Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano, directores de “Chicago Boys”: “En esta historia el foco está en los valores que tenían esas personas a la hora de tomar sus decisiones”

Chicago Boys es el estreno documental del mes, sin duda. Conversamos con sus directores Carola Fuentes y Rafael Valdeavellano sobre el origen de la investigación, así como del universo que encontraron tras el mundo de los “Chicago boys”.

El documental se enmarca en un ambiente post-crisis del 2011 y dialoga muy bien con otros documentales como son El vals de los inútilesPropaganda y Crónica de un comité, añadiendo una pieza más para el análisis político y social de nuestro presente. ¿Cuáles eran las motivaciones iniciales y cómo se gesta el proyecto? A su vez ¿cuáles fueron sus principales dificultades?

La pregunta inicial fue: ¿Qué estarán pensando los padres del modelo de las protestas que se veían esos días? ¿Sentirán que algo se salió de control o, por el contrario, las tomarán como algo natural de un proceso que ellos vaticinaban?  Para responder la duda, se nos ocurrió entrevistar a los primeros Chicago Boys y fuimos a Estados Unidos para entrevistar a Arnold Harberger, que nos abrió la puerta a una historia que se remontaba a mediados de siglo pasado y que resultó mucho más interesante de lo que nos imaginamos al principio. La principal dificultad fue dar con la forma que queríamos de relato. Teníamos mucho material y 50 años de historia que resumir. Finalmente buscamos potenciar el contenido con una narrativa que fuera atractiva y a la vez accesible para los espectadores.

La historia comienza hacia la década del 50 con el envío de becarios a la universidad de Chicago, y queda clara que la desregulación del mercado fue algo resistido hasta la dictadura de Pinochet. Desde tu punto de vista y desde la investigación ¿qué es lo que ayuda a que Pinochet decida a darle un espacio a los Chicago boys en su plan económico? ¿Cómo se pasa de una dictadura militar opresiva a defender la “libertad de elegir”? ¿Qué rol cumple Milton Friedman?

Los Chicago Boys tuvieron que convencer a Pinochet y a los otros miembros de la Junta para que los apoyaran en sus ideas. La visita de Friedman a Chile, habría sido un apoyo importante para ellos. Dicen que Friedman le dijo a Pinochet: “Si usted quiere aplicar medidas correctivas, hágalo rápido, si tiene que cortarle la cola a un perro, no lo haga de pedacitos, hágalo de una vez”.

Respecto a esto mismo, ¿Cómo crees que el documental nos puede ayudar a comprender cierta dimensión “excepcional” de su implantación local, la llamada “doctrina del shock”?

El documental no es sobre economía sino sobre economistas, que son las personas que tomaron las decisiones que cambiaron el destino de los chilenos. En esta historia el foco está en los valores que tenían esas personas a la hora de tomar sus decisiones. No hablamos de las medidas que tomaron, sino de las prioridades valencias que tenían a la hora de tomarlas.

Los testimonios de Ernesto Fontaine y Sergio de Castro (ministro de Pinochet) son decidores, a ratos abruman en su honestidad y juicios al respecto de la historia del país. Ellos a su vez parecen orgullosos al respecto de su legado. ¿Por qué crees accedieron a prestar testimonio documental? ¿Qué nivel de conciencia tienen respecto a la desarticulación social que implicó el neoliberalismo?

Ellos están muy orgullosos de lo que hicieron, y están genuinamente satisfechos por el crecimiento económico que ha tenido Chile. Yo misma les pregunté, al final de las entrevistas, por qué habían accedido a dármelas, y todos coincidieron en que fue porque agradecían que les preguntaran por su punto de vista o su visión de la historia. Que mucho se había escrito o dicho de ellos pero que poco se les había preguntado a ellos mismos.

La historia tiene algo de cofradía, ellos mismos se definen como un tipo de mafia y se juntaban hacia inicios de la década a conversar sobre su “legado histórico”. Sin embargo, hay posiciones que comenzaron ahí y luego se distanciaron críticamente, como es el caso de Ffrench-Davis. No se cuenta mucho de él, aunque de algún modo es un contrapunto en el documental, ¿por qué era necesario mostrar este punto de vista?

Porque no todos los que fueron a Chicago a estudiar tenían las mismas ideas ni los mismos valores, y eso, en la dictadura hizo una gran diferencia entre ellos.

La primera parte del filme posee algo de ensoñación con el registro de materiales de archivo, cierta época idílica de estudiante becario y de un “american way of life”. El filme podría haber comenzado de muchas formas, pero este énfasis de unidad y pasado común al parecer tiene algo fundamental para comprender a esta “cofradía”. ¿Por qué crees relevante mostrar esta dimensión? Por otro lado, ¿cómo consiguieron esos archivos caseros?

Esa etapa es importante, porque es precisamente el origen o la semilla de toda la historia. Muchos chilenos relacionan a los Chicago boys con autoridades que aparecieron en escena en los 70, pero pocos saben que la historia comenzó en los 50. Teníamos mucho interés por no contar una historia en blanco y negro, tenemos el convencimiento de que la realidad está llena de matices, y al conocerlos como jóvenes estudiantes que tenían ideales como muchos otros jóvenes estudiantes, era importante precisamente por eso.

A mí parecer el enfoque tiene el acierto de vincular por un lado la continuidad en términos económicos entre la década del noventa y los gobiernos de la concertación, así como analizar este legado desde la perspectiva del presente social y el clima de malestar, registrando incluso la opinión de los “Boys” en cámara. ¿Por qué era relevante hacer esta vinculación?

Creemos que los valores más intrínsecos del modelo neoliberal, los que les enseño Milton Friedman en Chicago, es decir la defensa acérrima de la libertad, la admiración por la competencia, el desprecio a la injerencia del Estado y el acento en el emprendimiento personal, son valores que se quedaron en el ADN de miles de chilenos, y que los gobiernos de la concertación mantuvieron como norte.

El final tiene varios cierres, uno de ellos es en la Universidad Católica y una reunión de un think-tank económico en el marco de un homenaje a Friedman. Particularmente me pareció brillante la relación entre las citas de Friedman y los mozos que están a cargo de servir el café. Con todo ello, y aun con el plano de los movimientos sociales afuera, el filme deja una sensación de encierro. ¿Qué reacción buscan o les gustaría tener con el documental? ¿Qué rol puede cumplir en ello una película?

Creemos que la película está cumpliendo dos funciones, dar a conocer y difundir una historia muy relevante que hasta ahora era casi desconocida para miles de chilenos. Al entender de dónde venimos se nos hace más fácil entender por qué somos como somos. Pero también está actuando como una especie de catalizador de un montón de sensaciones, impresiones y hasta intuiciones que muchas personas están teniendo: hay algo que no cuadra, queremos algo más o mejor de lo que tenemos hasta ahora, y éste pareciera ser un interesantísimo momento de cambio.