El hijo de Jean: La saga del padre

Mathieu, un abogado de 33 años que reside en París, recibe una llamada extraña por la entrega de una herencia. Al indagar, se da cuenta que viene del padre que nunca llegó a conocer y del cual posee escasas y confusas referencias por parte de su madre. Removido por todo ello, decide viajar a Montreal para saber más sobre él y su familia perdida. A partir de este plot inicial, el director Philippe Lioret construye una intriga que se mueve entre el drama familiar y el thriller.

Lioret sitúa buenos puntos de giro en el relato, mientras asistimos a la búsqueda un tanto detectivesca de Mathieu en torno a sus orígenes. Sin caer en una densidad excesiva, el director logra combinar la pasión por el relato con los climas psicológicos, haciendo un uso interesante del escenario como telón de fondo a la intriga. Quizás una de las escenas más sugerentes (y logradas) al respecto se sitúa en una inspección a un lago, mientras Mathieu se internaliza en el comportamiento de sus hermanos. En medio de la búsqueda de un cuerpo, Lioret observa con sigilo el comportamiento de ellos y comienza a profundizar sobre los temas centrales del filme: la heredad, la transferencia, los vínculos, la ausencia del padre.

Un personaje motor dentro de una galería rica en secundarios es Pierre, el mejor amigo del padre y quien hace el llamado desde Cánada. Pierre funciona como “guía” del mundo a descubrir por parte de Mathieu, a la vez que le pide que no revele su identidad. Gracias a este vínculo, Mathieu irá indagando en lo que fue la vida de su padre y el porqué nunca buscó contactarlo. Pierre funciona en la película como un personaje gatillante que va adquiriendo mayor relevancia hacia el cierre.

Como director, Lioret lleva estas situaciones narrativas con pericia, aunque sin particularidades mayores, ajustando su narración al conflicto dramático y a la resolución, apoyado de diversas maneras por los “trucos clásicos” de guión: objetos transferenciales o un punto de giro que sorprende sin abandono del hilo central. Su mayor talento está en la construcción de personajes -principales y secundarios- sólidos y que resultan de interés. A la vez, la puesta en escena y el tratamiento narrativo tienden a ser poco arriesgados, cuando no meramente correctos. Similar cuestión ocurre con el personaje de Mathieu y una trama centrada en el universo afectivo, con algún guiño psicoanalítico, pero que, como buena historia de novelesca familiar, cierra en su punto de origen, poniendo en su lugar a padres e hijos. Con todo, se trata de un filme bien llevado, que pareciera heredar del intimismo francés su tono más psicológico y del cine independiente americano el retrato de familias disfuncionales.

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El hijo de Jean, gira en torno al tema del padre ausente, pero sobre todo, como su nombre lo indica, en torno al lugar del hijo, un hijo que se busca a sí mismo. Los dos hermanos se pelean por la herencia de un padre recién fallecido, mientras Mathieu lo que busca es solamente conocer a su familia, no pedirle nada a nadie. A su vez, desde el inicio se nos muestra como un padre que no encuentra el tiempo para compartir con su hijo, lo que es también otros de los temas que circundan a Mathieu.  El círculo simbólico cierra cuando es el padre el que busca al hijo, ahora, desde la culpa, la necesidad de reconocimiento y redención. Los que se encuentran son adultos que deciden hacerse cargo del otro y el sabor que el reencuentro es, siempre ya, una despedida.

Nota comentarista: 7/10

Título original: Le fils de Jean. Dirección: Philippe Lioret. Guión: Natalie Carter, Philippe Lioret. Fotografía: Philippe Guilbert. Reparto: Pierre Deladonchamps, Gabriel Arcand, Catherine de Léan, Jean-Pierre Andréani, Christopher Atallah, Caroline Bizier-Brière, Tania Bolduc, Anne-Valérie Bouchard, Valerie Cadieux, Pierre-Yves Cardinal, Patricia Dorval. País: Francia. Año: 2016. Duración: 98 min.