Pinochet y sus tres generales: La risa ante lo insólito

En 1977, los miembros de la Junta Militar aceptaron ser filmados en su intimidad, en tomas aparentemente admirativas y en realidad muy jocosas. El resultado es un registro histórico fascinante en tono de comedia negra: con la risa que nace ante lo insólito. El documental es obra de José María Berzosa (1929), director español instalado en Francia y que hizo su carrera en televisión. Justamente, vino a Chile con apoyo del Institut National de l’Audiovisuel, y en Francia en 1978 se transmitieron cuatro capítulos bajo el nombre Chile: impresiones. En 2004, Berzosa montó una película apoyándose en este material televisivo, con el título más retrospectivo de Pinochet y sus tres generales. Recuerdos de un viaje a Chile en 1976-1977. El Cine Arte Alameda presenta durante septiembre la versión de 2004.

De manera general, es una burla buñuelesca a las instituciones que validan la violencia. Que baste como ejemplo el inicio de la película: un obispo, hablando en un jardín verde y paradisíaco, elogia a Pinochet comparándolo con Franco. Al soltar esta inconsciencia, la imagen se detiene un segundo (cosa de reír ante el rictus del obispo) y luego arrancan los títulos. La escena siguiente es un corneta militar en exterior, y mientras aún suena su estridencia, aparece Pinochet en un salón, en una puesta en escena institucional con música de orquesta ad-hoc. Pareciera Bill Murray en Stripes (Ivan Reitman, 1981). El plano es cortado por un llamado de alerta y una bandera chilena, anunciando que su excelencia le hablará al mundo. Y lo primero que declara Pinochet es que no existen prisioneros políticos en el país. No van ni siquiera dos minutos de película. Podríamos seguir describiendo la genialidad de la mofa interminablemente, incluyendo por ejemplo las proezas de Pinochet en la Antártida, ahogado en una parca y con música digna de Darth Vader.

Entre locura y disparate de cada general, se intercalan testimonios de familiares de desaparecidos. El resultado es una denuncia sumamente eficaz. El documental logra que su discurso de denuncia aparezca como una evidencia, una realidad inapelable. El ridículo de los generales es tan evidente que cabe preguntarse hasta qué punto es consecuencia del material original o mérito del montaje. El reparto de la película (los insignes generales: Pinochet, Leigh, Mendoza y sobre todo el delirante Merino) muestra un talento innato para ridiculizarse en la intimidad a través de sus contradicciones. Pero, aunque pareciera que el documental les da voz, es evidente que José María Berzosa dirige los hilos. Hace hablar a la cámara a través de encuadres sugerentes con un punto de vista explícito. La construcción documental de Berzosa logra tanto crear una sensación de realidad como afirmar que un documental manifiesta la postura de su autor.

Los generales lucen desconectados de la realidad social del país y niegan la violencia estatal que dirigen. Muestran a sus familias, su ternura por los animales, sin el menor cargo de consciencia. Por ejemplo, Leigh dice que “si uno se ha realizado y vive en paz y en armonía dentro de su familia se podría decir que hay felicidad”. La mujer de Leigh completa con que “una parte de la felicidad es poder hacer algo por las otras personas, no solamente encerrarse en lo que es uno”. Nada más evidente que contraponer esto con las familias de detenidos desaparecidos. Sin la menor conexión entre lo que se afirma y lo que se hace, los generales aparentan vivir en una realidad paralela. Ante este universo inverosímil, el espectador perplejo se ve preso de una inquietante e indignada extrañeza, pronto devorada por la socarrona carcajada que dibuja, al fin y al cabo, el documental. Los generales parecen bobos hipócritas, incultos e incapaces de interpretar la ironía en las preguntas de Berzosa que, por ejemplo, en conversación con Mendoza compara a los carabineros con perros.

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¿Por qué habrán aceptado este registro los generales? José María Berzosa y su equipo tuvieron la original idea de buscar un contacto personal con Pinochet en la Antártida chilena. Quizá las gélidas condiciones geográficas sean consecuencia de un desvarío del supremo. El punto es que accedió a ser filmado, y que este contacto abrió la puerta hacia los otros miembros de la Junta. ¿Habrán mordido el anzuelo del ego ante la inmortalidad del lente? El documental es jocoso en buena parte porque sus protagonistas lucen ingenuos ante la burla: creyeron quizá que las tomas serían una revelación en Francia y que el mundo descubriría su genialidad encubierta. En Francia -país que acogió masivamente a exiliados y que transformó a Pinochet en un símbolo del horror-, justamente vivía Berzosa, quien había dejado España en 1956 por sus convicciones antifranquistas. En un régimen caracterizado por el toque de queda y la censura, ¿los generales aceptaron ser filmados sin investigar al director? Quizá confiaron ciegamente en su propia genialidad.

Juan Pablo Pizarro

Nota: 9/10

Título original: Pinochet et ses trois généraux. Dirección: José María Berzosa. Guión: José María Berzosa. Fotografía: Maurice Perrimond. País: Francia.  Año: 2004. Duración: 101 min.