Medea (2): Domesticar la ira

Hace algunos meses escuché decir a un conocido escritor chileno que, paradójicamente, las mejores expresiones de los sentidos en disputa de una época no aparecían en las grandes obras de cine o literatura sino en las obras menores, en el cine b, en las primeras novelas; en esas obras que por defecto develan su maquinaria casi de un modo exhibicionista. De qué nos habla -insistía este escritor- una película como Sangre eterna, ese thriller de roles y vampiros que a inicios de los 2000 llevaba a la pantalla grande la imaginación posible de una nostálgica subcultura urbana que, hacia el cambio de siglo, había perdido todo su peso de oposición. O Fuga, coproducción chileno-argentina que representa la hiperbólica venganza creativa de un pianista condenado a la locura y autodestrucción. Pareciera que es en esa sobrevida de la ficción a sus propios materiales de uso donde se transan las fantasías o proyecciones posibles de un presente en que viejos problemas vuelven, en apariencia, con el ropaje de lo nuevo.

Yo me pregunto entonces -y quizás el espectador también- de qué negociaciones nos habla Medea, la primera película del reconocido dramaturgo Alejandro Moreno, autor de la celebrada La amante fascista, obra de ininterrumpido remontaje desde su estreno en 2011. Medea es una película alegórica que reinterpreta el clásico de Eurípides, me parece, sin austeridad. Grandes recursos escénicos, elenco con rostros conocidos, pretencioso montaje de sonido y un guion que rehúye de los coloquialismos del lenguaje salvo escasas excepciones. La película corre así: estamos en Atacama, en una época imprecisa, mujeres mineras buscan algo que no logramos identificar. La voz en off de Alfredo Castro anuncia que algo va a comenzar, que lo que se había ido llega, que nuevamente aparece lo que prometió nunca volver. Mar adentro, narra la llegada de Medea y Jasón a las costas de este desierto seis años antes. Sabemos que pueden ser los argonautas quienes les acompañan o un puñado arbitrario de personajes míticos (viejos y nuevos) que están dentro y fuera de escena, dentro y fuera del tiempo de la narración.  

La película de Moreno no es metarreflexiva sobre su quehacer (salvo en dos tímidas ocasiones donde parece tensionar la cuarta pared), pero sí respecto de las dimensiones y alcances históricos de su protagonista. Vemos aquí una Medea que al menos exhibe tácitamente la estela del personaje clásico en su intrínseca condición de mujer foránea y enigmática. Pero también es una Medea con una identificación femenina (¿o feminista?) más contemporánea, una que sale de su boca a veces como un torrente para sí misma: “Tengo que irme, volver a mí… vuelvo a ser yo, vuelvo a sentir la arena sobre la piel, el viento sobre la piel, el agua sobre la piel… soy obsidiana con aleación de cobre, y mi corte más preciso que el acero de cuchillo”; y otras para arengar a las misteriosas mineras que residen en el fondo de la cantera: “asustemos a los hombres, dejemos de parir, el mundo es mujer, la tierra es mujer, el aire es mujer, voy a volver pronto a celebrar con ustedes esta maravillosa penumbra”. Con ellas, Medea es enfática: paralizar la reproducción, vengar a las mujeres y binarizar los conflictos que motivan su ira. Pareciera que con ello se desafiara nuestra capacidad de universalizar o abstraer el nudo que moviliza a esta Medea. Porque a pesar de todos los adornos, el diseño de vestuario que acentúa esas dislocaciones, la circularidad del tiempo y los extensos silencios en el guion, no estamos ante la tragedia de Corinto: a la fuerza, se muestra a un Jasón obnubilado por el oro de este desierto minero y a una Medea cuya alteridad aparece en el disímil reparto de su lengua-oráculo y de su lengua-consigna.  

medea (1)

Me parece que la apuesta de Moreno se juega en las posibilidades de salir de la comodidad de la tragedia con un minimalismo a veces seco y otras kitsch, con un guion que reduce al mínimo los intercambios, la retórica de los diálogos, los referentes del conflicto. Es una película que deja al descubierto las ripiosas negociaciones entre el cine y la dramaturgia. Negociaciones que aquí pierden espesor, redundan. Es una película incómoda por defecto. Una que no resuelve los problemas que puede traer proponerse hacer del cine un teatro o del teatro un objeto cercado para el cine, y más allá, no escoger un camino, hacer de una escena filmada la exposición de un punto de vista vacilante e incluso impreciso. Porque nunca llegamos a saber si la de esta película es una Medea de la venganza o de la rebelión, del arrebato o del sacudimiento de las estructuras, no sabemos cuál es la lectura del clásico que está en juego, a qué refiere, en definitiva, esta particular domesticación de su ira.

 

Nota comentarista: 5/10

Título original: Medea. Dirección: Alejandro Moreno. Guion: Alejandro Moreno. Casa productora: Azabache Producciones. Distribución: JIRAFA. Producción: Alejandro Moreno, Jorge Sepúlveda. Fotografía: José Luis Canales. Montaje: Isabela Monteiro de Castro. Dirección de arte: José Rojas Noriega. Sonido: Roberto Espinoza. Música: Diego Noguera. Reparto: Paulina García, Alfredo Castro, Millaray Lobos, Michael Silva, Paola Lattus, Guilherme Sepúlveda, Félix Alcayaga. País: Chile. Año: 2019. Duración: 78 min.