La gran síntesis. Apunte para una estética de las series (2/2): Ejemplos

El presente de las series debiese ser apuntado como el de la sofisticación ideológica de la industria audiovisual, pensando a su público como “nichos específicos” a fidelizar. Se juegan en su interior la reproducción o cambio de valores enraizados en la cultura, así como producen y hacen circular imaginarios sociales de época, en el mejor de los casos buscando nuevas formas de abordarlos. Es evidente que mientras las series viven su época de oro, sus cualidades difieren de sobremanera en el caso a caso y no todas las propuestas buscan un mismo destino. Mientras existen formas arraigadas y reproductivas ceñidas a la identificación fuerte y el antagonismo sin medias tintas, también cabe pensar búsquedas narrativas ceñidas a exploraciones específicas del formato. Tenemos que pensar este momento de “madurez” del formato.

El presente de las series debiese ser apuntado como el de la sofisticación ideológica de la industria audiovisual, pensando a su público como “nichos específicos” a fidelizar. Se juegan en su interior la reproducción o cambio de valores enraizados en la cultura, así como producen y hacen circular imaginarios sociales de época, en el mejor de los casos buscando nuevas formas de abordarlos. Es evidente que mientras las series viven su época de oro, sus cualidades difieren de sobremanera en el caso a caso y no todas las propuestas buscan un mismo destino. Mientras existen formas arraigadas y reproductivas ceñidas a la identificación fuerte y el antagonismo sin medias tintas, también cabe pensar búsquedas narrativas ceñidas a exploraciones específicas del formato. Tenemos que pensar este momento de “madurez” del formato.

Posiblemente haya sido The Wire (2002-2008) la que marcó un nuevo hito en el lenguaje y el tratamiento de las series. La que también encontró un punto específico de desarrollo en la industria, pensando un producto sofisticado y políticamente consciente. De la mano del noir, pero también de determinado “realismo social”, la cabeza visible de David Simon, elaboró en cinco temporadas un acercamiento programático al mundo de las drogas en la ciudad de Baltimore. Trabajando problemáticamente distintas aristas de la problemática social, no sería exagerado decir que se podría comprender la serie como una investigación compleja y coral sobre los efectos e intereses de distintos grupos sociales en el mundo del narcotráfico y su seguimiento policial. ¿Qué es ser un policía? ¿A quién conviene que exista el narcotráfico? ¿Quiénes padecen la droga? ¿Qué otras formas de control y cuidado son posibles? Son algunas de las preguntas que suscita una serie que abordó directamente la relación entre clases sociales, instituciones y poderes, como una “red” compleja y de difícil solución a corto plazo. El tratamiento narrativo está al servicio de una multitud de “plots” dramáticos que se van superponiendo, mientras la estética busca la construcción de una dramaturgia de personajes siempre puestos “en relación” con identidades sociales y raciales. 

The Wire se transformó en una cuna de guionistas y ayudó definitivamente a construir la identidad de HBO como productora de series innovadoras y orientadas a públicos ávidos de narrativas más complejas y temas de interés. De esta fabrica series como The plot against America (2020), The Night of (2016), Treme (2010-2013) o The Deuce (2017-2020) constituyen ejemplos notables de un tipo de abordaje que marca el punto alto de una estética específica, a mi entender, una suerte de realismo dramático, que combina libremente géneros y tratamientos como la ucronía, las narrativas judiciales o el acercamiento coral para el retrato epocal.

Las 7 temporadas de Mad Men (2007-2015) marcan otro precedente en términos de ambición y extensión. Aquí Matthew Weiner, su productor y creador, construyó un retrato de época (centralmente la década del sesenta) y una cultura (la del american way of life), desde el punto de vista de un universo de personajes situados al interior de una agencia de publicidad. A partir de desarrollos argumentales de largo aliento, observamos el paso del tiempo y la transformación de sus personajes, mientras la Historia sucede en el fondo de la escena. Lo que podríamos llamar como “puesta en escena” se vuelve interesante al momento de integrar recursos como los espacios, los vestuarios y maquillajes. En algún sentido es una serie sobre la “performance cultural” de la vida cotidiana, explicitando los códigos sociales y culturales que la implican, abordando con agudeza los conflictos de clase, género y raza que suceden al interior del espacio abordado (y entendidos ellos también con una determinada performatividad, que posibilita cosas). Mad Men toma del melodrama, del noir, pero también de determinada literatura; no es difícil pensar en los relatos de Raymond Carver, John Cheever o Richard Ford, por dar algunos ejemplos rápidos. Con todo, es el mundo psicológico el que interesa a Weiner, la construcción de personajes parece inspirarse en determinado cine de la década de cincuenta, pienso en Elia Kazan o Douglas Sirk, donde unos personajes hacen frente a contextos sociales adversos y deben lidiar con ellos. 

Quise situar estos dos antecedentes a modo de ejemplo para apuntar la necesidad de darle más espesor analítico a las series. Podría agregar casos más recientes que me han interesado; por ejemplo, la revisión de la ciencia ficción a la mano de series como Devs (2019) y Raised by Wolves (2020). La primera hace frente al simulacro y el algoritmo desde un thriller de suspenso, donde un invento devela una nueva forma de conocimiento inmersivo e histórico que podría realizar viajes al pasado. La segunda, desde un delirio bíblico y épico, es una mirada al ciborg, la guerra planetaria y la pregunta por los límites de lo humano, en la línea Ridley Scott (quien produce). Ambas series, a su manera, abordan la pregunta epocal respecto a la tecnología, haciendo uso de distintossubgéneros y estilos narrativos para abordar sus complejos universos.

A la vez, casos como Fargo (2014-2020), Breaking Bad (2008-2013) e incluso True Detective (2014-2019), realizan revisiones estilizadas del noir y la narrativa de crímenes, con interesantes incursiones en la estética habitual de las series. Fargo utiliza la distancia irónica para personajes patéticos y psicópatas de turno, trabajando de forma interesante el ritmo narrativo aletargado. Breaking Bad abordó la conversión en mafioso de un profesor de química con la construcción de un personaje inolvidable como Walter White, mientras cada capítulo en términos narrativos parecía una exploración sobre las posibilidades del punto de vista, la fragmentación o la elipsis narrativa (el trabajo con la focalización y la ocularización para llamarlo técnicamente). Así, podía jugar con la tensión dramática, la violencia y la catarsis de forma inusitada e inventiva. True Detective, al menos en su primera temporada, buscó agregar al thriller de crímenes de psicópatas la complejidad psicológica, la elaboración narrativa y el clima gótico-sureño, dando una revisión interesante a los propios procedimientos y climas psicológicos.

Recientemente ví dos series HBO que -pienso- a su manera siguen definiendo espacios de exploración acotados pero interesantes: Euphoria y I Know This Much Is True. El coming of age sirve de excusa a Euphoria para hacer un retrato de adolescentes de clase media norteamericana, insertos de lleno en el descubrimiento sexual, un inestable estado de ánimo y la presencia generalizada de la droga. Euphoria registra la exposición permanente de los cuerpos en redes, a la vez que el “nude” funciona como moneda de intercambio para encuentros fortuitos sexuales. Mientras sus personajes exploran sus cuerpos por vía de la droga y la búsqueda de identidad sexual (uno de los temas interesantes es la fluidez de género en un personaje en tránsito), su contexto general es el de la violencia, el abuso de poder y el secreto a voces en un mundo que tiende a excluir a los yonquis y niñes trans. 

Pero quizás lo más interesante de la serie es el tratamiento plástico y narrativo. Se trata de capítulos muy concentrados y con muchos sucesos cada uno, donde la edición maneja distintos niveles temporales (pasado, presente) y puntos de vista. El trabajo con la cámara y, particularmente, de iluminación lo acerca a una suerte de intimismo perceptual vinculado al estado extático de las drogas y el sexo. Mientras la soledad, el desamparo y la incomunicación parecen ser el eje de la serie, su vínculo con el espectador es de complicidad y estímulo sensorial, al nivel de un agotamiento físico y emocional.

Por último, la miniserie I Know This Much Is True es el abordaje de la relación de dos hermanos a lo largo de varias décadas. Se trata una serie de intensidad dramática que explora el dolor, la pérdida y la culpa desde el punto de vista de unos mellizos, uno de los cuales padece una esquizofrenia que aumenta a lo largo de los años, mientras el otro se ve destinado a cuidarlo a lo largo de su vida. Yendo hacia el pasado y a la reconstrucción de su propia genealogía familiar, en un relato en su mayoría en descenso anímico, el clima emocional de encierro encuentra en el tratamiento del espacio y los encuadres su punto fuerte. Mientras el guión a veces abusa del subrayado y el “evento” trágico, el tratamiento busca la distancia a partir de un retrato por dentro de la vida americana en un pueblo interior. No es difícil imaginar la serie como una película indie de la década del noventa.

Busqué con estos apuntes y ejemplos señalar el lugar donde se instalan las series, una suerte de “momento” que se hace necesario pensar a partir de sus operaciones formales, revisiones genéricas y universos representados, buscando dar lugar a una mirada que las considere tanto como objetos audiovisuales y que no las absolutice como fenómenos culturales. En definitiva, hacerles un espacio analítico. Pienso que, si bien las series han sido miradas en menos por el mundo del cine -y es que, finalmente, no pueden ser cine porque su espacio es otro-, es necesario pensar y analizar aquello que las hace específicas en términos de fenómeno artístico y cultural.