Star Wars. Los últimos Jedi (2): La amenaza del Lado Oscuro

Es el gran mito de nuestro tiempo, de eso no caben dudas. Hace poco menos de dos años escribíamos sobre Star Wars: El despertar de la fuerza (2015), apuntando a la magnitud de la saga y cómo la nueva trilogía que se encuentra en desarrollo se perfilaba hacia una dirección nostálgica, oscura y visualmente impecable. Al igual que en el Episodio VIII, retomamos la reseña exactamente donde su antecesora la dejó, analizando quiebres y continuidades, sus luces y sombras. Y es que Los últimos Jedi funciona como un interesante puente, levantándose con luces propias y planteando diversas inquietudes para el cierre de la saga, más allá de que el lado oscuro de la Fuerza nuble toda posible percepción del futuro.

Como decíamos, la historia continúa desde el punto en que se dejó, particularmente para la protagonista Rey (Daisy Ridley), que da con el paradero del perdido Luke Skywalker (Mark Hamill), último Jedi sobreviviente en la galaxia, quien se ha autoexiliado luego de su fracaso en reformar la antigua Orden. El entrenamiento se dificulta entre el ostracismo de un envejecido Luke y la porfía de una joven e impaciente Rey. Mientras tanto, la Resistencia y la Primera Orden continúan su lucha sin cuartel, donde la primera se ve bastante diezmada ante la potencia de las fuerzas imperiales, lideradas por un aún humillado pero vengativo Kylo Ren (Adam Driver). La general Leia (Carrie Fisher) junto a Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega) deben encontrar la manera de salvar a la Resistencia de ser obliterada, esperando que algo maravilloso ocurra en el otro extremo del universo.

Como en toda película de La Guerra de las Galaxias, se combinan dos o más líneas narrativas simultáneamente, vinculando lo individual con lo colectivo, un proceso de crecimiento personal con la batalla de proporciones gigantescas. Sin embargo, y a diferencia de sus antepasados, uno de los elementos más destacables de la más reciente entrega es que apuesta por una mirada poco convencional para trabajar esta estructura, donde los planes que siempre dieron molde a la historia (rescatar a un androide, destruir los escudos del enemigo, reparar el hyperdrive para viajar a la velocidad de la luz) ahora cobran un nuevo sentido. En el pasado los objetivos físicos de los personajes eran únicos y unívocos, los que usualmente se anunciaban al comienzo y llegaban a una resolución, positiva o negativa, hacia el cierre. Ahora esas líneas de acción son menos nítidas, lo que hace menos previsible la progresión dramática.

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Los vaivenes de la trama tienen un correlato en los protagonistas, quienes no tienen para nada resuelto su lugar en el mundo (y el universo). No se trata únicamente del crecimiento de Rey para aspirar a ser una Jedi, sino que vemos en todos ellos dudas, equivocaciones, arrebatos y malas decisiones, con la amenaza constante del mal a la vuelta de la esquina. Se percibe un trabajo más cuidado en torno a los arcos largos del desarrollo de personajes, considerando la trilogía completa, lo que los vuelve más interesantes desde su presentación. Poe, Finn, e incluso Luke viven este proceso, el que está apoyado por algunos personajes nuevos que permiten profundizar en este horizonte: la almirante rebelde Holdo (Laura Dern) o la maquinista Rose (Kelly Marie Tran) son ejemplos de secundarios que revelan nuevas luces para los más centrales, evidenciando sus conflictos más profundos.

En un horizonte tal vez más sutil pero no menos potente, se observa también una preocupación por diversificar el elenco en términos étnicos y dar lugar a tratativas de género. Desde sus orígenes la saga ha tenido personajes femeninos fuertes y en posiciones de liderazgo, y si bien ya teníamos una protagonista mujer en el episodio anterior, esta película da un paso más en este respecto, cuestionando los elementos del control y el poder, especialmente en momentos donde el comando parece titubear, y la opción “natural” del líder masculino es reemplazada por una figura femenina que, para sorpresa de varios, sabe exactamente lo que hay que hacer.

Había una inquietud inicial con esta entrega, en su posible vínculo con su par de la trilogía original -El Imperio contraataca (1980)-, principalmente porque El despertar de la fuerza es prácticamente un remake de Una nueva esperanza (1977). Más allá de algunas citas y referencias, y probablemente a conciencia de que era imposible generar un nuevo “Yo soy tu padre”, los realizadores no solo optaron por no seguir demasiado al Episodio V, sino que proponer algo lo más nuevo posible. Donde podemos observar una continuidad en relación a los dos filmes anteriores es en la destreza visual, evidenciando que ya se optó por el camino correcto a la hora de plantear su cinematografía, con escenas de batalla notables y un manejo, casi siempre, muy atractivo de los efectos generados por computador.

No obstante todo lo anterior, hay oscuridad también en este escenario que, al menos hasta ahora, pintábamos de manera más bien luminosa. Uno de los elementos más polémicos del guión es el recurrente uso del giro cómico en numerosas escenas, muchas veces con acciones sacadas del slapstick, que no terminan por cuajar en el tono general de la obra. Llamaremos a este fenómeno la “Maldición Marvel”, gracias al amaestramiento de este código que han realizado las películas de superhéroes de esta productora. Y como toda maldición puede ser utilizada como ventaja, en Marvel han construido su propio universo con esta tendencia, que aligera la acción y saca ocasionales carcajadas en la audiencia. Pero sin el manejo apropiado de este rasgo, muchas escenas parecen perder potencia en Los últimos Jedi y aparecen como adiciones innecesarias al guión. Siempre ha habido humor en Star Wars, y aquí hay momentos propicios para ello, durante el entrenamiento de Rey o con el siempre genial C-3PO. Pero cuando se abusa del recurso, la desconexión se nota y se vuelve a ratos un lastre dentro del armado.

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El metraje se extiende por 150 minutos, y si bien nunca aburre, puede llegar a sentirse un poco largo. Sin embargo, para el fanático, la longitud nunca será un problema demasiado grave, más aún, si pudiera seguir y seguir, no sería del todo malo. Podríamos entender el sumar escenas, giros y desenlaces como un guiño hacia el espectador, como golosinas para los que han esperado con ansias esta nueva película. Pero si lo vemos desde otro ángulo, sumado al punto anterior, podemos entenderlo como una subestimación de la audiencia, como si el peso de determinadas tendencias narrativas o la idea de hacer feliz a todo el mundo tuviera una incidencia demasiado poderosa, sin terminar de confiar en que el proyecto pueda sustentarse desde su sola particularidad, tan buscada en otras áreas de la producción.

Visto así, la amenaza del lado oscuro de la Fuerza no proviene solamente de la Primera Orden ni de los villanos que tientan a los héroes con el cómodo camino del poder, sino que también desde afuera, desde el sistema donde la película se enmarca, donde esperamos que su influencia no sea drástica para las películas que vienen. Los últimos Jedi lucha y logra levantar sus rasgos individuales, estableciéndose como un caso único dentro de esta gigantesca saga, a la vez que se comporta como un correcto pasaje para conectar inicio y final de esta nueva trilogía. Pero también convive con esas dificultades, las que impiden redondear sus bordes de manera más pulcra. Finalmente, y a la luz de los recientes resultados electorales en nuestro país, siempre es positivo destacar el sustrato político que de alguna forma ha estado presente en las películas de La Guerra de las Galaxias desde sus inicios, y aquí, donde el manto del lado oscuro parece envolver a quienes luchan por un mejor pasar para el universo, incluso en los momentos de mayor desesperación, los y las rebeldes nos recuerdan que no basta con solo albergar esperanzas, sino que siempre hay que construirlas.    

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Star Wars: Episode VIII. The Last Jedi. Dirección: Rian Johnson. Guión: Rian Johnson. Fotografía: Steve Yedlin. Música: John Williams. Reparto: Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver, Oscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher, Kelly Marie Tran, Domhnall Gleeson. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 150 min.