The Beatles: Get Back. Una estrella se apaga

The Beatles: Get Back viene a sumar una nueva capa a este fenómeno, asumiendo el riesgo de la entrega de un material que, por un lado, vuelve a montar el proyecto fallido de un documental (el documental Let it be de Michael Lindsay-Hogg), por otro, reescribe la historia del final de The Beatles, a la luz de nuevos antecedentes, derribando mitos y construyendo unos nuevos.

Una tendencia sugerente del documental de la era Netflix es la capacidad de reescritura del pasado a partir de los archivos. Una proliferación infinita, dispuesta a dar cuenta de nuevas versiones, derribando mitos, o abriendo nuevas vetas para su interpretación, cuestión facilitada por el montaje y la capacidad de investigación retrospectiva que pueda dar cuenta de aristas y aspectos no abordados que hoy salen a la luz. Un fenómeno -el del archivo- que podrá tener diversas aplicaciones, usos y estilos, pero cuya potencia no deja de estar relacionada con un fenómeno cultural (el “mal de archivo”) que las plataformas tienen bien habido a entender, desde una perspectiva comercial.

The Beatles: Get Back viene a sumar una nueva capa a este fenómeno, asumiendo el riesgo de la entrega de un material que, por un lado, vuelve a montar el proyecto fallido de un documental (el documental Let it Be de Michael Lindsay-Hogg), por otro, reescribe la historia del final de The Beatles, a la luz de nuevos antecedentes, derribando mitos y construyendo unos nuevos. Se trata de una operación arriesgada por la naturaleza del documental: en rigor, se trata de un documental observacional de más de siete horas que sigue por tres semanas a la banda en el proceso de composición de parte del album Let it Be (1970), así como algunos temas de Abbey Road (1969). Se adelantan, incluso, aquí, aspectos y composiciones del período solista de George Harrison, Paul McCartney  y John Lennon. Se trata de un trabajo centrado en el proceso creativo, el surgimiento de canciones en el estudio como “Let it be”, “Get Back”, “She Came in Through the Bathroom Window”, “Maxwell's Silver Hammer”, “Octopus's Garden”, “Don´t Let Me Down”, “Dig a Pony” o “I´ve got a Feeling”, mientras observamos- a consciencia- un período crepuscular de la banda, ad portas su disolución.

Consciente del efecto retrospectivo y ambicioso, Peter Jackson tuvo que convencer a los herederos de Harrison y Lennon, así como a Paul McCartney y Ringo Starr (y a Disney), para sacudir de un recuerdo amargo las sesiones de trabajo, las que se realizaron bajo una presión no menor. Por un lado, McCartney quería recuperar algo de la fuerza del “vivo” en el estudio, luego de los álbumes Revolver (1966) y Sgt.Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967), los cuales indagaban en las posibilidades tecnológicas del estudio pero que coincidía con la ausencia de presentaciones en vivo de la banda. Junto a todo ello, y en un momento de búsqueda de autonomía financiera, la banda decide preparar un show en vivo para la televisión con nuevas canciones, para lo cual tienen un plazo acotado, además de registrar todo ello en el documental encargado a Lindsay-Hogg. El resto es historia: abandonan tempranamente el estudio Twickenham (donde se filmaba) por su estudio propio, el comienzo del quiebre de la banda con la salida del estudio de Harrison, la suspensión del show en vivo por la famosa escena de The Beatles tocando en la azotea del estudio, y la frustrante post-producción del disco Let it Be el cual se aplazará un año, mientras Abbey Road se adelanta. El argumento de Jackson es que había aquí un material que estaba lejos de un retrato amargo de la banda. Que lo que transparentaba el registro -de las cintas de audio y cinematográficas- era algo absolutamente diferente y valioso que jamás se había visto: la increíble energía creativa en las sesiones, el sentido del humor, la amistad que los unía, los recuerdos y chistes, y, particularmente, la banda más importante de la historia de rock surfeando la ola de una crisis.

Lo obtenido es de una riqueza infinita. Horas y horas de grabación de material descartado revelan la dimensión más cotidiana de una banda que en la veintena de sus integrantes ya lo habían hecho todo. Y sí, ahí están John y Yoko en pleno amorío; la silenciosa y a la vez cada vez menos contenida creatividad de George Harrison; el ludismo casi infantil de McCartney; la paciencia infinita de Ringo, mientras ensayan canciones antiguas, nuevas, se inventan las letras, y todo el equipo atrás intenta seguirles la pista (el premio mayor para el roadie Mal Evans). También desdice cosas importantes reproducidas infinitamente por las biografías: el falso mito que Yoko Ono dividía a la banda o supuestas peleas a golpe, entre otras, mientras lo que vemos es la forma solapada y muy inglesa de llevar las diferencias.

El documental tiene, para mi gusto, dos momentos fascinantes. Uno de ellos es la ya mencionada salida de Harrison del estudio, lo que casi hace fracasar todo. Esto se da a partir de la diferencia de criterios con Paul (quien se ve empecinado en hacer trabajar a la banda y llevar adelante el proyecto), pero, sobre todo, por que no es considerado lo suficiente en su ejercicio de composición, mientras la batalla de egos compositivos se la llevan John y Paul. Esta escena considera, incluso, el registro de una conversación radicalmente sincera entre John y Paul sobre la banda y sobre el propio Harrison. El segundo momento es el ingreso del tecladista Billy Preston, quien anda de paso y termina incluyéndose como un quinto Beatle en las sesiones, agregando las famosas teclas de “Don´t Let Me Down” o “Get Back”, añadiendo a todo un toque soul que le da nueva fuerza interpretativa a la banda. Los minutos de su intervención son luminosos, felices, y la banda está en su máxima potencia.

Algunos detalles más del tratamiento: uno de ellos dice relación con el archivo externo. Un gesto para la audiencia general, que busca contextualizar información con data y materiales que ilustran lo conversado. Ejemplo: la emergencia de un discurso anti-migratorio a la luz del cambio de sentido de la letra de “Get Back”, el largo monólogo de McCartney rememorando el viaje a la india a través de las cintas en Super8 filmadas por la propia banda, las que son incrustadas; aunque la intervención más clara está al inicio, con la puesta en contexto del momento actual de la banda. Otro elemento agregado son los títulos de las canciones así como las versiones tocadas que quedaron para el álbum, las que son aclaradas quizás de forma más sutil con un texto en pantalla. Mientras lo primero a ratos redunda o sacrifica la estética “directa” del documental, lo segundo es atingente y le da valor histórico: confirma también que el “vivo” de la banda -en la azotea- dio varias de las mejores versiones que quedaron en el album.

Voy cerrando: The Beatles: Get Back es una intervención mayor en la historia del documental musical. Una versión de The Beatles que no existía, y que podría asemejarse a la que si teníamos de The Rolling Stones en la crepuscular Gimme Shelter (1969), aunque sin el “tono de época” y más centrado en los procesos internos de la banda. El cierre del documental con la última presentación en vivo de The Beatles no tiene pérdida y es de una emoción única, vivida y feliz, que sirve, acaso, como una despedida tardía, mientras la luz de una estrella empieza a apagarse.

 

Título original: The Beatles: Get Back. Dirección: Peter Jackson. Producción: Peter Jackson. Fotografía: Ben Davis. Montaje: Jabez Olssen. Protagonistas: John Lennon, Paul McCartney, George Harrison, Ringo Starr, Billy Preston. País: Reino Unido-Nueva Zelanda-Estados Unidos. Año: 2021. Duración: 468 minutos.