Monos: Territorio salvaje

Aunque visualmente potente, la dirección general del filme parece dividida internamente entre esta vocación alegórica, que construye en la parte inicial su narrativa a modo de “cuadros vivos”, y una más narrativa, que tiende a ocupar el filme hacia la segunda mitad, más centrada en los conflictos entre los personajes y el desarrollo de la acción. Con ambición estética, Landes busca moverse en su operación de descontextualización, en medio de un tufillo latinoamericanista con más de un gesto que huele a cálculo monumental.

En medio de un paraje selvático, con la humedad a flor de piel y unos murallones de piedra que detienen el avance irrefrenable de la vegetación, un grupo de adolescentes se entrenan y llevan a cabo ritos extraños de iniciación bajo el mando de un enano vociferante. Aunque no está del todo claro, se trata de un grupo de paramilitares que tienen secuestrada a una mujer extranjera.

La película de Alejandro Landes comienza con una fuerte presencia del paisaje en una tonalidad cromática densa y texturada, mientras los jóvenes llevan a cabo diversas acciones que implican golpes entre ellos o que la secuestrada registre una acción frente a una cámara de video. Landes lleva toda esta primera parte con un cruel y misterioso lirismo que recuerda a ratos al Pasolini de Saló (1975). Todo esto se corona con la imagen cruda de un sacrificio de un animal, lo que de algún modo abre la película a su segundo tercio, que empieza a adquirir otra tonalidad narrativa. De aquí en más todo es menos difuso -y menos interesante: aunque Landes se ahorra detalles de contexto o lugar, nos queda claro que puede ser una selva colombiana donde hay conflictos entre grupos de guerrilleros. Mientras al interior del grupo empiezan a haber pugnas por liderazgo, las traiciones y juegos de poder van llevándose adelante, a la vez el grupo se autonomiza de “La Organización” y se enfrenta en una batalla con otros grupos militares. En este sentido, la película sigue la senda de la comunidad aislada, donde todo se vuelve cada vez más encerrado y macabro, en un juego entre quienes cazan y son cazados.

Una línea narrativa importante aquí es la mujer secuestrada y sus intentos de escape, quien se vuelve amenazante para el grupo, lo que va transformando el filme en algo más cercano a un thriller, aunque nunca dejando de lado determinada fascinación con el paisaje, los cuerpos y la violencia. Los “monos”, así, no esperan gran explicación: es una lucha por la supervivencia y la violencia contra el más débil; se trata de escapar de una situación angustiante y claustrofóbica en una alegoría del conflicto colombiano vía la manipulación y la voluntad de poder.

Aunque visualmente potente, la dirección general del filme parece dividida internamente entre esta vocación alegórica, que construye en la parte inicial su narrativa a modo de “cuadros vivos”, y una más narrativa, que tiende a ocupar el filme hacia la segunda mitad, más centrada en los conflictos entre los personajes y el desarrollo de la acción. Con ambición estética, Landes busca moverse en su operación de descontextualización, en medio de un tufillo latinoamericanista con más de un gesto que huele a cálculo monumental. Aquí se vuelve a un lugar común del cine latinoamericano respecto a la "violencia" como marca de identidad cultural y como espectáculo de la miseria que bien habría que pensar desde sus excesos a estas alturas.

Las referencias no se hacen esperar, desde El señor de las moscas (Harry Hook, 1990) -referencia central para el filme-, a los guiños al ya mencionado Pasolini, la asfixia selvática de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), el gusto por la anomalía herzoguiana y, particularmente, determinado tratamiento de la crueldad que ha venido trabajando parte del cine latinoamericano a manos de Amat Escalante o Nicolás Pereda. No queda atrás, tampoco, su inserción en lo que podríamos llamar la tradición en el cine “del conflicto” colombiano, como el trabajo de Felipe Guerrero o el propio Víctor Gaviria.

Aunque discutible y ambigua en muchos planos, todo esto no deja de hacer de Monos una película interesante en su propuesta artística,  visualmente apabullante y de todas maneras un cine que muestra la activa cinematografía colombiana contemporánea. Cabe agregar que es una propuesta traída por la Red de Salas de cine, que intenta llenar el déficit histórico de cine latinoamericano en nuestras salas.

 

Título original: Monos. Dirección: Alejandro Landes. Guion: Alexis Dos Santos, Alejandro Landes. Fotografía: Jasper Wolf. Música: Mica Levi. Reparto: Julianne Nicholson, Moises Arias, Jorge Román, Sofia Buenaventura, Laura Castrillón, Sneider Castro. País: Colombia. Año: 2019. Duración: 102 min.