Camaleón: Expectativa sin sangre

Cuando se anunció la programación del festival SANFIC de este año presté especial atención a la sección “Blood Window”, ya que es la única de todo el festival que se encarga, de alguna forma, del cine de género. El año 2015 pude ver ahí una enfermísima película de terror llamada Scherzo Diabólico (Adrián García Bogliano, 2015) que me tuvo asqueado y con risa al mismo tiempo. Este año, sin embargo, no pude ver nada, pero sí logré hablar con Javier Fernández, encargado de la sección en Ventana Sur en Argentina, él me contó sobre dos películas chilenas que estaban en el festival y que me recomendaba: Downhill y esta -la cual, en realidad, se presentó como Función Especial, y no en "Blood Window"-, que ahora está estrenada en salas de todo el país.

Con esa expectativa en mente fui a ver Camaleón. La película parte introduciendo la rutina particular de dos mujeres que viven juntas (eventualmente la trama nos indica que son pareja), durante una mañana tras la fiesta del día anterior. Mientras una de ellas ordena vasos y botellas desperdigadas por el jardín, la otra prepara sus cosas para el viaje a Londres que hará el día siguiente, razón por la cual se hizo la fiesta de despedida. La cámara describe estos hechos de una manera casi documental, sin apuro, siguiéndolas de manera calma, desde atrás, con planos cercanos que nos indican la familiaridad entre ambas, como si fuéramos parte de sus rutinas y las nimias peleas que tienen.

Luego de varios minutos con ellas, cuando ya creemos conocer su relación lo suficiente, aparece un elemento desestabilizador: Gastón, un joven que había asistido a la fiesta el día anterior y que viene con la intención de entregar unas copas nuevas en nombre de alguien que habría roto algunas la noche anterior. Tomando en cuenta las expectativas que tenía en mente, temía hacia dónde podría dirigirse la cinta, después de todo se trataba de dos mujeres y un hombre extraño que llega de la nada a una casa que pareciera estar alejada del mundo. Pero la película me sorprendió en ese instante, no yendo por la ruta esperada, manteniendo la aproximación visual adecuada a la interacción de los tres personajes.

Es a través de los planos y el montaje que la película genera la sensación y la situación que provoca la entrada de Gastón en el hogar de estas mujeres. Se construye espacialmente con primeros planos que tienen cierta profundidad de campo, los que permiten ver difuminadamente el rostro de los otros personajes, y así manifestar la incomodidad que reina en la casa. Los momentos más verdaderos de la cinta provienen de la descripción relajada y alejada de cualquier tipo de conflicto que se empieza a construir entre los personajes. Gastón llega con una botella de vino, pero no bebe. En cambio las mujeres sí toman y bromean sobre la necesidad que tienen de que Gastón se vaya, mientras que al mismo tiempo le piden que cocine algo o que se quede a tomar otra copa con ellas. Es en la creación de ese “ambiente de cortesía”, que evidentemente mantienen por mera educación, donde la película encuentra su punto álgido.

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Pero ese ambiente relajado, conversado, casi playero, que me recordó en momentos al cine de Rohmer, se rompe justo en la mitad de la película, e incluso el tono y la forma en que trabaja la cámara y el montaje cambia. Las intenciones reales de Gastón se revelan y aparece lo que podría considerarse los primeros elementos de “género”, volviendo a sorprenderme así las expectativas, pero esta vez de manera negativa. Es pasado cuarenta minutos de película cuando hace el giro que yo preveía hace treinta y, lamentablemente, resulta demasiado tarde. Nada de lo que acontece o de lo que se habla en la primera mitad tiene peso en alguno de los actos atroces que se cometen en los cuarenta minutos restantes. Los  motivos para que Gastón actúe de la manera en que lo hace se mantienen casi en absoluto secreto, y sólo se deslizan pocas pistas sobre los traumas o razones para la violencia inusitada con la cual procede. Durante este segmento la cámara se dispone a trabajar en formato de “género” -usando tomas con menos movimiento, que ocultan y “sugieren” más que lo que muestran-, para provocar la tensión y el horror. Sentí que nada de lo que entonces ocurría fuera de alguna manera justificado, como si no hubiera servido todo el tiempo previo que pasamos conociendo a estos personajes.

Una posibilidad de entrar a la propuesta de la película tiene que ver con la posibilidad de disfrutar la futilidad de lo sucedido, un nihilismo que puede resultar superficialmente atractivo. Lo mismo se puede decir de los tres actores principales que, con actuaciones bien ejecutadas, parecen distanciados de sus sentimientos. Aunque esta especie de intención brechtiana no logra sostenerse entre toda la sangre y violencia de la cual somos testigos en la segunda mitad.

Sentí casi como si Camaleón fuera dos filmes por el precio de uno: admiré el camino recorrido y la forma en que no deja escapar en ningún momento el control del tono con que se plantea, me desilusionó al ver su cambio de giro hacia una propuesta más convencional y menos interesante. De una película de género sólo me dieron media, y cuando llegó ya no la necesitaba, quería algo diferente.

Jaime Grijalba

Nota comentarista: 6/10

Título: Camaleón. Dirección: Jorge Riquelme Serrano. Guión: Jorge Riquelme Serrano. Fotografía: Cristián Petit-Laurent. Montaje: Valeria Hernández, Jorge Riquelme Serrano. Música: Carlos Cabezas. Reparto: Gastón Salgado, Paulina Urrutia, Paula Zúñiga, Alejandro Goic. País: Chile. Año: 2016. Duración: 80 mins.