El ciudadano ilustre: El choque cultural entre el Norte y el Sur

Tal vez el premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana 2016 entregado recientemente en Madrid a la argentina El ciudadano ilustre (realizada con la participación de la productora española A Contracorriente y el apoyo de Televisión Española), responda a una visión europea de Latinoamérica como un territorio en que sus habitantes ofrecen un atractivo material para construir personajes, si no de realismo mágico, de historias más cercanas a lo popular que a la alta cultura.

Tal como en El hombre de al lado, una de sus películas previas, en esta realización los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat abordan el choque cultural entre la elite intelectual y el vulgo como dos polos irreconciliables y, de paso, superan imaginariamente la frustración argentina dándole el Nobel de Literatura a un compatriota suyo venido de un pueblo que se cae del mapa, pero que lleva 40 años viviendo en Europa (¿es del norte o del sur?). Cohn y Duprat, que comenzaron haciendo videos experimentales con un estilo artesanal y alguna vez se ufanaron de usar cámaras de matrimonios y en foco automático para filmar, buscan graficar la rusticidad pueblerina, la idiosincrasia y al argentino medio, con un estilo altisonante y alejado del plano-contraplano.

Si en su anterior largometraje el selecto protagonista se veía desbordado por el vulgar vecino que decide construir una ventana en su casa, atentando contra la privacidad del diseñador de alto nivel, en El ciudadano ilustre la tensión entre el artista iluminado (el escritor Daniel Mantovani) y el pueblo, entre el intelectual y la masa ignorante, a la vez está cruzada por una cuestión geográfica y colonial: el Norte pareciera ser el refinado y culto, y el Sur aquel lugar del cual hay que escapar y sólo regresar después de muchos años para extraer nuevas ideas. Lo provinciano como el espacio donde los ciudadanos ilustres son los que vienen del viejo continente (aunque hayan nacido en el nuevo mundo) y que sólo visitan para inspirarse sobre lo folclórico, lo popular o costumbrista entre tanta ignorancia y falta de sofisticación.

Mantovani (personificado por un cómodo Oscar Martínez) es un escritor argentino que dejó, con apenas 20 años, la pequeña localidad de Salas para probar suerte en Europa, logrando el éxito comercial y alcanzando el máximo galardón al que puede aspirar un artista: el Premio Nobel de Literatura. Desde entonces pasan cinco años sin que pueda escribir ni un solo ejemplar, convencido de que sus libros se escriben cuando ellos quieren -como dice en una entrevista cuyo titular se lee en una gigantografía con su foto en Barcelona, la ciudad donde vive- y que sólo hay que escribir cuando se tenga algo que decir.

Frente a los reyes de Suecia y a la elite intelectual europea, Mantovani rompe la solemnidad de la ceremonia de entrega del premio Nobel con un provocador discurso en el que reconoce que el que lo hayan elegido responde, directa e inequívocamente, a su ocaso como artista y que se volvió un escritor cómodo para jurados, especialistas, académicos y reyes, lo que se contrapone a lo que -cree- debe ser el espíritu que debe tener todo hecho artístico: interpelar y sacudir.

Con esta primera escena arranca esta comedia negra que a medida que avanza va disipando el humor, con la que los directores adelantan una reflexión sobre qué es ser artista. Pasada la ceremonia de la premiación, la película luego parece perderse entre el ego y las desventuras del protagonista, cuando decide volver de visita a su pueblo natal después de cuatro décadas y nuevamente escapar de la incomprensión pueblerina y de los enredos que terminan en drama.

Aunque sus historias literarias están ambientadas y nunca se fueron de Salas, Mantovani cree que lo mejor que hizo fue escapar de ese lugar: “Mis personajes nunca pudieron salir y yo nunca pude volver”. Hasta que decidió hacerlo, desechando otras innumerables invitaciones internacionales, al conmemorarse el aniversario de Salas. Allí lo proclaman “ciudadano ilustre” de la localidad con una apretada agenda que incluye charlas ante una poco participativa y desatinada audiencia que le pregunta por qué no escribe cosas bonitas; interrupciones y escándalos de un pintor no seleccionado por él en un concurso de pintura; o la pintoresca escena sobre un carro de bomberos recorriendo las calles junto a la reina de belleza de Salas, tal vez la más fresca y genuina imagen de la vida en ese pueblo que aparece en la película. Hasta una estatua en una plaza inauguran en su honor, aunque el busto no tiene ningún parecido con su rostro, ante lo que bromea diciendo que ser Premio Nobel convierte a quien se lo gana en estatua; lo que al parecer no es una metáfora.

cabezas_corderos

Dividida en cinco capítulos, la película tiene un tono de humor negro en los primeras partes para luego ir perdiéndolo en una maraña de situaciones donde el que era el hijo ilustre del pueblo, recibido con honores por sus autoridades y que en la calle era perseguido por la gente que lo grababa con sus celulares como rockstar, se va convirtiendo en un ser incómodo a medida que se tensiona la relación y los posibles puntos de encuentro entre la alta cultura y la cultura popular; entre el Arte con mayúscula y los mamarrachos de cuadros que participan en el concurso del pueblo; entre el Norte que valora su irreverencia y el Sur que no la comprende, hasta odiarla.

Menos hilarante resulta la dudosa estrategia publicitaria de Cohn y Duprat, que en paralelo a la película editaron un libro con su mismo título en la colección Nobel de editorial Penguin Random House, que en su solapa tiene una supuesta foto de Daniel Mantovani (que en realidad es del actor Oscar Martínez) y un elogioso escrito de la Academia Sueca sobre él y, en la contratapa, un texto que dice “El Ciudadano Ilustre cuenta la Argentina como sólo él puede hacerlo”. Una forma a lo menos excéntrica de superar el hecho que ni Borges ni ningún otro escritor transandino haya recibido el máximo galardón de literatura.

Marisol Aguila Bettancourt

Nota comentarista: 7/10

Título original: El ciudadano ilustre. Dirección: Mariano Cohn, Gastón Duprat. Guión: Andrés Duprat. Fotografía: Mariano Cohn, Gastón Duprat. Gastón Duprat. Montaje: Jerónimo Carranza. Reparto: Óscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio, Belén Chavanne, Nora Navas, Iván Steinhardt, Manuel Vicente, Marcelo D'Andrea, Gustavo Garzón, Emma Rivera. País: Argentina, España. Año: 2016. Duración: 118 min.