I´m Thinking of Ending Things: Volver a Kaufman es terrible

A Kaufman le gustan los laberintos, siente fascinación por el mundo de la percepción y adora sentirse perspicaz, instruido. Lo hemos visto en Being John Malkovich y también en la directriz de sus adaptaciones. En esta cinta todo huele a languidez, abatimiento, histeria y el más hermético sentimiento de amor. Con referencias a famosos musicales e intelectuales, incluso con ironías hacia el cine de Zemeckis y John Cassavetes, los personajes se aletargan en intensos diálogos que nos dejan una brizna que revolotea por todas partes, pero no se capturan, no las adoramos: es el ensimismamiento de un pensamiento desbordado en el símbolo. Charlie quiere dejar la imagen en su rol esencial y no contarnos mucho más.

Cuando supe que Scorsese se tatuaba el sello Netflix hace ya un año con The Irishman, mis niveles de impacto casi rozan su límite, pero lo olvidé. Esa sensación cobró vida nuevamente al ver lo nuevo de Charlie Kaufman con el mismo sello, y no sólo eso, sino que nuevamente venía a meditar sobre la existencia y el amor. No soy un acérrimo creyente de que se le debe llamar insólito a lo diferente -algo que suele ocurrir en exceso con este autor-, más bien me gustaría dejar en transparencia que proponer sentir desde otra parte que no sean las habituales siempre puede generar un poco de controversia (acaso irritación), es el caso de I´m Thinking of Ending Things.

Jake y su novia se conocen hace seis semanas, se dirigen en automóvil a través de la nieve a la casa de los padres de éste, mientras ella -mediante una voz en off- reflexiona sobre la posibilidad de dejarlo. En paralelo, vemos atisbos sobre la historia de un auxiliar de aseo de un colegio que se pasea trapeando el suelo con un evidente dejo nostálgico. El viaje continúa, Jake y su novia debaten sobre muchos asuntos, invade la voz en off todo el tiempo, se superponen la posibilidad y el desamparo, la pesadumbre y la disipación: fundamentalmente el intelecto. Llegan a casa de los padres y se sienten los primeros toques de un secreto surrealismo, in crescendo, ad portas de dejarnos clavados con una lanza desesperada. Los padres a ratos lucen jóvenes, otras veces viejos, sus vestimentas varían, la atmósfera se hace turbia, intransigente, decir incómodo sería un caramelo.

Con Anomalisa nos quedó claro que a Kaufman le obsesiona el pasar del tiempo, el fracaso de las odiseas vitales, el existencialismo más desabrigado y el amor como una empatía nimia. ¿Qué se ama cuando se ama?, dijo una vez la lucidez de Gonzalo Rojas. ¿Qué se vive cuando se vive?, pareciera vociferar la estética del director neoyorquino, junto a una cámara que se desliza como un reptil amenazante que acompaña el centelleo desde toda perspectiva, buscando acaso la integridad de una metamorfosis, de todos los sentires y pesares. Si con Winslet y Carrey habíamos vislumbrado hace ya dieciséis años los subterráneos métodos de la relación amorosa, esta vez nos avasallamos por una ampliación de ese deseo, más desgarrado esta vez, llevado la reflexión a la vastedad de un habitar en todo tiempo y espacio.

A Kaufman le gustan los laberintos, siente fascinación por el mundo de la percepción y adora sentirse perspicaz, instruido. Lo hemos visto en Being John Malkovich y también en la directriz de sus adaptaciones. En esta cinta todo huele a languidez, abatimiento, histeria y el más hermético sentimiento de amor. Con referencias a famosos musicales e intelectuales, incluso con ironías hacia el cine de Zemeckis y John Cassavetes, los personajes se aletargan en intensos diálogos que nos dejan una brizna que revolotea por todas partes, pero no se capturan, no las adoramos: es el ensimismamiento de un pensamiento desbordado en el símbolo. Charlie quiere dejar la imagen en su rol esencial y no contarnos mucho más.

Buckley, Plemons, Collette y Thewlis están descollantes en sus respectivos roles, la fotografía de Zal es cautivadora en exceso (al igual que en Ida y en Cold War), la música de Wedley es precisa, pero algo en la historia no me deja tranquilo. ¿Qué quiere contarme Kaufman? ¿La ineficacia de nuestros intentos? ¿La propia indagación en el rubro existencialista o en el psicologismo? ¿El amor es una carencia? ¿Odiamos quienes somos? ¿Somos todas las edades al mismo tiempo? ¿El abandono es nuestra característica primigenia? ¿El símbolo viene al rescate de las sensaciones? ¿El cine es una herramienta en riesgo y, por ende, hay que hacerla y deshacerla todo el tiempo? ¿Nos necesitamos por temor? ¿La vida es un refugio que ocultamos en la imposibilidad de fingir el pensamiento?

Claro, una de mis cosas predilectas al observar una película es que me genere una pila inconmensurable de cuestionamientos sobre la vida, es casi una adicción. Pero también quiero espacios en blanco para ojear, olfatear, tocar mis tentativas. Volver a Kaufman es terrible.

 

Título original: I´m Thinking of Ending Things. Dirección: Charlie Kaufman. Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid). Fotografía: Lukasz Zal. Música: Jay Wadley. Elenco: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis. País: Estados Unidos.  Año: 2020. Duración: 134 min. Distribuida por Netflix.