Kong, la isla calavera: Volvamos atrás

Retrocedamos en el tiempo, usemos el cinematógrafo para escribir una historia en reversa, cuando no existían los cines multisala y los cines de barrio agotaban sus funciones dobles y triples. Una época que no viví, pero en la cual podías poner a un actor en un traje de gorila y tener el éxito económico del año. Una época en que el cine de superhéroes era una rareza y no la norma, algo así como los años en que transcurre la cinta que nos convoca: años 70, fin de la guerra de Vietnam, años en que Dino de Laurentiis buscaba la última chupada del mate con la cual sacar dinero de los bolsillos de todo el mundo, la época del primer remake de King Kong, ese clásico de 1933 que sorprendió a todo el mundo por el nivel de sus efectos especiales. Pero pese a que la intención de Laurentiis era ganar dinero, sí había un respeto por honrar la tradición de la película que muchas veces ha demarcado la estructura general -temática, representacional- al momento de reversionarla, la cual a su vez se repitió en el año 2005, a cargo de Peter Jackson, con un remake que funciona más como homenaje a la cinta primigenia y a los creadores que la hicieron. King Kong merece respeto, es una película muy seria… sobre un mono gigante que rapta mujeres porque se siente sexualmente atraído por ellas.

Pero volvamos un poco más atrás, al año 1962, y a otro sistema de producción completamente diferente al que tenemos hoy en día imperante: Japón. King Kong vs. Godzilla era la primera película a color del lagarto radioactivo favorito de los asiáticos, y no sólo eso, sino que también era la primera aparición del simio de la RKO desde 1933. Y es un absoluto disparate, pero con un cariño enorme por los personajes: peleas en stop motion, patadas voladoras, personas en trajes peleando a la distancia, chispas y explosiones, poderes especiales (King Kong puede mascar cables eléctricos y luego lanzar la electricidad para atacar) y la sensación de que nada realmente importa sino el placer mismo de ver a dos de los grandes y mejores monstruos de la historia del cine luchar. De alguna forma Kong: la isla calavera sigue la tradición de la cinta japonesa por sobre la solemnidad de los remakes realizados hasta esta fecha, y aunque no quiere decir que sean necesariamente mejor o peor que esas cintas, al menos sí se puede decir que es una bocanada de aire fresco.

La guerra de Vietnam ha terminado, los soldados norteamericanos se están retirando, pero a un grupo de soldados le encomiendan una última misión, un viaje a la Isla Calavera con un grupo de científicos que buscan mapear el lugar, ya que resulta ser uno de los últimos espacios sin registrar de este planeta. La mala suerte es que empiezan a tirar cargas sísmicas desde helicópteros, las cuales despiertan a Kong, que se dedica a tirar abajo los helicópteros como si fueran moscas. Aquí queda demostrado ampliamente que se trata de un simio más poderoso, más grande y más rudo que en sus encarnaciones anteriores. Esta secuencia de ataque es bellísima dentro de su grado de destrucción, tonos rojizos llenan la pantalla y figuras a contraluz dan la sensación de que uno se encuentra en el lugar equivocado.

Con el tiempo, y al seguir a los personajes sobrevivientes, nos damos cuenta que Kong no es el único monstruo, sino que hay arañas gigantes, búfalos gigantes y unas criaturas reptilianas llamadas Skullcrawlers, las que son la mayor amenaza de un grupo de nativos, que adoran a Kong por ser su salvador a lo largo de las décadas. Mientras la cinta cumple su cometido como película de acción, no deja de lado a los personajes humanos, que en este caso son muy carismáticos, resultando en momentos de amor, odio y risa gracias a las actuaciones de Samuel L. Jackson, John C. Reilly, John Goodman, entre otros. Lamentablemente ni John Hiddleston ni Brie Larson logran causar mucha impresión, más allá de cumplir a cabalidad su papel como protagónicos que llevan la acción al siguiente beat.

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Se agradece que las escenas de acción sean claras, pero que al mismo tiempo no se tomen en serio, donde vemos cómo un monstruo vomita una calavera humana y sólo entonces sabemos que un personaje ha muerto. También se agradece el que tan sólo una escena de pelea transcurra de noche, y aún así está muy iluminada por el fuego del napalm, que cumple una función estética impresionante, sobre todo cuando enfrenta a Kong con el personaje desenfrenado de Samuel L. Jackson, que está obsesionado con destruirlo. El montaje hace que algunas veces pareciera que nos perdimos de ciertos momentos, y la geografía de la Isla nunca es clara, lo cual hace que uno se extravíe, pero la aparición de John C. Reilly en su personaje de náufrago de la Segunda Guerra Mundial hace que uno se distraiga lo suficiente como para olvidar lo importante y seguir adelante.

Y es que finalmente lo que uno quiere ver es a los monstruos peleando, y es en eso cuando la película se luce, y donde afirma que no pretende ser mucho más. Incluyendo una referencia directa a la cinta japonesa de 1962 (donde King Kong se detiene a luchar contra un pulpo gigante), los productores y creadores tras este filme tienen claro a lo que van: es un regreso al kaiju, el género japonés de peleas de monstruos gigantes, y si eso es lo que uno va a buscar, no saldrá tan decepcionado. En cambio, si uno anda buscando películas que se comparen y sean leales a la tradición del adorable simio de 1933, acá no encontrará más que decepción. ¿Es eso bueno o malo? No lo sé, sólo puedo decir que disfruté mi tiempo en la Isla Calavera, porque me mantuvo atento y visualmente estimulado.

Nota comentarista: 7/10

Título Original: Kong: Skull Island. Dirección: Jordan Vogt-Roberts. Guión: Dan Gilroy, Max Borenstein, Derek Connolly. Fotografía: Larry Fong. Reparto: Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson, John Goodman, John C. Reilly, Toby Kebbell, Thomas Mann, Corey Hawkins, Jason Mitchell, Shea Whigham, John Ortiz, Eugene Cordero. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 120 min.