El imperio de los sentidos: Imágenes de primavera

¿Cómo traducir desde occidente la idea japonesa de “lidiar”? ¿o cómo entender desde occidente el erotismo de oriente, el japonés, en este caso? Esta última es una pregunta demasiado ambiciosa, pero es desde ahí desde donde me gustaría aproximarme a El imperio de los sentidos, desde mi propia imposibilidad de entender cómo el encuentro erótico y amoroso de Sada Abe y Kichizo Ishida los lleva del gozo a la muerte.  

Sada Abe es la que mira primero a Kichizo Ishida, ella es una exprostituta que ha llegado a trabajar a la casa de Ishida, su ‘amo’, lo mira primero pero más bien lo espía, las otras trabajadoras de la casa le dicen que todas las mañanas Ishida hace el amor con su esposa. Sada los mira entonces de mañana. Después de aquello la mujer limpia los pisos de la casa, ahora es él el que la mira, le descubre el trasero para tocárselo y esa misma noche Sada sustituye a una de las geishas que acompaña a Ishida. Así comienza una serie de encuentros que oscilan entre el placer y el dolor; el deseo erótico y la pasión amorosa. La entrega a los placeres ante toda mesura, la pasión parece poseer a la pareja. El placer hasta la muerte.

Desde su título, la película dirigida por Nagisa Ōshima nos enfrenta a dos formas de entender la sexualidad: la de occidente y la de oriente. El imperio de los sentidos, traducción del francés L'Empire des sens poco tiene que ver con el original en japonés: 愛のコリーダ (Ai no Korîda) Lidia de amor, ¿Qué es lidiar de amor? Lidiar proviene del latín litigāre: luchar. Es interesante la primera acepción que apunta la RAE “luchar con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte”, algo hay de esa incitación y muerte en El imperio de los sentidos, pero creo que la ‘lucha’ en el erotismo se entiende (y se vive) de una manera muy distinta en Japón y en Francia.

¿Cómo traducir desde occidente la idea japonesa de “lidiar”? ¿o cómo entender desde occidente el erotismo de oriente, el japonés, en este caso? Esta última es una pregunta demasiado ambiciosa, pero es desde ahí desde donde me gustaría aproximarme a El imperio de los sentidos, desde mi propia imposibilidad de entender cómo el encuentro erótico y amoroso de Sada Abe y Kichizo Ishida los lleva del gozo a la muerte.  

Un primer intento de aproximación está en la distinción entre el BDSM y todas aquellas prácticas orientales que contemplan el dolor en el placer como el Shibari (. En el acrónimo occidental, los apellidos del Marqués de Sade y de Leopold von Sacher-Masoch dan cuenta de una forma de entender el dolor en el erotismo a través de la dominación y la sumisión que en la literatura de ambos autores mucho tiene que ver con una especie de disposición mental (experimentar la vulnerabilidad en la humillación, por ejemplo) de ahí los juegos de rol: asumirse dominante para infringir dolor y viceversa. En el Shibari esta disposición importa menos que la experiencia del dolor que se experimenta a través de las ataduras.

Sería precipitado de mi parte aventurar que la distancia con la experiencia del dolor en el erotismo japonés tiene que ver con que una (la occidental) privilegia un estado mental sobre la dimensión física, el simple hecho de separar lo mental de lo físico va en contra de ciertas ideas orientales y; sin embargo, para insistir en la diferencia entre oriente y occidente tendría que considerarse también la distinción occidental entre pornografía y erotismo. En Japón la tradición del shunga (春画) estampillas japonesas de temática sexual en las que las que los genitales ocupan un lugar central difiere del erotismo occidental que, para distinguirse de la pornografía, “sugiere” los genitales en lugar de mostrarlos.

En su traducción shunga significa “imágenes de primavera”, la primavera funciona como metáfora para el encuentro sexual. Hasta ahora había querido aproximarme a El imperio de los sentidos desde la diferencia, pero me gustaría hacer el movimiento contrario y aproximarme desde la cercanía porque en occidente también usamos la imagen de la primavera para referirnos a los placeres del enamoramiento y el erotismo. Lo que llama mi atención es la identificación entre un estado de gozo y una estación que puede caracterizarse por el florecimiento de algo, de las flores o de la pasión. En la película para mostrar el coito algunos planos detalle comparten con el shunga la centralidad de los genitales, pero también están presentes los espacios de lo cotidiano como las habitaciones de los amantes, la música y la comida explorados en las xilografías del shunga.

Una hipótesis más respecto a la cercanía: como en occidente, el sexo representa la fusión y el placer erótico, pero también es una vía para explorar otros temas (culturales y políticos como en el caso de Sade y Masoch). En el cine de Nagisa Ōshima, el despertar sexual, en Crueles historias de juventud (青春残酷物語, 1960), y en Sing a Song of Sex (日本春歌考, 1967), o el placer y la culpa, en El imperio de la pasión ( , 1978), se abordan en compañía de los conflictos políticos y en el contraste entre la generación de posguerra y su anterior. En el cine de Ōshima los jóvenes que descubren el placer erótico conocen también la muerte, la crueldad y el desamparo del mundo, ese con sus promesas de modernidad.

Sin embargo, en El imperio de los sentidos la alusión a lo político parece más sutil. En una escena, Kichizo Ishida camina por un costado de la calle en dirección contraria por la que marcha un grupo de soldados, son los años previos a la segunda guerra mundial, pero la guerra es un gran fuera de campo. Están los soldados en las calles, las mismas calles en las que la pareja juega a espantar transeúntes o en las que saludan a una anciana barrendera mientras cogen entre la nieve. Ōshima es consecuente con sus ideas, quizás para los amantes no hay ejercicio de libertad más grande que el compromiso con su deseo hasta alcanzar el placer total. Un ejercicio de libertad a través del placer de los sentidos.

Por último, para evitar las generalidades como aquella de que occidente privilegia la mente sobre el cuerpo, me gustaría precisar que para ciertas tradiciones filosóficas como la fenomenología nuestro cuerpo (con las experiencias que tenemos a través de él) es una vía de conocimiento. ¿Puede ser el sexo una vía de conocimiento del mundo o de nosotros mismos? Creo que sí en tanto somos mente, pero también un cuerpo que siente, piensa y ejerce su libertad. Si para el psicoanálisis el placer nos ayuda a conformar nuestra identidad, para algunas tradiciones orientales el deseo sexual es también una práctica integrada a la vida cotidiana. En ese sentido, si el sexo en oriente es un camino o una vía de “autoconocimiento”, también podría tratarse de una ética.

Qué difícil pensar en una ética que puede conducirnos a la muerte y no pensar en las ideas de Georges Bataille sobre el erotismo, lo que en Bataille parece ser una metáfora o poesía: “el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte” en la película de Ōshima me parece que es una consecuencia del compromiso con el placer al que me referí anteriormente. Dicho compromiso está presente también en La bestia ciega (盲獣,1969), dirigida por Yasuzô Masumura, en la que una pareja experimenta el placer por medio de prácticas sexuales cada vez más extremas: de la asfixia a los cortes en el cuerpo y del corte a la muerte. Un giro inverso al de Bataille, porque el orgasmo puede no ser muerte sino ser también vida (o creación). En el caso de las películas de Masumura y Ōshima ¿la aprobación de la muerte en la vida? No lo sé, pero en el final El imperio de los sentidos, la voz en off de un narrador nos dice que Sada Abe sonreía mientras caminaba por las calles con los genitales de su compañero en las manos.

Título original: El imperio de los sentidos. Dirección: Nagisa Ōshima. Guion: Nagisa Ōshima. Fotografía: Hideo Ito. Música: Minoru Miki. Reparto: Eiko Matsuda, Tatsuya Fuji, Aoi Nakajima, Yasuko Matsui, Meika Seri. Año: 1976 País: Japón, Francia. Duración: 97 min.