Turning Red: Esquemas juveniles

Desde distorsiones faciales propias del anime serial hasta la energía Looney Tunes de un personaje como Abby –siempre unos cuantos niveles por encima del resto—, en Turning Red aparece un estilo de animación ecléctico que bebe de distintas partes de la historia de la animación más exagerada y menos apegada a las reglas de lo “real”.

Siguiendo la tradición del propio Walt Disney en reportajes como How Walt Disney Cartoons Are Made (1939) o el episodio Tricks of Our Trade de Disneyland (1957), Pixar se ha tomado la tarea de explicar al público su historial de avances técnicos y la forma en que se han acercado al fotorealismo dentro de la animación 3D. En clips “detrás de cámara” de Toy Story 4 (Josh Cooley, 2019), por ejemplo, el equipo animador enseñaba con orgullo la escena en que un gato descansa bajo un rayo de sol, dejando apreciar el detalle en cada pelo y partícula de polvo que flota alrededor de su pelaje. Con esta muestra, el estudio celebraba su propio progreso al compararlo con el pelaje de Scud, el bull terrier de Sid en Toy Story (John Lasseter, 1995), cuyo pelo uniforme se mostraba liso y sin detalles, una masa que simulaba el cabello pero que no nos permitía ver cada pelo por separado.

En paralelo al “avance” estético computarizado, Pixar también fue generando una vertiente temática que, a falta de una descripción más precisa, ha sido descrita como “metafísica”. Ya fuera con juguetes, monstruos o insectos, las primeras películas de Pixar recreaban el comportamiento humano dentro de microuniversos invisibles para la sociedad, pero que eran funcionales a la vida humana. Esto llegó a niveles inéditos después de Inside Out (Pete Docter, 2015) y, especialmente, Soul (Docter, 2020), dos películas donde la dimensión sicológica (y teológica, en el caso de Soul) sugería una creciente ambición conceptual por parte del estudio. Por otro lado, especialmente en Soul, este anhelo por una mayor profundidad discursiva también chocaba con el formato didáctico que caracteriza a Pixar desde sus comienzos, un impulso por ir “bajando” los temas de mayor densidad narrativa.

Frente a esta progresión, tanto Luca (Enrico Casarosa, 2021) como Turning Red (Domee Shi, 2022) parecen contradecir esta tendencia, un “retroceso” estratégico en el que el realismo y las pretensiones narrativas dan un paso atrás. En Luca, la redondez de los rostros y los rasgos caricaturescos ya mostraban un diseño menos apegado a la anatomía humana. En Turning Red, esta estrategia es bastante más notoria: se opta por un estilo animado suavizado y colorido que bebe de fuentes inesperadas, sobre todo considerando el estilo visual de la animación digital mainstream estadounidense. Desde distorsiones faciales propias del anime serial hasta la energía Looney Tunes de un personaje como Abby –siempre unos cuantos niveles por encima del resto—, en Turning Red aparece un estilo de animación ecléctico que bebe de distintas partes de la historia de la animación más exagerada y menos apegada a las reglas de lo “real”.

Estos saltos estilísticos siguen también la energía del relato. No solo se trata de la primera película de Pixar narrada en primera persona, sino también de la primera “contaminada” por el punto de vista de su protagonista. Mei, si bien interviene de manera directa solamente en dos escenas, da forma al estilo y aproximación adolescente de la película desde la apertura, describiendo a sus amigas y vida familiar en un estilo narrativo frenético que recuerda a las presentaciones de personajes de Mean Girls (Mark Waters, 2004), las series adolescentes del Disney Channel de comienzos de siglo, o incluso los vlogs de YouTube. Se trata de un pastiche de referencias poco comunes que van más allá de la ambientación de la película (Toronto durante el año 2002) y los guiños nostálgicos de Shi hacia su propia infancia. Turning Red es una película pop no solo por incluir este tipo de referencias, sino también por su manera de considerar el pop desde una vereda normalmente poco explorada.

Si géneros como el grunge (Singles, Cameron Crowe, 1992), el britpop (Trainspotting, Danny Boyle, 1996) o las múltiples obras alrededor del rock consideraban discursos que homenajeaban la relación afectiva de sus oyentes con la música, en el caso del pop se establece, por lo general, una actitud de distancia vinculada a los retratos alienantes. Desde películas que muestran la explotación del pop idol por parte de la industria –una historia que va desde Pajarito Gómez (Rodolfo Kuhn, 1965) a Vox Lux (Brady Corbet, 2018)— hasta la obsesión insana por parte del fan del pop –Desperately Seeking Susan (Susan Seidelman, 1985), Perfect Blue (Satoshi Kon, 1997)—se podría decir que, por lo general, el retrato del oyente pop ha tendido hacia una imagen negativa. Por esto mismo, el pop radial ha sido una de las expresiones musicales con menor tendencia a los retratos generacionales nostálgicos. 

Si bien existen varios elementos de humor en la banda ficticia 4*Town y su síntesis del modelo de la boy band adolescente, la forma en que Shi muestra la obsesión de Mei y sus amigas por la música del quinteto se convierte en uno de los puntos centrales de la película, y en uno de los elementos pensados con mayor respeto. Más allá de los chistes en torno a la contradicción entre el número de integrantes y el nombre del grupo, o del aire “francés” con el que promocionan a Robaire por el hecho de saber hablar el idioma, la unión de Mei y sus amigas a través del credo de “4*Town Forever” trasciende a la referencia de época para retomar y considerar el impacto afectivo de este tipo de música más allá de las etiquetas de lo “comercial” o lo “prefabricado”. Si bien 4*Town es, efectivamente, un conjunto empaquetado que sigue las reglas de la época, el refugio que supone su música y estilo en la vida del cuarteto de amigas introduce una dimensión más compleja. A su vez, el respeto y la falta de algún elemento paródico de las canciones compuestas por Billie Eilish y Finneas “simulando” ser el grupo van en la visión general de la película hacia este tipo de pop.

En ese sentido, Shi parece trabajar con bastante consciencia respecto a que muchas de sus referencias pertenecen a saberes y afinidades culturales muchas veces negados dentro de una consideración más “elevada”. El hecho de que la escena del despertar sexual de Mei esté vinculada a la producción de fanart apunta también a sumar expresiones relacionadas a la adolescencia femenina y, por lo tanto, a una producción cultural escasamente considerada desde una posición cariñosa, incluso dentro del cine pop actual y su tendencia por la acumulación de referentes. Shi retrata su propia adolescencia y referentes culturales, pero al mismo tiempo busca hacer un espacio a inspiraciones menos comunes y que, hasta hace un tiempo, serían difíciles de introducir de manera "seria". Por lo demás, el estilo animado, con sus ojos que brillan y escenas orgullosamente edulcoradas, es reflejo también de esta actitud.

Por último, a pesar de la novedad que supone esta energía narrativa de Shi dentro de Pixar, habría que discutir la forma en que el último segmento de la película termina también sucumbiendo al impulso de “cierre” que caracteriza al estudio, un estilo narrativo donde finalmente todas las piezas y signos necesitan confluir en una lección o idea final. De hecho, uno de los debates interneteros actuales en torno a Turning Red tiene que ver con dictaminar si el mensaje “general” de la película es positivo o no para la infancia. A pesar del pulso general del relato y la diversión de su pastiche animado, el debate se redirige, como ocurre siempre con las películas animadas, a darle una bajada a los “mensajes” y posibles temas de la película.

Mucho más allá de estas discusiones morales, cada vez que Turning Red se acerca más hacia el momento de pensar en “dar una lección”, parte de la libertad estilística y de la energía del relato parecen retroceder para terminar de cerrar todas las ideas en torno a la familia y los límites de la obediencia. Sin tener una conclusión clara (ni tampoco mucho interés) frente a este tipo de discusiones, se podría dejar abierta una inquietud sobre cómo cada vez que Pixar recurre a su parte más didáctica, la ambición y el elemento lúdico animado retroceden, incluso en una de sus películas más libres. 

Título original: Turning Red. Dirección: Domee Shi. Guion: Domee Shi, Julia Cho. Música: Ludwig Göransson, Billie Eilish, Finnes. País: Estados Unidos. Año: 2022. Duración: 100 min.