Marea humana: Documento sobre una crisis humanitaria

La imagen del rostro del artista, director y activista de derechos humanos chino Ai Weiwei, reflectada en la pantalla del celular con el que se saca una selfie con una persona migrante, parece reflejar que los testimonios de las cientos de entrevistas, en 900 horas de grabación, que constituyen su épico documental Marea humana en algo hacen parte de su propia historia, que como niño fue desterrado junto a su familia a un campo de trabajos forzados, y como adulto ha sufrido la persecución estatal, la censura y la privación de libertad sin pruebas.

Lo que para algunos es un ejercicio de ego al retratarse a sí mismo, habla más bien de su adicción a las redes sociales, que usa para reforzar la unión entre Arte y Vida, y a la tecnología (filmó con equipos profesionales y también con su celular). En ellas se apoyó para la realización de una película que con el tiempo podría convertirse en el documento referente de una época, porque aborda (en un impresionante esfuerzo de producción) los principales conflictos y tensiones en materia de refugiados y migrantes que vive el mundo hoy. Así de ambicioso es el proyecto, que cubre desde la guerra civil de Siria y sus efectos en el flujo de personas a sus países vecinos -Turquía (que ha recibido tres millones de sirios), Jordania (con un millón y medio) o Líbano- y sus intentos de llegar a Europa, el horror del fundamentalismo de Isis, los 500 mil kurdos desplazados, el drama -a veces olvidado- de los palestinos como la población de refugiados más grande del mundo, los migrantes ambientales africanos que enfrentan los desastres naturales y el cambio climático o la frontera entre México y Estados Unidos y su polémico muro.

En su recorrido por los 23 países que registra este documental de 2 horas 20 de duración, hablado en una decena de idiomas y que implicó el trabajo de 50 traductores, Weiwei aparece cortándose el pelo, haciendo el fuego en una parrilla, consolando el dolor de una mujer, comprando fruta como uno más de los que sufren la violencia estatal, que esta vez no le tocó a él, pero podría afectar a cualquiera: personas que vivían de la producción de su chacra, que tenían un negocio o que eran profesionales y cuyas vidas se vieron profundamente trastocadas por la guerra. Podría haber sido el propio Ai, que en una de la escenas más conmovedoras y  sensibles de la película, intercambia su pasaporte (a modo de juego) con Mahmoud: “voy a ser sirio y tú vas a ser chino” y al que termina diciéndole “te respeto, te respeto a ti y a tu pasaporte”.

Sesenta años después de que Weiwei sufriera la vulneración de sus derechos fundamentales al punto de vivir en un hueco en la tierra durante su niñez, el mundo enfrenta la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial con flujos migratorios provenientes, principalmente, de Siria (con cinco millones de desplazados forzados por la guerra civil que ya lleva siete años), con la etnia royhindras  expulsada como apátrida de Myanmar (buscando refugio en Bangladesh, Tailandia o Malasia), personas que huyen de Irak o Afganistán y ciudadanos del África subsahariana que también reclaman su derecho a migrar, como lo establece la Declaración Universal de Derechos Humanos. Todos ellos tienen espacio en el epopéyico documental, que combina testimonios (a veces cuidando la identidad, sin mostrar el rostro a la cámara) y entrevistas a especialistas, con una fotografía descomunal de los más bellos parajes naturales y planos cenitales que hacen posible contemplar el avance de los flujos migratorios desde arriba.

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Como una marea de personas que fluye y se moviliza buscando no sólo mejores condiciones materiales (migrantes por motivos económicos), sino sobrevivir a la persecución política, por sus creencias o raza, los conflictos armados o desastres naturales (refugiados), los masivos flujos migratorios se enfrentaron a una crisis humanitaria cuando en 2015 Europa, la misma cuyos habitantes encontraron refugio en el resto del mundo después de la devastación que generó el conflicto bélico más grande de la historia, cerraron sus fronteras desbordados por la demanda de ayuda humanitaria.

Y ahí estuvo parte del equipo de Marea humana compuesto por más de 200 personas, que recorrieron 40 campos de refugiados (tales como Afganistán, Irak o Kenya), registrando en casi mil horas de grabación, el dolor humano que implica escapar casi con lo puesto, cruzar montañas, desiertos y bosques, ser víctimas de traficantes de personas que roban su dinero y violan a las mujeres, cruzar el Mediterráneo en precarios barcos, extraviar familiares y hasta hijos en la travesía para llegar a territorio europeo y que el continente que representaba su salvación les dé un portazo en la cara.

La reacción de la Unión Europea frente al mayor desplazamiento humano desde la postguerra fue establecer un acuerdo con Turquía para contener la migración siria, permitiendo que Europa devuelva refugiados a la antigua capital del Imperio Otomano a cambio de 6 mil millones de euros y la posibilidad de que sus nacionales viajen al viejo continente sin visado. Sin embargo, como señala un entrevistado de Weiwei (que no usa generador de caracteres para identificarlo), el acuerdo no pensó en los propios afectados, porque el gobierno turco sólo les ofrece protección temporal y no el estatus jurídico de refugiado, por lo que no están protegidos ante una eventual deportación.

“Me gustaría que los líderes mundiales pasaran una noche aquí en las tiendas, para ver si logran dormir. Hay arañas, víboras y lagartijas. Enfermedades infecciosas, fiebre y diarrea. Veo el tren y me pregunto si podremos irnos algún día de aquí”, señala una mujer que busca refugio y que quedó atrapada en el campamento improvisado de Idomeni en Grecia, enfrentando el frío, la lluvia y el barro, cuando Macedonia cerró su frontera; le seguirían con la misma medida Eslovenia, Croacia, Serbia. Si luego de la caída del Muro de Berlín eran once los países que tenían muros fronterizos, en 2016 ya eran setenta. En Idomeni alcanzaron a vivir 13 mil personas, hasta que la policía los obligó a irse en forma voluntaria o, de lo contrario, los detendrían. Las imágenes de la fuerza policial atacando con gases lacrimógenos las carpas de los solicitantes de asilo, hablan de la paradojal criminalización de las víctimas. ¿En qué momento ejercer el derecho a circular libremente y a elegir la residencia en el territorio de un Estado se convirtió en delito? Campamentos de sobrevivencia se transformaron en centros de detención, quienes debían ser protegidos por los Estados de acogida se volvían sospechosos para ellos.

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Marea humana es un documental que constituirá el registro histórico de una época que está poniendo en riesgo los acuerdos globales alcanzados en la postguerra. Miembros de familias que sobrevivieron a los conflictos internos en sus países, sucumbieron en su viaje hacia las promesas incumplidas del Derecho Humanitario, como el caso de un hombre que llora frente a las tumbas de cinco de sus familiares que murieron en su peregrinación hacia la conquista de la dignidad humana.

En medio del desgarro, la angustia, la decepción y la humillación, Weiwei rescata la belleza de impresionantes paisajes naturales que los siete técnicos en drones y sus asistentes pudieron reflejar desde el aire en panorámicos planos, que transmiten la inmensidad de un planeta donde debieran caber todos. Para el director chino, ética y estética van juntas y el Arte moviliza la memoria y permite volver a la historia, esa que cuenta a través del registro documental que fue su primera película y de las instalaciones artísticas que podremos ver en Chile en la exposición “Inoculación”, que como un virus que entra en el cuerpo para cambiar el sistema pretende hacer germinar en otros organismos el cambio social.

Weiwei es un creador integral, con tintes dadaístas e inspirado en Duchamp, que eligió el idioma del arte para seguir en la crítica social que le legó su padre, el poeta  Ai Qing, que fue amigo de Neruda, al cual le dedicó su poema "Cabo de Chile", visitó nuestro país y posteriormente fue desterrado al norte de China, negándosele la posibilidad de escribir. Los chalecos salvavidas usados por refugiados retratados desde una toma cenital en el documental, son los mismos que Weiwei expondrá en CorpArtes, haciendo converger distintas plataformas, soportes y disciplinas, y reforzando la unión entre arte y vida por la que aboga. A su padre le negaron la escritura y a él, que es incómodo para el régimen chino -que hasta lo envió a prisión, supuestamente por evadir impuestos y le quitó su pasaporte-, ya no le pudieron negar la posibilidad de seguir el recorrido de una marea humana poderosa e imposible de parar en su afán de desdibujar fronteras y de reivindicar su derecho a migrar.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Human Flow. Dirección: Ai Weiwei. Guión: Ai Weiwei, Boris Cheshirkov, Tim Finch, Chin-Chin Yap. Fotografía: Ai Weiwei, Murat Bay, Christopher Doyle, Huang Wenhai, Konstantinos Koukoulis, Renaat Lambeets, Li Dongxu, Lv Hengzhong, Ma Yan, Johannes Waltermann, Xie Zhenwei, Zhang Zanbo. Edición: Niels Pagh Andersen. Música: Karsten Fundal. País: Alemania-Italia. Año: 2017. Duración: 140 minutos.