El Conformista: Un clásico moderno

El conformista (1970) pertenece a una etapa de transición en la carrera de Bernardo Bertolucci y sigue siendo una de sus películas más completas y complejas. Un filme sobre la arquitectura mental de Marcello Clerici (interpretado por un hierático Jean-Louis Trintignant) y el movimiento de una cédula al servicio del fascismo antes de la caída de Mussolini.

Ambientada con cuidado, alternando escenarios de gran belleza plástica, fotografiados con detalle por Vittorio Storaro, con lugares que alternan surrealismo kakfiano y la sordidez del momento sociopolítico, la película consigue mantener el ritmo, el interés y la densidad a partir de un personaje de temperamento agresivo que está muy lejos de ser simpático al espectador. Una figura que viene de la novela homónima del comprometido Alberto Moravia, quien realiza aquí un personalísimo y vigente análisis de la mentalidad fascista de ciertos resortes del poder, no solo en la época que retrata con sumo cuidado y elegancia sino en todo su alcance. En este sentido, Bertolucci sabe fundir con maestría el drama individual y la historia colectiva.

Con una elegante puesta en escena, dosificando la tensión, la ironía y el erotismo, se presenta  el estudio psicológico de un hombre que busca de forma peculiar “ser un sujeto corriente”, mientras deja sin solucionar las mimbres de las que está hecho su carácter inseguro  y siniestro, marcado por una fidelidad cegata a las órdenes de sus superiores en unas oscuras operaciones contra gente considerada “subversiva”, por una herencia familiar y por una serie de impulsos reprimidos que no le dejan ser aquello que quiere ser.

Junto a Trintingant destaca la aparición en la segunda parte del filme de una excelente Dominique Sanda, que hace tambalear las firmes y casi supersticiosas creencias en su causa del protagonista. Él está casado con una joven a la que desprecia y marcado por episodios vitales que saltan a la pantalla en una inteligente construcción en flash-backs que abordan la infancia del protagonista y distintos episodios que acabarán tomando un cariz insospechado en su laberinto de amor y muerte, trazado con precisos movimientos de la cámara en espacios complementarios u opuestos.

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Magníficas composiciones audiovisuales que deben mucho a Storaro (habitual de Bertolucci en la época) y a la banda sonora de Georges Deleure en su mejor momento como compositor, dando una forma bella, geométrica e inquietante a una historia sórdida que no deja de ser la historia de un psicópata que ha abrazado la causa del totalitarismo y se ha puesto al servicio del espionaje y de la ejecución de los disidentes. Aparecen de refilón aspectos como la extraña relación de Marcello con la religión y la Iglesia, la homosexualidad reprimida y el miedo y la fascinación por la violencia y las armas.

Un filme que, por otro lado, recobra fuerza en la Europa de hoy salpicada por la sombra del auge de la extrema derecha y sus ambiguos movimientos en un enloquecido tablero de ajedrez   que respalda el fanatismo y el temor cuasi patológico a la diferencia y a la libertad.

Bertolucci, todavía en activo, ha transitado los terrenos cinematográficos más dispares sin temor a la polémica. Pero El conformista es una muestra de la solidez e intemporalidad de algunos de los trabajos del mejor cine italiano de los setenta que llega hasta hoy, a la vez hermoso, inquietante y comprometido.

 

Eduardo Nabal Aragón

Nota comentarista: 8/10

Título original: Il conformista. Dirección: Bernardo Bertolucci. Guión: Bernardo Bertolucci (según novela de Alberto Moravia). Fotografía: Vittorio Storaro. Música: Georges Delerue. Reparto: Jean-Louis Trintignant, Stefania Sandrelli, Gastone Moschin, Enzo Tarascio, Fosco Giachetti, José Quaglio, Dominique Sanda, Pierre Clémenti, Yvonne Sanson, Orso Maria Guerrini, Giuseppe Addobbati, Christian Aligny. País: Italia. Año: 1970. Duración: 108 min.