Fue la mano de Dios: Venganza, salvación y cine

Fue la mano de Dios no es una película sobre el fútbol, no obstante, arrastra la carga simbólica monumental de su referencia. Y lo hace a lo grande, creando una fullería cinematográfica, como la mano de Dios misma. La frase es la explicación a lo inexplicable, es la trampa, pero a la vez, en palabras de uno de los personajes, es la venganza y la salvación. La mano de Dios es mito.

Una de las gracias de la ficción es construir un entramado en el que lo principal no siempre es lo más relevante. El epígrafe de Diego Armando Maradona: “Hice lo que pude. No creo que lo hice tan mal”, que abre Fue la mano de Dios de Paolo Sorrentino, es un ejemplo, ya que este, el título y lo que vemos durante la película, Maradona, captan nuestra mirada para hablarnos de otra cosa. Lo vemos en la televisión que miran los personajes fintar rivales y dejarlos en el suelo, hacer goles y desbordar a la hinchada, pero nunca lo vemos como personaje, siempre de forma indirecta y oblicua, como telón de fondo que gatilla la pasión que provoca. Por cierto, su presencia permite encumbrar la adolescencia del protagonista, Fabietto Schisa, la cual coincide con la época de oro del Nápoles en los años ochenta, cuando ganan por primera vez, en dos ocasiones, el Scudetto (y un subcampeonato) y la Copa UEFA, única copa internacional que han obtenido. Si bien Maradona es una figura suprema, Sorrentino logra con acuidad cinematográfica, darle peso sin permitirle robarse la película, porque Fue la mano de Dios no es una película sobre el fútbol, o solo sobre este, se trata de una película autobiográfica sobre el cine, la pasión por este, y también sobre la vida y la familia, sobre el amor, la traición y la tragedia.

Dicen que el fútbol se vive y no se lee en una novela o ve en el cine. Es posible, la crónica y el cuento tienen una cercanía más pulida y lograda. Sin embargo, hay escenas que merecen un lugar selecto: Ciudad de Dios de Fernando Meirelles tiene elementos secundarios de fútbol que dan color local al relato social. Historias de fútbol de Andrés Wood se sostiene en tres relatos que asumen tres ejes claves del fútbol: la infancia, el amateurismo y la heroicidad del hincha. El secreto de sus ojos de José Luis Campanella se da el lujo de filmar una secuencia colosal en el Cilindro de Racing de Avellaneda. Metegol, del mismo director, que, sin tener un guion que deslumbre, recupera la pasión por el fútbol de barrio en miniatura. El viajero de Abbas Kiarostami muestra el entusiasmo que su protagonista siente por el fútbol. Looking for Eric, en torno a Éric Cantona, pone a Ken Loach al servicio del fútbol, sosteniendo su crítica social, al proponer un cruce entre formas de vidas derrotadas y la grandiosidad del exjugador francés del Manchester United. En general, el buen relato del fútbol, sea literario o cinematográfico, debe ser entramado con otro relato que lo sustente. 

Paolo Sorrentino filma una suerte de panegírico cinematográfico sobre los cimientos del cine italiano, de Federico Fellini grotesco o del de 8 y ½, y de Sergio Leone, específicamente de Érase una vez América, y quizás de cuanto cineasta italiano que olvido o sencillamente desconozco. El mismo Antonio Capuano que sirve para elaborar en la película misma las bases del cine de Sorrentino: “La fantasía, la creatividad, son mitos que no sirven para nada”, le dice a Fabietto Schisa cuando este se decide a ser cineasta. En La gran belleza y en Juventud (en estos días da vueltas en Mubi This Must Be The Place, con Sean Penn), ya centraba su mirada en figuras creadoras, que tensionan la máxima de Capuano, similares, a la vez, a las de Fue la mano de Dios: un escritor y un músico. Por eso es que, en un cerco que convoca a las tres películas, Sorrentino está hablando sobre la belleza, la del rey mundano y el olor de las casas de los viejos, en La gran belleza; la de la vejez y la intergeneracionalidad, en Juventud; y en la de la pasión por el fútbol y el cine, en Fue la mano de Dios. Sin perder el horizonte metacinematográfico, pareciera que incluso apreciamos en la tía Patricia a Sophia Loren, a Ornella Muti, a Deborah Caprioglio. La erotización de su cuerpo es el camino hacia esas musas italianas que vemos en su decadencia devenida en locura provocada por su infertilidad, a pesar de mantener el interés y el deseo por parte de Fabietto. 

Fue la mano de Dios luce con brillo propio una puesta en escena pensada, atenta a los detalles de los encuadres, tanto encerrados y cargados como abiertos de la ciudad o del Golfo de Nápoles del mar Tirreno. En lo personal, me gustan las ventanas en el cine, metaencuadres privilegiados por Sorrentino, quien los traza con sutileza, al relevar la mirada cinematográfica y la reflexión en torno a esta. Sorrentino agrega a estos la belleza cotidiana con la acertada fotografía napolitana, ciertos encuadres en apariencia muertos, que remarcan la puesta en escena cinematográfica de los interiores. Lo anterior es acompañado de un color y atmósfera con una estela en sepia amarilla que muestran un pasado vivo y latente, a pesar de la muerte que rodea la vida de Fabietto.

Como dije al inicio, Fue la mano de Dios no es una película sobre el fútbol, no obstante, arrastra la carga simbólica monumental de su referencia. Y lo hace a lo grande, creando una fullería cinematográfica, como la mano de Dios misma. La frase es la explicación a lo inexplicable, es la trampa, pero a la vez, en palabras de uno de los personajes, es la venganza y la salvación. La mano de Dios es mito, es belleza, es pasión, es cine, es la imagen del fútbol y de Maradona, como telón de fondo. 

Paolo Sorrentino entrama con pericia un relato de formación y la tragedia, la ingenua adolescencia y la experiencia que sea abre al aprendizaje, la pasión y el amor por el fútbol, el cine y la familia. Tal como pone en un segundo plano expectante al fútbol, elude el melodrama al no exceder la herida de la pérdida familiar. No se engolosina con el relato autobiográfico, por cierto, la película funciona bien si uno desconociera ese dato.

 

Título original: È stata la mano di Dio. Dirección: Paolo Sorrentino. Guion: Paolo Sorrentino. Fotografía: Daria D'Antonio. Reparto: Filippo Scotti, Toni Servillo, Luisa Ranieri, Teresa Saponangelo, Marlon Joubert, Lino Musella, Renato Carpentieri, Sofya Gershevich, Enzo Decaro, Massimiliano Gallo, Elisabetta Pedrazzi, Ciro Capano. País: Italia. Año: 2021. Duración: 130 min.