al interés por la arquitectura, pero las protestas estudiantiles de finales 1968 y la represión del gobierno de Jorge Pacheco los llevaron a realizar Refusila (1968), registro de las marchas conmemorativas por el asesinato de Líber Arce a manos de la policía. Además de su producción cinematográfica, el grupo también se encargaría de programar la Cinemateca del Tercer Mundo (a pesar de su nombre, se trataba más bien de un grupo organizado alrededor de un Cineclub) y de publicar la revista Cine del Tercer Mundo, dos experiencias breves que reflejan la activa participación uruguaya en las discusiones del cine político latinoamericano durante su momento más álgido.

Años después, Walter Tournier, Gabriel Peluffo y Alfredo Echániz, miembros originales del GEC, se juntan para realizar una animación en clave política, la primera película animada de la que sería una larga trayectoria para Walter Tournier durante las décadas siguientes. Los animadores tenían como objetivo adaptar En la selva hay mucho por hacer de Mauricio Gatti, un libro que compilaba una serie de cartas y dibujos que el escritor había enviado a su hija desde la cárcel para explicarle las injusticias del encierro. Utilizando los zoológicos como figura del encierro injusto, Gatti traspasa la denuncia de su situación al formato clásico de la fábula con animales, recordando un poco a la “Carta de un león a otro” de Chico Novarro popularizada por Juan Carlos Baglietto.

En su versión animada, el relato se convierte prácticamente en un musical de distintas escenas-canciones. Las canciones, que bien podrían conformar un bello EP, son de Jorge Estela, cantautor uruguayo-argentino del que no aparece demasiada información en internet, pero al parecer desarrolló su carrera en España después del exilio. Cada canción da paso a momentos diferentes del relato, dónde los animales pasan de un sistema de vida comunitario (algunos vinculan esta idealización de la relación horizontal y cooperativa en la selva a las ideas anarquistas que tenía Gatti) a ser capturados por un cazador para ser llevados al zoológico. En un estilo geométrico y sencillo, el detalle de los fondos recuerda a algunas animaciones de la Escuela de Zagreb, famosa por su sencillez geométrica en el diseño de personajes. 

Posteriormente, Tournier tendría una importante carrera independiente como animador, especialmente a través del stop motion. Si bien nunca dejó de vincular su obra a temas políticos, En la selva hay mucho por hacer no deja de ser un caso curioso de una animación vinculada al concepto del Tercer Cine (por decir solo uno de los nombres que recibió esta idea) y a un grupo particular de documentalistas que reaccionaban ante los cambios sociales de sus respectivos países. El lenguaje tierno y didáctico de las letras de las canciones, llenas de diminutivos, también se conecta a cierto afán de entregar mensajes urgentes para denunciar la dictadura, pero con menor solemnidad en la forma que otras obras de la época. Una curiosidad tanto para lo que se entiende como cine militante como para la animación latinoamericana de aquellos años.