La habitación (Lenny Abrahamson, 2015)

Se ha hablado bastante de la presencia de los irlandeses en la contienda por el Oscar con la presencia de dos directores en la categoría de “Mejor película”. Pero más que sus nacionalidades (aunque sí, es preciso señalar que la mayoría de los nominados de este año no nacieron en Estados Unidos) me parece más interesante observar cómo se colaron dos directores de producciones independientes en medio de un grupo de colegas más exitosos. Y si bien Brooklyn tiene más características de gran producción, La habitación mantiene el mayor espíritu indie (por más que podríamos dudar de esta categoría) entre las nominadas. Y todavía resulta curioso encontrar al director de Frank en medio de los nominados, pero Abrahamson logró inesperadamente ampliar su circuito comercial.

Como en El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015) se trata de una cinta de clímax temprano, formato no completamente tradicional que se ha instalado con cierto éxito en los últimos años (y que podría considerarse ahora una variante del formato clásico). Es fácil diferenciar dos tratamientos distanciados, y hasta se podría hablar de dos películas distintas dentro de La habitaciónEn la primera se encuentran Joy (estupenda Brie Larson) y su hijo Jack (Jacob Tremblay) secuestrados en una habitación por un hombre llamado viejo Nick (Sean Bridgers). Siempre desde el punto de vista del pequeño Jack, la cinta dosifica su información y revela su mundo gradualmente, en uno de los mayores aciertos narrativos de la primera parte. Los primeros minutos muestran un montaje de resumen de la vida dentro de Habitación (sin pronombre en el título original, de la misma manera en que Jack lo nombra: como si fuera un planeta) y entrega pistas falsas respecto de la película que sigue. Lo que parece la sana relación de una madre con su hijo en condiciones de pobreza se revela como una historia de cautiverio y secuestro con detalles que nunca se explicitan del todo, y donde se va revelando en cada nueva escena un poco más de información (la caída del diente de Joy nos cuenta cómo están privados de sanidad, el hecho de que Jack no crea que ciertos animales existen nos revela que él nunca ha salido). Y es en este juego de entrega y omisión donde ocurren los momentos más interesantes. Jack construye su mundo a través de la televisión, considerando todos los elementos exhibidos por ésta como fantasía y todo lo que esté dentro de los límites de Habitación como realidad. Cuando Joy empieza a elaborar un plan de escape decide informar a Jack del afuera, de la realidad que ella sí pudo conocer más allá de los límites del cuarto. La información es difícil de asumir para Jack, y provoca hasta cierto grado una experiencia traumática. Con alcances que van desde concepciones teológicas hasta la alegoría de la caverna, La habitación se enfoca mucho más en los procesos de trauma involucrados con los cambios de concepción de realidad que en mostrar la violencia más explícita del cautiverio. Al viejo Nick podemos verlo apenas, distinguiendo desde dentro del mueble, en una de las varias tomas subjetivas que identifican a Jack directamente con la mirada del espectador.

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Sin dar tantos detalles respecto al escape en sí, hay un clímax temprano que perfectamente podría dar cierre al filme en el caso de ser una película de cautiverio y liberación (la clásica Misery, la Hanekiana Michael entre otras), y marca una segunda parte que complementa a nivel discursivo la primera. La revelación de una nueva realidad expresada como trauma para Jack, es expresada como otro tipo trauma para Joy a la hora de regresar a la normalidad. El trauma de abandonar una única realidad conocida es sufrido por Jack durante la primera hora, pero el trauma que involucra volver a la realidad antes conocida parece aún más fuerte y difícil de revertir en Joy. Desde este punto la estética de la cinta cambia drásticamente y formalmente toma caminos más cercanos al clásico drama tradicional. Con una formalidad menos jugada (la claustrofobia de la primera parte está notablemente lograda) la cinta entra de lleno a explorar la naturaleza del trauma y los procesos de sanación. La habitación sigue dosificando información, mostrando la reinserción familiar como un complicado juego de culpas e intentos de estabilidad, y donde el personaje de Joy vuelve a vivir su adolescencia interrumpida. Vemos su pieza con posters y recortes adolescentes del tiempo en que fue raptada, y vemos muchos encuadres que dejan ver un poster de Ok computer. El clásico álbum hace un paralelo de los sentimientos de Joy: entre una inexplicable rabia constante y una verdadera sensación de incomprensión, de ser un “raro”. El personaje de Joy queda marcado para siempre como ese ser raro que sufre su reinserción a la sociedad, que la siente imposible ante la falta de comprensión del otro. Por un lado está la incomprensión familiar donde Joy no encuentra respuestas dentro del núcleo más cercano, y por otro aparece el periodismo más depredador como recordatorio de su nuevo estado de traumada. Inmediatamente después de la liberación quedan Jack y Joy en un nuevo encierro obligado por la ola de periodistas que los acechan desde fuera.

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La habitación sufre de algunas incongruencias entre los tratamientos de la primera y la segunda parte, pero entrega un golpe de frescura respecto a las películas de rapto y los significados del trauma. Un poco como El babadook (Jennifer Kent, 2014) da una conclusión inesperadamente positiva (o más que positiva, madura) respecto a no enfrentar el trauma como negación. También logra una sencilla historia de amor, y una creíble unión entre dos personajes unidos por el abuso. Todo esto empujado por las destacadas interpretaciones de sus dos protagónicos en una película que no ha dejado de ser laureada por sus actuaciones. Y con razones de sobra: las interpretaciones de Larson y del precoz Tremblay sostienen en gran parte los estados emocionales de la obra. La habitación es por momentos intensa, impactante, pero avanza hacia terrenos dulces y complejos.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Room. Dirección: Lenny Abrahamson. Guión: Emma Donoghue. Fotografía: Danny Cohen. Montaje: Nathan Nugent. Música: Stephen Rennnicks. Reparto: Brie Larson, Jacob Tremblay, Sean Bridgers, William Macy, Joan Allen. País: Irlanda/Canada. Año: 2015. Duración: 117 minutos.