Sweat: Un cuerpo en pantalla

La noción de la influencer como producto y objeto de exhibición es observada con cautela por el director. Su maquillaje es perfecto, casi imperceptible y sin rastro de las lágrimas que antes vimos en su rostro. ¿Es Sylwia feliz? Nos ha dicho que no, pero ¿podemos creerle? Hay algo ahí, en esa última mirada, que tal vez nos pueda dar la clave. Seguimos viéndola a través de la pantalla y es probable que sea la única manera que tenga de sobrevivir a la realidad. 

La idea de que un cuerpo debe ser bello –según los cánones de quien mira, jamás de los propios– es algo que ha perseguido a las mujeres con más recurrencia de la quisiéramos. El deber ser, el mandato sobre el cuerpo encuentra un nicho fértil en la publicidad, en donde el llamado sobre las mujeres siempre aparece como algo que debe ser arreglado y “mejorado”. Esa presión también es una manera de mantener el orden. Si todas las mujeres queremos ser iguales, ¿dónde dejamos la diversidad de colores, de formas, de edades, cuerpos, ideas que pueden surgir de ello?

La primera imagen de Sweat coquetea con esta forma de presión en el cuerpo de su protagonista: Sylwia (Magdalena Kolesnik), una joven influencer y entrenadora personal, realiza una actividad masiva en un centro comercial, en el que cientos de mujeres siguen al pie de la letra sus indicaciones. Sylwia tiene plena conciencia de su carácter de “producto” y por lo mismo, acepta con total resignación ese estatus, mientras las mujeres que la siguen aspiran a ser como ella. 

Por supuesto, la realidad de Sylwia no es como se esfuerza en demostrar a sus miles de seguidores en instagram. Su trabajo exige belleza permanente, pero, en el interior, ella se enfrenta lo menos glamoroso de su profesión: el acoso de los hombres que la rodean, la exigencia del medio y de su familia y, de manera muy patente, la soledad; como si esa belleza, deseada y envidiada, fuese también una moneda de cambio. Desde ahí, la protagonista parece desligarse cada vez más de sí misma, al tiempo que va exhibiendo pequeños atisbos de su intimidad. Sin embargo, nada de eso importa, en la medida que sea capaz de responder de manera coherente con lo que se espera que sea. 

Puede parecer descarnado y algo cliché este argumento. Vivimos en una exposición constante a los medios y a través de la pantalla; formas de modelamiento que están dados por las redes sociales, la publicidad y la televisión, tal como antes lo hizo el cine. Los estereotipos se instalan para convocar a un ideal social, algo que pueda manejarse de mejor manera, sin que se cuestionen. Sylwia representa ese ideal a la perfección, desdoblándose frente a la pantalla del celular, la que a su vez es mostrada por el director Magnus von Horn sin complacencia. Mientras ella busca mostrar una vida perfecta, el director se encarga de entregarnos su lado B, sin que lleguemos a comprenderlo completamente. El efecto se da vuelta a sí mismo, porque hay una pequeña fisura, una que no podemos aprehender dada la distancia entre la protagonista y la pantalla. Von Horn parece decir que aunque tratemos de acercarnos a Sylwia nunca vamos a lograrlo, porque no podemos prescindir de la pantalla que media entre ella y nosotros, seguidores y espectadores. 

La noción de la influencer como producto y objeto de exhibición es observada con cautela por el director. Pese a que hay varias instancias en las que parece querer “humanizar” a su personaje, demostrando de manera reiterativa que nada es lo que parece, el círculo se completa un par de días después de nuestro encuentro con Sylwia en el centro comercial. Luego de una noche particularmente ruda, la mujer debe enfrentar de nuevo las cámaras y las luces en un set de televisión. Los presentadores buscan la cuña perfecta, hacerla caer en el juego de la polémica y las revistas de moda, pero no lo logran. Sylwia se despide de nosotros mirando a la cámara fijamente, mientras realiza su rutina de ejercicios. Su maquillaje es perfecto, casi imperceptible y sin rastro de las lágrimas que antes vimos en su rostro. ¿Es Sylwia feliz? Nos ha dicho que no, pero ¿podemos creerle? Hay algo ahí, en esa última mirada, que tal vez nos pueda dar la clave. Seguimos viéndola a través de la pantalla y es probable que sea la única manera que tenga de sobrevivir a la realidad. 

Sweat se hace cargo de la idea de la imagen perfecta y de alguna manera cruza los prejuicios que enfrentamos respecto a esa maquinaria. La industria de la belleza moviliza millones de dólares al año, convenciendo a mujeres de que necesitan ser reparadas de alguna manera. Von Horn pone sobre la mesa esa discusión, pero no logra ir más allá. La presión de la belleza emerge como tema, pero sigue haciendo de las suyas, aunque nos resistamos a ella. 

 

Título original: Sweat. Dirección: Magnus von Horn. Guion: Magnus von Horn. Fotografía: Michal Dymek. Montaje: Ayris Alptekin. Reparto: Magdalena Kolesnik, Julian Swiezewski, Aleksandra Konieczna, Zbigniew Bielawski, Lech Lotocki, Magdalena Kuta, Wiktoria Filus, Katarzyna Cynke, Mateusz Król. País: Polonia/Suecia. Año: 2020. Duración: 106 min.