Hoy y no mañana (2): Memoria y rescate

Por César Castillo y Paulina Espinoza

Hoy y no mañana es el nombre del documental dirigido y producido por Josefina Morandé, que relata la historia del colectivo Mujeres por la Vida, que desde el año 1983 irrumpió en la esfera pública chilena realizando acciones políticas de resistencia a la dictadura de Pinochet. Eran, sin lugar a dudas, tiempos difíciles en que la mera invocación a la esfera pública resultaba altamente riesgosa, donde cualquier manifestación o atisbo de organización política de oposición al gobierno resultaba brutalmente reprimido. “Mantener viva la poesía, la humanidad, la dignidad de las personas”, en palabras de Mónica Echeverría -una de las fundadoras del movimiento-, fue el motivo periódico orientador para el despliegue del humor y la ironía como formas de resistencia.

En Hoy y no mañana, se reitera como un elemento central en la argumentación de sus protagonistas, la problemática de la búsqueda del “lugar” político de la mujer en dictadura (de lo que ya nos ha dado luces Karen Glavic), donde pareciera que la emergencia de un movimiento transversal, organizado en torno a una circunstancia inaceptable (la inmolación de Sebastián Acevedo), activa un encuentro fuera de los espacios políticos tradicionales de la protesta (partidos, sindicatos) y posibilita iluminar los malestares y deseos comunes: el miedo, la exclusión, la vida, el encuentro, la libertad. Pero también aparece como una necesidad y una responsabilidad frente a la falta de unificación política de los distintos movimientos liderados por hombres, en un contexto en que la resistencia tenía tal urgencia. Es por ello que Mujeres por la Vida activa tácticas que son destacadas en el documental a nivel de su creatividad: “tuvimos que tener mucha imaginación para inventar cómo reclamar”, señala nuevamente Echeverría. Y sus estrategias, definidas con arreglo a los riesgos, se materializaron en acciones no confrontacionales, de carácter cultural y otras más transgresivas en que fueron capaces de paralizar el funcionamiento normal de la ciudad y sus habitantes, a través de intervenciones de desobediencia no violenta. Estas tácticas, que buscaron sorprender a la opinión pública, lograron llamar la atención de la sociedad civil y ampliar las nociones de resistencia, así como también incomodar al gobierno autoritario.

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Algunas de las figuras claves de este colectivo abren la historia, desde sus propias memorias, recurriendo a sus anécdotas y a una oralidad inédita; porque muchos de los eventos que forman parte del itinerario de lucha protagonizado por estas mujeres no están registrados en los archivos, se encuentran desparramados en diversos soportes, en las casas de sus protagonistas, incluso en algún museo. Este documental devela una historia, hasta ahora, desdibujada. Resulta interesante, en este sentido, la configuración de una memoria social de eventos claves, construida con pequeñas anécdotas recordadas por varias personas, especialmente en el contexto de una serie de documentales recientes sobre dictadura y memoria, que han enfatizado la relación individual a la memoria social (como parte de la memoria colectiva o familiar, es cierto). Frente a esto, Hoy y no mañana, agregaría la cuestión de la memoria de un grupo que no coincide con una memoria nacional ni con una memoria biográfica. Con todo lo que aborda temáticamente, el documental no deja de tener un tono optimista, donde la acción política asumida desde la intervención y la inteligencia de medios requiere cierta alegre ironía, una festividad derivada del recuerdo de un tiempo de valentía, pero también de la convicción de que tales acciones investidas de humor contribuyeron efectivamente al derrocamiento de la dictadura.

El documental logra este “rescate” histórico a través de la apelación a la memoria personal, al archivo y a la imaginación ilustrada. Se trata de una puesta en escena tradicional afianzada en la confianza en la voz de las protagonistas (tal como ha destacado Claudio Herrera), que sin embargo logra sostener la polifonía narrativa y la ausencia o, en ocasiones, precariedad de los registros sin recurrir a un amarre narrativo externo. En cambio, el documental teje los materiales y las memorias a través de delicadas transiciones entre las entrevistadas, tal cual se tratara de una conversación en la que una historia llevó a la mención de alguien que está en la misma sala y a quién se le pide continuarla. Así ocurre, por otra parte, con el archivo, que ocupado como muestra directa o elíptica de lo que se relata, transmite la intensidad de un momento histórico (las declaraciones de Estela Ortíz, por ejemplo), sin dejar de recuperar las imágenes a través de su uso en el relato montado por el documental. La ilustración y la animación, por su parte, toman un espacio que rellena los recuerdos de acciones o momentos que no se registraron, apoyando su conservación visual. Por otro lado, la operación estética de llevar a las protagonistas a los espacios donde ocurrieron escenas que tampoco cuentan con registro, funciona en el mismo sentido, usando la calle o los interiores como lugares donde proyectar el recuerdo. En esta dirección, la articulación de los materiales en el film está sostenida en gesto sobre las precariedades, que redoblan o dan cuenta de la misma fragilidad que opera en la producción de estas memorias, donde la necesidad de conjunción entre archivos, registros e imaginación nos lleva nuevamente a lo colectivo, a lo común, como reintegración a una posibilidad de preservación.

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Estas elecciones generan un efecto cercano al que en su momento logró Union Maids (Jim Klein, Julia Reichert y Miles Mogulescu, 1976), un profundo interés por los personajes, por lo que tienen que decir, por escucharles; al mismo tiempo que conlleva una pregunta abierta en la omisión de la narrativa explícita de la directora: ¿Son estas voces todas las voces de esta historia? ¿Debemos tomar su palabra por toda la verdad? ¿No es todo tiempo pasado siempre mejor? Si bien Hoy y no mañana genera una operación interesante al revelar una historia invisibilizada, así como una operación de resignificación de viejos materiales (por ejemplo, Somos +, de Pablo Salas y Pedro Chaskel, 1986), la decisión de levantar las voces protagonistas como bases de la narrativa misma puede generar el efecto indeseado de hacer equivalentes esas voces y la historia. Aquí la cuestión crítica es la invisibilización de las voces que no aparecen, que no reciben el pase para contar su historia, que solo son mencionadas como legitimación de la acción política, es decir, las “bases”, las “pobladoras”, las “organizaciones populares”. Las voces con las que nos quedamos, tal como ellas mismas lo reconocen, nos dejan con la versión de una posición de privilegio, donde el silencio de estas otras no escuchadas queda como una deuda del film y del cine chileno (en un contexto nacional que ayer como hoy, estructurado en torno a la desigualdad radical, no puede dejar de interpelar).

A pesar de todo esto, Hoy y no mañana logra lo que se propone: rescatar el potencial que la acción política dirigida por mujeres tuvo durante la dictadura, reconociendo la herencia de mujeres que antes que ellas abrieron el camino y, además, conectar ese potencial con nuestra actualidad política.

 

Nota comentaristas: 6/10

Título original: Hoy y no mañana. Dirección: Josefina Morandé R-T. Producción Ejecutiva: Consuelo Castillo. Guión: Josefina Morandé. Asesora de guión: Carmen Castillo. Fotografía: Fernando Navarro, Josefina Morandé, Arleen Moreno, Guillermo González, Pablo Ávila. Montaje: Josefina Morandé. Música: Catalina Claro. Animación: Estudio LIV. Post de Sonido: Mario Díaz. Post de Imagen: Diáspora. País: Chile. Año: 2018. Duración: 78 min. Distribución: Miradoc.