Muestra Europa Ya! (1): Ma Loute, una delirante lucha de clases

La decadencia de una familia burguesa del norte de Francia en el año 1910, es retratada de forma delirante, exagerada y con un caricaturesco humor por Bruno Dumont  en la película estrenada este año en Cannes que trajo el Festival Europa Ya! de Cine UC, Ma Loute, nombre del joven pescador que se enamora de una chica aristócrata (que terminará siendo chico) que pasa sus vacaciones en la Bahía de Slach, donde comienzan a ocurrir extrañas desapariciones de turistas que un mórbido e ineficiente policía tratará infructuosamente de desentrañar.

Si en la miniserie de televisión, presentada también como largometraje, P´tit Quinquin Dumont muestra un drama burlesco y absurdo con toques de comedia negra, en Ma Loute echa mano de la exageración y extenuación como operaciones conceptuales para hacer una relectura de la sátira de clases. Por medio de la ridiculización, la farsa y la caricatura pone en evidencia los vicios de una deteriorada y decadente burguesía.

Es en la desembocadura del río del pequeño pueblo costero donde se cruzan dos clases sociales, una que vive del mar y que para hacer más dinero cruza en brazos o en bote a los aristócratas que no están dispuestos a mojar sus claras vestiduras para pasar al otro lado de la playa; y la otra, con un histrionismo exacerbado en el personaje de Juliette Binoche -la hermana del patriarca de los Von Peterghem, devenido en caricatura- que forma parte de una burguesía que se reproduce en forma endogámica (donde los primos son además cuñados y los hermanos posiblemente también padres de los propios hijos) para mantener en pocas manos el poder industrial. “Es el capitalismo”, argumenta Von Peterghem para explicar esta costumbre.

Parte de una burguesía que ha perpetuado la concentración económica y política tendiendo cercas (así como cuando nació la propiedad privada, al marcar el territorio y poner límites) que impiden a otros pasar e integrarse a esa exclusiva elite. Cumpliendo férreamente con la “Ley de Hierro de la Oligarquía”, se casan entre ellos para unir fortunas, se heredan los cargos políticos, se relacionan entre iguales para perpetuar las pequeñas minorías dominantes sobre las masas populares. Así lo han hecho la clase política, los militares y la iglesia por siglos. Y lo vuelven a hacer en los jardines de la mansión de verano de los Von Peterghem -esa extraña construcción de inspiración egipcia supuestamente construida con mármol, pero recubierta de cemento como un artificio del engaño- en que burgueses, los policías y el cura se juntan a celebrar la aparición de algunos miembros de la familia que habían desaparecido, felicitándose unos a otros por el logro. En la reunión social la servidumbre que ofrece la champaña a los invitados ha cambiado: ya no puede seguir siendo la joven rebelde y de malos modos, amiga de Ma Loute, que no sirve la comida en la mesa del lado adecuado del comensal, por más que sus patrones le insistan. Tal vez la única que se resiste más evidentemente a las diferencias sociales.

La procesión de la Virgen del Mar en la playa permite el encuentro por algunos instantes de las opuestas clases sociales en donde la burguesía se viste de claro lino y el proletariado, de una oscura y tosca tela. Pero la religión, que al pueblo sirve como opio, reserva su dimensión sobrenatural a la madre burguesa (como en la asunción de la virgen María) y luego al policía, que en panorámicas imágenes sobre los peñascos y la arena se elevan cada uno en su momento, como por sobre el bien y el mal. Superior es la figura de madre en la sociedad patriarcal burguesa y la de la ley y el orden representada en el regordete policía, aunque sea incapaz de resolver el caso. Los pescadores no se elevan, ni vuelan.

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La joven andrógina hija del personaje de Binoche, Billie, la que representa la ambigüedad como resultado de las aberraciones burguesas y juega con su identidad sexual vistiéndose a veces de hombre y otras de mujer, es quizás la más honesta de la sobreactuada y esquizofrénica familia. Y sincera su condición en desnuda soledad en el agua del río, en una bucólica y bella escena. Tal vez por ello y, a pesar de la decepción de Ma Loute, es perdonada en este delirio surrealista en que la vieja y vigente lucha de clases se viste de extravagancia, humor, caricatura y absurdo.

Los pescadores-pueblo tomando en brazos a la burguesía para que no se moje, sosteniendo su estilo de vida bizarro y excedido (como también ocurre con las monarquías) con su propio trabajo precario, marginal, sudado y constantemente mojado, a diferencia de los regordetes pies del policía que se los seca al viento tras asomarse al río. Mientras los Von Peterghem se maravillan con el paisaje costero al volver cada verano de vacaciones, los pescadores recolectores lo sufren, cargando los frutos del mar incluso en las espaldas de los hijos más pequeños, arrastrando sacos de mariscos -a veces- y otras, cadáveres.

Enmarcado dentro del Nuevo Cine Francés du Corps o de Extremismo, la transgresora y a veces feroz propuesta de Dumont se aproxima a los cuerpos desde la incomodidad del canibalismo, en que no existe el dilema ético ni una problematización al hecho de alimentarse de miembros de una misma especie, aunque de una distinta clase social. Los cuerpos se golpean, se desmiembran, se cortan y no se cocinan para comérselos, como antes de que el homo erectus descubriera el fuego. No es necesario, la fealdad de la violencia no puede no ser extrema en esas bocas de todas las edades chorreando la sangre de sus presas.

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Si la burguesía se ha comido históricamente las aspiraciones de igualdad del pueblo abusando de él, ahora es la familia de Ma Loute la que canibaliza a sus representantes en la tranquila bahía, que si son más jóvenes y de localidades aledañas saben más sabrosos. La voracidad de la familia de pescadores adquiere visos de venganza histórica, en esta suerte de lucha de clases en que el hambre de la pobreza se sacia comiendo cuerpos burgueses. Pero la monstruosidad no está tanto en la acción caníbal, como en la decadencia y excentricidad de la clase acomodada que considera pintoresca la labor de un pescador que extrae su sustento o que se sirve un dedo de whisky como aperitivo en los jardines con vista a la bahía.

Que Ma Loute signifique “mi querido” en jerga de los ch’tis del norte francés -acento del adolescente del cual se mofa la madre de Billie cuando en sólo una oportunidad va a almorzar a su casa- habla de la ribera del río en que se ubica Dumont, en la que el extremismo se evidencia en los pobres desde el canibalismo visceral (del hambre) y en los ricos, desde lo ridículo, la exageración, lo absurdo y la caricatura. Una lucha de clases tan delirante como presente entre cuerpos distintos, hasta en el sabor de su carne.

Marisol Aguila Bettancourt

Nota: 8/10

Título original Ma Loute. Dirección: Bruno Dumont. Guión: Bruno Dumont. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Montaje: Bruno Dumont, Basile Belkhiri. Reparto: Brandon Lavieville, Fabrice Luchini, Juliette Binoche, Valeria Bruni Tedeschi, Jean-Luc Vincent, Raph, Didier Despres, Cyril Rigaux. País: Francia. Año: 2016. Duración: 122 min.