La librería: El poder de la autoría

Coixet logra realizar un filme en donde su mano pareciera apenas registrar -y acariciar, si se quiere- los elementos que está filmando. La sutileza con la que posa su cámara sobre las texturas y los colores, potenciado por un gran trabajo de fotografía, permite percibir elementos que nos insertan de lleno en la historia

Creo en la seducción de las historias. Una forma de ver las cosas que nos cuentan, un anhelo/expectativa acerca de las historias que nos traen para conocer. Entonces, si una historia nos incorpora en ella de la forma en la que lo hace La librería, la seducción está instalada.

Un primer plano de libros arrumbados en estanterías, evocando y provocando la sensación de fragilidad, nos recuerda que “los libros son como una casa y cuando leemos una historia la habitamos”. ¿Es esa la intención de Isabel Coixet, directora y guionista de este filme? ¿Hacernos habitar su historia?

Florence Green (Emily Mortimer), viuda de guerra, decide instalar una librería en un pueblo de la costa inglesa. El lugar escogido para ello es Old House, una casa patrimonial abandonada que al instante se convierte en lugar de controversia, ya que Violet Gamart (Patricia Clarkson), mujer de poder y autoridad en el pueblo, no desea que la casa se use para esos fines. Pese a todo, Florence abre su librería mientras tangencialmente va desarrollando relaciones con Kattie (Charlotte Vega), una niña que realiza labores de apoyo en su nuevo negocio y quien señala con orgullo que no le gusta leer, y en la antípoda, Mr. Edmund Brundish (Bill Nighy), un solitario que ha destinado toda su vida a leer todo lo que ha llegado a sus manos.

Florence deambula entre esos dos mundos; uno en el cual puede encantar a la niña con sus libros y el otro, distinto, en donde Brundish aparece primero como una sombra de fondo, enviando notas para ella hasta convertirse en pilar fundamental de Florence.

Isabel Coixet pone énfasis en esta historia desde un punto de vista crítico frente al arte como decoración. Brundish quema las solapas de los libros para deshacerse del “autor” propiamente tal, defendiendo a las historias como patrimonio de todos; sin embargo, la gran villana de La librería es precisamente una socialité empeñada en hacer su voluntad, aunque también actuando desde una especie de derecho propio que le ha sido dado desde la cuna. Su “centro de las artes”, la idea que mañosamente presenta para utilizar Old House, es una reivindicación de su lugar en la sociedad, una forma de señalar que ese sitio ya está siendo ocupado por ella, pese a que no tenga idea de que se trata. A primera vista, Violet es una villana de las antiguas, una de la que no conocemos su motivación más que la maldad porque sí, y es probable que algo de esa construcción se haya perdido en el tránsito de la novela que inspira la película y su guión.

Pese a ese antagonismo, tanto Brundish como Violet concuerdan en su menosprecio por el autor, aunque exhiben razones distintas. Violet ve a los artistas como seres sin importancia -uno de sus amigos trabaja en la BBC y hace eco permanente de eso- mientras que Brundish no se muestra interesado por ellos hasta la lectura de Farenheit 451, una obra que de por si es un manifiesto de defensa de las historias como columna vertebral de la humanidad y que se convierte en el único libro al cual Brundish no le quema la imagen del autor. De ahí en adelante sólo solicitará libros de Ray Bradbury. Y debo agregar que no puedo culparlo.

En concordancia, Coixet logra realizar un filme en donde su mano pareciera apenas registrar -y acariciar, si se quiere- los elementos que está filmando. La sutileza con la que posa su cámara sobre las texturas y los colores, potenciado por un gran trabajo de fotografía, permite percibir elementos que nos insertan de lleno en la historia. La directora realiza un juego de presencia/ausencia que nos obliga a estar concentrados en la narrativa prescindiendo de su figura autoral, y sin grandilocuencia, convertida ella misma en una espectadora más de lo que estamos viendo, apenas pidiendo atención a pequeños detalles que de otra forma pasarían inadvertidos.

Con todo, el filme nos hace pasear por una historia fabulada, con una narradora contándonos los pormenores en tono de leyenda, casi respondiendo al atávico “cuéntame un cuento”. La librería es una historia sobre historias, sobre contenerlas y apropiarse de ellas, sobre cómo no podemos evitar contarlas y cómo formamos parte de ellas sin darnos cuenta. Hay amor en esta obra y su directora, queriendo pasar inadvertida, permite poner en relevancia y en toda su magnitud la historia por sí misma. Casi como un autor invisible, casi como si quisiera entregarla para que nosotros nos apropiemos de ella.  

Nota comentarista: 7/10

Título original: The Bookshop. Dirección: Isabel Coixet. Guión: Isabel Coixet (según novela de Penelope Fitzgerald). Fotografía: Jean-Claude Larrieu. Música: Alfonso de Vilallonga. Reparto: Emily Mortimer, Bill Nighy, Patricia Clarkson, Charlotte Vega. País: España. Año: 2017. Duración: 110 minutos.