Frankie: Perdidos en Sintra

Frankie explora las relaciones dentro de una familia influenciada por la matriarca que le da nombre al film, creando una atmósfera alucinante debido al otro actor relevante de la propuesta: los paisajes, los senderos boscosos por donde los personajes deambulan y conducen, geográficamente, a la protagonista. Frankie es una estrella en extinción, está muriendo debido a una enfermedad y, por ello, decide reunir a todo su grupo familiar en Sintra, Portugal.

Luego de las inspiradoras Love is Strange (2014) y Little Men (2016), el estadounidense Ira Sachs trae su último film, el cual reúne a un puñado de luces brillantes del cine actual y un poblado europeo de ensueño para contar la historia final de Frankie, la cual fue parte de la competición principal de Cannes 2019.

La propuesta de Sachs es un género por sí solo. Parte con un director que junta a muchos actores conocidos, en un lugar muy pintoresco, y los deja mezclarse y desarrollar el guion a través de diálogos que son, más que todo, anécdotas de vida o recuerdos. Woody Allen filma mucho de esta manera y Richard Linklater es otro avezado, pero hay que trabajarlo muy bien para que todo no termine en una superposición de trivialidades. La película Frankie explora las relaciones dentro de una familia influenciada por la matriarca que le da nombre al film, creando una atmósfera alucinante debido al otro actor relevante de la propuesta: los paisajes, los senderos boscosos por donde los personajes deambulan y conducen, geográficamente, a la protagonista. Frankie es una estrella en extinción, está muriendo debido a una enfermedad y, por ello, decide reunir a todo su grupo familiar en Sintra, Portugal.

Los actores logran un buen desempeño a pesar del escaso material con el que cuentan. Lo más destacado ocurre durante el primer cuarto de hora, en una escena muy conmovedora entre Isabelle Huppert y Brendan Gleeson, y el momento final entre Marisa Tomei y Greg Kinnear, el cual se llena de sinceridad. Pero entre estas escenas hay mucha inactividad, lo cual aligera el drama.

A pesar de aquello, Isabelle Huppert se las arregla como solo ella sabe hacerlo y nos entrega indiferencia y desprecio, con igual dosis de encanto; se vuelve delicioso admirarla en este formato de contemplación pura, porque los personajes cuentan con escaso arco narrativo. Esto no quiere decir que no pase nada entre ellos, pero hay tanta concentración y detención en los paisajes que se terminan desplazando otras posibilidades. Mención aparte y el reconocimiento al director de fotografía Rui Poças (Zama), quien demuestra un manejo soberbio sobre cómo convertir la luz, el exterior, el paisaje, en otro acento del film. El plano final, en el que todos son atraídos por Frankie a ver la puesta del sol, para luego seguirla de regreso como hormigas tras la líder, es muy simbólico y arrastra una fuerza que llega tarde, pero llega.

Sachs sabe manejarse en el carácter íntimo de sus personajes, pero en Frankie decidió agregar los problemas de una familia grande en lugar de centrarse en la historia, genuinamente conmovedora, de la pareja protagonista. El resultado es elegancia naturalista y un lujo elaborado por buenos artesanos, pero que se queda corta en complejidad emocional y en la intensidad que siempre han caracterizado los trabajos del director.

 

Título original: Frankie. Dirección: Ira Sachs. Fotografía: Rui Poças. Reparto: Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Greg Kinnear, Marisa tomei, Jérémie Rénier, Pascal Greggory, Carloto Cotta, Vinette Robinson, Ariyon Bakare. País: Francia. Año: 2019. Duración: 98 min.