El maravilloso reino de Papa Alaev: el peso de la tradición

Noam Pinchas y Tal Barda son los directores del documental El Maravilloso Reino de Papa Alaev, que ha llegado a exhibirse por estos días en algunas salas del país. Esta producción franco israelí del año 2016, nos presenta a la Familia Alaev la que, liderada por el padre, Allo Alaev, se estableció en Israel luego de emigrar de Tayikistán en 1991, tras el derrumbe de la Unión Soviética. Se trata de una familia de músicos, talentosa y reconocida internacionalmente, que hoy ya va en la tercera generación, redituando del éxito que lograra Allo en su juventud y que sus hijos y nietos han seguido consolidando.

Ahora bien, lejos de dar cuenta de la historia -en términos cronológicos o lineales- de cómo Allo Alaev forjó este reino y el camino que él y sus descendientes han seguido hasta aquí, el documental se concentra en el registro de un cuestionamiento, de una crisis latente. Y es que Papá Alaev, como es conocido por todos, ha marcado el rumbo de su familia desde su juventud y hoy, con toda su prole viviendo bajo el mismo techo, en una casa en que la música domina cada espacio, su imperio de doyras[1], clarinetes y violines parece tambalearse.

Dotado de un férreo carácter y al mismo tiempo de un cierto carisma, Papa Alaev ha impuesto su sello en la carrera artística de esta familia e intenta asegurarse, a los 81 años, que así continúe. Pero este patriarca no solo se basta a sí mismo para servir a ese propósito, ni se limita a dirigir esa carrera desde lo estrictamente musical. Los Alaev son judíos y se insertan en una cultura en que las tradiciones y la voz de los mayores se respetan a ultranza y en que las mujeres tienen un papel, en buena medida, relegado al de comparsa, sin que por lo visto se les admita la adopción de las grandes decisiones. Esa personalidad apabullante, sumada a este factor cultural del que también es reflejo son los elementos que desencadenan a la larga la rebelión que se gesta.

Con una banda sonora extraordinaria, contagiosa y llena de energía -que no es otra cosa que la propia producción musical de los Alaev-, el trabajo inserta la cámara en todos los rincones de la casa y se desplaza atestiguando las conversaciones en general domésticas, pero muchas de ellas suficientemente reveladoras de las reglas que rigen este hogar y especialmente de los conflictos que han decidido no camuflar. En ese sentido es acertado el enfoque de las dinámicas familiares en cuanto se enfatizan las situaciones que demuestran cómo funciona este organismo, cómo se administra y cómo intenta sostenerse cuando algunos de sus miembros manifiestan resignación, una lealtad atormentada o derechamente la rebeldía.

Desde el comienzo, sin entrar en demasiados detalles respecto del contexto sino lo suficiente para ubicarse en el espacio y el tiempo, se irán presentando uno a uno los miembros de la familia que focalizan los debates actuales. Y así veremos a dos de los hijos de Allo, Ariel y Ada y a sus nietos Zvika y Amir, todos profundamente involucrados en su arte. Ariel es con certeza el sucesor de Allo y sigue sus directrices obedientemente; su enfrentamiento es con su hijo, Amir, un chico que siendo increíble intérprete ha decidido dedicarse a la religión, desafiando sin mucha complicación las formas. Negarse a ensayar en sábado porque eso atenta contra el carácter sagrado del sábado, en que no es admitido trabajar, por ejemplo, es algo incomprensible para Ariel y echa por tierra años de severa doctrina en la disciplina de la música.

Ada por su parte, comprueba cada día cómo su condición de mujer y de madre la relegó del grupo, de las giras, de los conciertos; siendo joven participaba activamente con su padre en los escenarios, tocando magistralmente las cuerdas y ahora ya adulta intenta constantemente ser nuevamente considerada. Ella es una mujer moderna, madre soltera, con estudios, que se adapta con dificultad a este esquema patriarcal. El camino recorrido por Ada será probablemente el mismo que le toque recorrer a Aviva, la nieta menor que hoy también se luce en el escenario. Su mayor apoyo para regresar a la música es su hijo Zvika.

Zvika, de una forma menos disruptiva que su primo hermano, se plantea continuar su carrera, pero en forma independiente del clan Alaev; con menos cinismo que su primo Amir, sin embargo, Zvika sí se atormenta. Las actuaciones sobre el escenario son una verdadera batalla cuando Papa Alaev, que ya no se mueve mucho, pero se mantiene en su trono dirigiendo con su voz potente y su mirada severa la orquestación, observa a Zvika saltando de un lado a otro y movilizando al público haciéndolo cantar. Esa performance de su nieto, se percibe como una verdadera afrenta. “Para ser un líder como Papa, debo seguir mi propio camino”, dirá.

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Desde donde está puesta la mirada del documental, bien puede afirmarse que los protagonistas son estas personas porque son ellas quienes se expresan, quienes se dejan conocer, quienes quieren explicar casi ansiosamente sus circunstancias, en tanto Papa Alaev, terminará percibiéndose como un personaje distante al que no se necesita acceder en términos de intimidad para entender el efecto que produce su dictatorial forma de ser. De esta manera, particularmente en el caso de Ada y su hijo, la cámara parece otorgarles un espacio para la confidencia y el desahogo y uno como espectador bien puede considerarse un confidente.

Uno entenderá, con tal vez un razonable margen de duda, que ese ambiente opresivo que rige las vidas de los Alaev, desde lo que se compra en la feria y lo que se cocina y cómo se cocina hasta con quién deben casarse los jóvenes, es una mezcla de lineamientos culturales por una parte y la personalidad de Papa Alaev, por otra. En otras palabras, conocer a los Alaev tal vez es más que solo eso, es (re)conocer el mundo a que esa familia pertenece y que en tantos sentidos nos es tan lejano.

 

Nota: 7/10.

Dirección y guion: Tal Barda, Noam Pinchas. Producción: Bruni Burres, Christine Camdessus, Serge Gordev, Noam Pinchas, Tal Barda. Edición: Yael Bitton. Fotografía: Uri Ackerman. Sonido: Gil Toren. Música: The Alaev Family

[1] Tambor de marco de tamaño mediano con sonajas que se utiliza en las región de Los Balcanes, Asia Central para acompañar música folclórica o popular.