Benedetta: Elogio de la incorrección

Con todo, es la protagonista la que toma fuerza a lo largo del filme, un personaje contradictorio, alucinado, que sabe torcer la mano de la época, una relectura Verhoeviana, que nos lleva del lado de la carne y la transgresión, contra la autoridad ciega y castradora de la época. Un discurso a contrapelo de los purismos y de miradas excesivamente espritualistas para llevar todo el conflicto al nivel del erotismo y los cuerpos. 

Posiblemente cueste encontrar un cineasta tan ecléctico como Paul Verhoeven. Un cineasta para quien tal o cual teoría del autor puede quedar corta, por lo huidizo de su estilo, y su capacidad enorme de adaptabilidad, transformación y sobre todo de incorporación de elementos nuevos en su cine. Para quien esté perdido hablamos del director de películas de ciencia ficción distópica (Robocop, Total Recall); thriller sexuales (Bajos instintos, Showgirls, Flesh and Blood), comedia sarcástica (Starship Troopers, Delicias holandesas) y, más recientemente, thrillers históricos (The Black Book) o psicológicos (Elle), moviéndose indistintamente entre la industria mainstream, el cine de bajo presupuesto o cine de autor de circuito festivalero. De Hollywood a Cannes, Verhoeven ha logrado tener una estimulante carrera amigando cosas por lo general consideradas opuestas: transgresión y cultura pop; estética explotaition y reflexión crítica; cine de acción y mirada política; refinamiento estético y violencia.

Cabe agregar algo a esta capacidad código-fágica que bien sabe absorber potencialidades del género o los estilos: se trata de una determinada condición camaleónica, un cineasta que en gran medida es capaz de leer estilos de época para atravesarlos y bien subvertirlos o transformarlos en otra cosa. Starship Troopers, por ejemplo, pasa por película de ciencia ficción trash para esconder una crítica ácida a la estética de los ochenta y su discurso normativo. O bien, The Black Book utiliza la estética del thriller político para subvertir y agudizar en las contradicciones de la historia, con una mirada abiertamente provocativa e incorrecta.

Si tuviéramos que trazar un vínculo entre la magnífica Elle y la actual Benedetta, cabe señalar no sólo la repetición de una protagonista femenina, sino también un determinado desenfado para meterse en estilos o géneros “serios” para provocar algo en ellos. En Elle, el juego con Haneke y Buñuel produce un híbrido nuevo y enfermizo encarnado en Isabelle Huppert. Aquí, la recreación de la historia de una monja mística que vivió en los siglos XVI y XVII en Italia al interior de un convento lo lleva a un juego con la transgresión icónica. Detrás de esta operación historiográfica y religiosa, Verhoeven vuelve sobre cuestiones habituales en su cine: el cuerpo erótico femenino, la sexualidad, el poder y determinado delirio iconoclasta del cual mana parte de la potencia estética de su cine.

Verhoeven sigue acá, tomando elementos de la historia real y agregando otro tanto, a Benedetta Carlini, monja considerada una mística revolucionaria que aceptó abiertamente su lesbianismo a través de visiones que puso en vilo a las autoridades religiosas de la época. Más que tomarse en serio el costado propiamente religioso, Verhoeven muestra a una Benedetta astuta que sabe aprovechar las oportunidades, cubriéndose de cierto halo para llegar a ser nombrada abadesa, a la vez que llevaba un romance con Bartolomea, otra monja del lugar. En paralelo, mientras la peste empieza a azotar, es interrogada por las autoridades religiosas de la época, las que sospechan de falsedad, mientras se le acusa de inmoralidad.

Verhoeven llena esto de ambigüedad: sus visiones de Cristo son alucinadas y travestidas; su vínculo con lo erótico tanto se vincula con una dimensión religiosa como lasciva; mientras a nivel discursivo se emparenta con determinados discursos feministas y empoderados. Del lado de la puesta en escena, Verhoeven no duda en mostrar una y otra vez los cuerpos desnudos que bien se asemejan a los de Showgirls Bajos instintos en la línea sexplotation. Con todo, es la protagonista la que toma fuerza a lo largo del filme, un personaje contradictorio, alucinado, que sabe torcer la mano de la época, una relectura Verhoeviana, que nos lleva del lado de la carne y la transgresión, contra la autoridad ciega y castradora de la época. Un discurso a contrapelo de los purismos y de miradas excesivamente espritualistas para llevar todo el conflicto al nivel del erotismo y los cuerpos. 

Como en The Black Book, la mirada sobre la verdad, el bien o la moral son conjugadas con el de las astucias  y la capacidad de insertarse en tal o cual discurso de forma camaleónica, corroyendo la institucionalidad “por dentro”. Así, el final de Benedetta, lejos de una Juana de Arco sacrificial, promete voluntad de poder y deseo. Si Benedetta era una auténtica mística, una mente avanzada de su época o una astuta superviviente, es algo que queda lo suficientemente abierto al espectador, sometiéndolo al viaje alucinatorio y excesivo de una monja innegablemente rebelde y transgresora. Verhoeven, como sus personajes, entra y sale de “discursos de época”, moviéndose serpenteante entre modas y discursos para obtener, de fondo, una nueva victoria de su cine.

Título original: Benedetta. Dirección: Paul Verhoeven. Guion: David Birke y Paul Verhoeven. Novela: Judith C. Brown. Fotografía: Jeanne Lapoirie. Reparto: Virginie Efira, Daphne Patakia, Charlotte Rampling, Lambert Wilson, Olivier Rabourding. País: Francia, Holanda. Año: 2021. Duración: 131 min.