El precio de la verdad (2): Abogado con causa

Un filme a ratos apasionante por lo que cuenta, a ratos aburrido por la forma simplemente correcta y ajustada con la que expone los hechos basados en sucesos verídicos. Hasta la fotografía de su inseparable Edward Lachman parece aquí controlada para dar una versión fiel a los hechos, un retrato del poder de las grandes empresas y sus malas prácticas, realizadas a sabiendas del dolor humano y el deterioro social que pueden provocar.

No encaja demasiado bien en la trayectoria artística de Todd Haynes un filme social, una suerte de thriller político sobre la lucha de un abogado contra una gran empresa química que causa estragos en sus alrededores y lejos de sus instalaciones. Con todo, estamos ante un trabajo más que interesante y aplicado en el que el director de Carol (2015) aplica una frialdad y un saber hacer que convierten a El precio de la verdad en un filme a ratos apasionante por lo que cuenta, a ratos aburrido por la forma simplemente correcta y ajustada con la que expone los hechos basados en sucesos verídicos. Hasta la fotografía de su inseparable Edward Lachman parece aquí controlada para dar una versión fiel a los hechos, un retrato del poder de las grandes empresas y sus malas prácticas, realizadas a sabiendas del dolor humano y el deterioro social que pueden provocar.

El caso real en que se inspira es el de las prácticas, cuando menos, imprudentes de la empresa DuPont en su fabricación de las famosas sartenes de Teflón, y en un largo etcétera de pequeños y no tan pequeños desastres medioambientales que intentan tapar con todos sus medios. A ellos se enfrenta  Bob (Mark Ruffalo, tan creíble como siempre), que emplea sus conocimientos como abogado en este tipo de corporaciones para destapar las miserias de la empresa y los estragos humanos y naturales que provocó en el pueblo donde él nació y creció y al que vuelve en busca de respuestas. Las vacas muertas, los vecinos enfermos, el silencio y el oportunismo son algunos de los motivos visuales y temáticos que utiliza Haynes para presentarnos su batalla ética de las víctimas, con o sin nombre, de las pesquisas de la DuPont, bien blindada en sus intereses.

El problema de un filme bien realizado y dotado de elementos suficientes para captar al público es que no hay un conflicto sentimental de suficiente entidad  dramática para arropar esta historia de lucha de David contra Goliat, quedando los secundarios (Anne Hathaway, Tim Robbins) algo desdibujados y el mismo protagonista parece dar la espalda a las emociones en favor de una gran causa. No estamos, pues, ante nada nuevo desde un punto de vista fílmico, superado por trabajos de mayor ritmo y entidad como Spotlight (Tom McCarthy, 2015), por lo que solo se nos ofrece una esmerada denuncia que causa la esperable indignación en el espectador/a.

 

Título original: Dark Waters. Dirección: Todd Haynes. Guion: Mario Correa, Matthew Michael Carnahan (basado en "The Lawyer Who Became DuPont's Worst Nightmare", de Nathaniel Rich). Fotografía: Edward Lachman. Montaje: Affonso Gonçalves. Música: Marcelo Zarvos. Reparto: Mark Ruffalo, Anne Hathaway, Tim Robbins, Bill Camp, Victor Garber, Mare Winningham, Bill Pullman. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 126 min.