El Renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015) (1/4): Sensaciones primitivas

Para sorpresa de algunos, pero no para mí, González Iñárritu, repentinamente, se ha posicionado en el mapa mundo del cine, siendo cada adelanto de una nueva película suya un acontecimiento y una especie de premonición que más tarde se manifestará en distintos niveles, desde un desmedido éxito, pasando por nominaciones, conversaciones casuales entre amigos y todo a lo que estamos acostumbrados cuando una cinta se vuelve box office.

No es que antes de Birdman este cineasta mexicano (cuyos filmes son más retenidos por el público que sus dos apellidos, pero es cosa de tiempo para que esto se nivele) no nos haya deslumbrado con verdaderas proezas narrativas como lo fueron Amores perros y 21 gramos. Simplemente es que con Birdman alcanza un refinamiento de todo lo anterior, encontrando eco a su estilo gracias a su complicidad evidente con el director de fotografía Emmanuel Lúbezki y generando una propuesta distinguida que le da un sentido distinto al concepto de cámara libre del que se ha abusado hoy en día con excesivos desenfoques y horribles encuadres.

Ahora bien, no estoy aquí para hablar sobre Birdman, no obstante es necesario citarla, pues con Iñárritu uno debe darse cuenta que a partir de ahí dio un paso trascendental y ahora se ha ubicado en un escalafón donde lo que se refinó anteriormente para dibujar una bella alegoría, ahora sirve para diseñar una estética descarnada, inclemente y brutal. La cámara en Birdman nos llevó a perdernos en la sensación de que todo es un embriagador tiempo real, pero en El renacido alcanza eso y más, pues es más desesperante que embriagador.

Son los años veinte del siglo XIX y una faena de cazadores se ha instalado en la Compra de Luisiana. Entre ellos está Hugh Glass (DiCaprio), un hombre de pocas palabras y que es acompañado constantemente por Hawk, su hijo de sangre indígena.

De la nada, el asentamiento es atacado por un grupo de nativos que andan en busca de pieles. Solo diez sobreviven, entre ellos nuestro protagonista, su hijo y John Fitzgerald (Tom Hardy), un exmilitar de sangre fría, muy mal hablado y propenso a la violencia. La presencia del joven va poco a poco generando leves roces entre Glass y Fitzgerald, roces que adelantan no solo la xenofobia como factor antagónico, sino que la concatenación de sucesos insospechados y violentos. Sin embargo, el verdadero punto de quiebre de esta historia y que propicia la fatídica aventura posterior de Glass, es su encuentro con una osa que intenta matarlo para mantener a salvo a sus crías. El hombre sobrevive pero queda reducido a un cuerpo mordisqueado, sanguinolento, tembloroso y ardiendo en fiebre. Es aquí cuando a ojos de Fitzgerald, se vuelve en un estorbo, el problema es que Glass es el único que sabe el camino de retorno.

therevenant14

Las aventuras de supervivencia no son nada nuevo, ni en el cine ni mucho menos en la televisión, la cual se ha visto plagada de docu-realitys que tratan estas temáticas. Decir que en El renacido se ha “inventado” un nuevo tópico sería un desacierto. Lo menos interesante de la película son la cantidad de acciones que Glass debe cometer para no desangrarse o morir de frío: desde suturar sus heridas con fuego hasta dormir literalmente adentro de un caballo muerto. Aquello son anécdotas que alimentan la idea matriz de la historia, la cual es mucho más profunda que las técnicas de supervivencia presentadas (la verdad es que es todo un manual).

No interesa tanto en como hace nuestro personaje central para sobrevivir, sino su proceso desde cero para llevar a cabo su periplo como héroe a través de las entrañas boscosas de un paraje insondable y despiadado, y como tal debe asimilarse a él, sin mayor alternativa que abrazarse a lo instintivo para lograr una situación que es concreta, inmediata e implica brutalidad: vengarse.

Ante esta meta aparentemente sencilla nos encontramos con lo que en realidad la película pretende comprobar, y la evidente existencia de una delgada línea que separa nuestra racionalidad civilizada y lo primitivo. Cuando hablo de primitivo no me refiero solo a la violencia, sino que a sentimientos exacerbados o cuestiones meramente biológicas. Glass, en ocasiones tiene que comer aunque lo comido esté casi palpitando o, motivado por el más profundo amor hacia su hijo, intentar salvarlo de la muerte a pesar de estar afiebrado y mal trecho. Son las circunstancias y los parajes los que ponen a prueba su capacidad de racionalizar, causando más bien un devenir hacia otra fase de sí mismo.

Además, El renacido cuenta con reflexiones pre-civilizatorias sobre la vida, la muerte, la resurrección y el karma (Glass mata a una osa que solo defendía a sus crías, y luego él termina perdiendo a su hijo), y, aunque suene increíble, también recoge simbolismos de la mitología cristiana, no tanto por la escena en que Glass se encuentra con una iglesia destruida, sino porque más allá de eso, se rescatan aspectos y valores de esta misma. No es que sea un filme de propaganda religiosa, pero la Biblia lleva años suministrando material muy interesante, es cosa de ver El Topo.

the-revenant-001

Se ha resaltado mucho de este filme su visualidad, cuestión que comparto plenamente, pues no solo es una muestra de cómo se le puede sacar provechosamente su lado más siniestro a una locación tan bella como un espacio nevado (para que aprenda el señor Tarantino), sino también cómo la fotografía puede centrarse en un aspecto y potenciarlo hasta convertirlo en una característica fundamental.

Los espacios parecen más despiadados de lo que son gracias a la refinada cámara libre de Lúbezki, quien, con su pulcritud y valiéndose de la luz del sol, aviva su carácter descarnado y brutal, pero que además le sirve para volver las escenas de acción en secuencias que alcanzan cuotas de realismo inimaginables.

Un ejemplo es la batalla inicial entre los nativos y los miembros del asentamiento. Como todo enfrentamiento, hay bajas constantes, pero como aquí no hay “héroes” ni “villanos”, la cámara va priorizando, en modo secuencia, distintas situaciones en diferentes puntos del perímetro donde se sitúa el conflicto, y cada circunstancia con distintos personajes, distintos vencedores y distintos vencidos.

Es una escena muy bellamente coreografiada y que, querámoslo o no, retoma el lenguaje de Birdman, por ello vuelvo a lo mencionado más arriba, hay un idioma en común que Iñárritu instala. Ignoro si lo ha instalado para dejarlo como un “aparato” fijo con leves variaciones definidas por el tópico de la película de turno, pero lo que sí tengo por seguro es que el nombre de este cineasta está muy próximo a igualarse  con el de sus títulos, como le ha pasado a todos y cada uno de los grandes directores que admiramos.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: The Revenant. Dirección: Alejandro González Iñárritu. Guión: Alejandro González Iñárritu, Mark L. Smith. Fotografía: Emmanuele LubézkiMontaje: Stephen Mirrione. Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Domhnall Gleeson, Will Poulter, Forrest Goodluck, Paul Anderson. País: Estados Unidos. Año: 2015. Duración: 156 min.