Colonia Dignidad. Una secta alemana en Chile: Retroceder las sombras

Más allá de la pregunta abierta por cómo y hasta qué punto se hacen admisibles determinados discursos, lo cierto es que la miniserie viene a llenar un vacío por largo tiempo pendiente sobre un episodio particularmente oscuro de nuestro pasado, del cuál muchas dudas quedan aún por resolver. La presencia en el archivo del actual Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín, evoca de manera nefasta la protección institucional. Poder de clase, poder político, económico, mediático, religioso y militar se combinan para señalar una vez más que la justicia no es ciega. 

Existen territorios y pasajes de la historia política de Chile que han sido filmados y rara vez vistos. Puestos en suspenso por diversos motivos, su eventual encuentro con grandes audiencias impacta la opinión pública; se discuten los alcances de lo representado, emerge un pasado que resuena con fuerza en el presente. El caso reciente de la exhibición, por primera vez en televisión abierta, de las tres partes de La Batalla de Chile (Patricio Guzmán, 1975, 1976, 1979) dio cuenta de un rescate en este sentido. Un punto de entrada similar se produce con la miniserie documental Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile, que narra desde su formación y la llegada de Paul Schäfer a la Región del Maule a inicios de la década de los 60, hasta su particular presente, alejado de polémicas mediáticas y aún rodeada por un aura oscura. Gracias al rescate de un fascinante, a la vez que terrible, material de archivo y testimonios de sobrevivientes y directivos de esta comunidad, sumando algunos relatos satélites, se recorre un camino de manipulación, abuso, violencia y muerte.

Disponible en la plataforma Netflix, la serie cuenta con seis episodios, los que pueden estructurarse en tres tercios de dos capítulos cada uno. El primer tercio evoca los antecedentes y la instalación de Colonia Dignidad en el fundo El Lavadero, cerca de Parral. En este tramo queda en evidencia cómo se configura la secta desde una interpretación perversa del cristianismo, en donde la fe se traduce en un mundo cerrado y propenso a las vejaciones de carácter sexual y psicológico. Los dos siguientes capítulos abordan el vínculo de la Colonia con el gobierno de la Unidad Popular y la Dictadura Militar. El relato del horror pasa ahora al reino de las torturas y asesinatos permitidos por los lazos entre la Dictadura y los colonos alemanes. El tercio final se centra en las postrimerías del Régimen Militar y los años de la restitución democrática. Bajo un prisma de suspenso, vemos cómo los favores políticos permiten mantener el funcionamiento de la comunidad, continuando con los abusos, hasta la ulterior detención de Schäfer en Argentina, gracias, entre otros actores, al valiente testimonio de niños y adolescentes que logran huir de la secta.

El uso del archivo, a lo largo de los seis episodios, es particularmente revelador, no solo por el componente testimonial que poseen, lo que le otorga un sentido y valor al hecho, quizás trivial en su minuto, de que hubo una persona con una cámara y filmó mucho de lo que ocurría al interior de la Colonia, imágenes que hoy obtienen una nueva luz. Pero también se ofrece un tratamiento audiovisual específico, el que funciona como correlato de lo espantoso que es contado. Vemos constantemente error y ruido, deficiencias técnicas, problemas de tracking, desviaciones de color, grano, entre otros. Muchos de estos elementos pueden estar en el material original, otros ser sumados posteriormente, pero su elocuencia es notable y funciona como complemento visual para los relatos de las y los sobrevivientes: hay una suciedad intrínseca a toda esta historia, cierto desajuste cuyo eco estético da cuenta de una cruel trayectoria de vejación e impunidad.

La decisión de utilizar entrevistas a los participantes activos y pasivos de esta historia es interesante, en tanto que pone al espectador en una posición de empatía con las víctimas y la crudeza de sus relatos; nos permite dimensionar el tamaño de los crímenes y cómo, en el caso de los colonos sobrevivientes, su mundo se vio y se ve moldeado por los rígidos límites que les impuso la comunidad. Una pieza clave en esta lógica es la presencia de Salo Luna en la serie, cuyo caso fue fundamental en el desmantelamiento de la operación criminal de la Colonia en la década de los 90, y quien asume la voz principal de la obra. Así, no solo cuenta su propia historia, sino que también narra determinados acontecimientos centrales para comprender el panorama general en donde se sitúan las acciones y personajes. 

Con toda la potencia que contiene este gesto, reviste también un riesgo, en tanto que el punto de vista de la realización se difumina ante su ausencia enunciativa. Con esto no quiero decir que el documental deba dar cuenta de la Historia, así con mayúscula, que estén obligados los realizadores a esclarecer su posición literal, en cámara o a través del montaje, que no se permita un ángulo específico de mirada. Pero sí me interesa poner el acento en una consecuencia de la decisión de que sean los protagonistas quienes cuenten no solo sus historias, sino los contextos sociales y políticos donde se vieron involucrados.   

Este cortocircuito, si se quiere, se percibe particularmente en el segundo tercio de la serie, justamente aquel donde el “afuera” cobra protagonismo, la UP y el Golpe. Es comprensible que de las voces de los colonos escuchemos un miedo a las supuestas “hordas marxistas” que vendrían a expulsarlos de su fundo –en donde Schäfer adquiere un ambivalente carácter de abusador a la vez que protector. No obstante, es extraño escuchar a alguien como Roberto Thieme, líder del grupo de extrema derecha Patria y Libertad; después de narrar la coordinación que organizó entre la Colonia y el ejército de Chile y ser la voz activa que describe todo ese periodo, señala que nunca habría imaginado que ese mismo ejército podría convertirse en “el verdugo de su propia gente”. Que alguien que abiertamente diga que fue la pieza clave para establecer un vínculo estratégico, desde el que se torturó e hizo desaparecer a decenas de personas, luego ofrezca una frase así que bordea la hipocresía, resulta violento. La serie, en sintonía con su sistema narrativo, no sopesa esta declaración, lo que termina abriendo un flanco de cuestionamiento. 

En una tecla similar, cuando se opta por dar voz a jerarcas de Colonia Dignidad, reactiva aquella antigua pregunta por los límites de la representación del mal en el cine y el audiovisual. Uno de los reparos que han aparecido frente a la serie, particularmente de la Agrupación de Exniños Chilenos Víctimas de Colonia Dignidad, hace alusión a esto y cómo el discurso ubica a Schäfer prácticamente como el único artífice de la secta, quedando sus colaboradores en una posición de ignorancia o inacción. A diferencia de un caso tal vez extremo, como The Act of Killing (Joshua Oppenheimer, 2012), en donde a través de una herramienta tradicional del cine documental como la recreación se subvierte la posición de poder de los criminales, en Colonia Dignidad… la entrevista opera de forma más confesional, expiativa. Una diferencia fundamental es que, en la obra de Oppenheimer, los asesinos no han sido enjuiciados, mientras que acá se encuentran tras las rejas. Es como si, ya que la justicia “ha hecho su trabajo”, entonces la imagen puede asentarse de manera más neutra con estos personajes. En efecto, la serie no puede hacerse cargo de las demandas de reparación que víctimas aún persiguen, y nuevamente, es coherente con las premisas que estableció para contar la historia.

Más allá de la pregunta abierta por cómo y hasta qué punto se hacen admisibles determinados discursos, lo cierto es que la miniserie viene a llenar un vacío por largo tiempo pendiente sobre un episodio particularmente oscuro de nuestro pasado, del cuál muchas dudas quedan aún por resolver. La presencia en el archivo del actual Ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín, evoca de manera nefasta la protección institucional con la que contó -y sigue contando, denuncian las víctimas- este enclave alemán en la zona centro sur del país. Poder de clase, poder político, económico, mediático, religioso y militar se combinan para señalar una vez más que la justicia no es ciega. “Las sombras forman parte del cuadro”, escribió Jean-Louis Comolli a propósito de cómo la historia del cine no ha sido pacífica jamás, y cómo lo que no se hizo y lo que no se vio son parte también de esa historia. Obras como Colonia Dignidad… permiten percibir mejor el cuadro, aunque esto pueda ser doloroso. Cuando las sombras retroceden, no es raro que aparezcan los monstruos. Es una de las consecuencias en el ejercicio documental.

 

Título original: Colonia Dignidad: una secta alemana en Chile / Colonia Dignidad - Aus dem Innern einer deutschen Sekte. Dirección: Annette Baumeister, Kai Christiansen, Wilfried Huismann, Heike Bittner, Cristián Leighton. País: Alemania- Chile. Año: 2021. Episodios: 6. Distribuición: Netflix.