Condorito, la película: Por una animación imperfecta

En el célebre ensayo Por un cine imperfecto (1969) el cubano Julio García Espinosa declaraba que un cine latinoamericano que aspire a la perfección técnica era equivalente a un cine reaccionario. La declaración, que tenía el objetivo político de presentar una alternativa de cine revolucionaria, queda desfasada si la trasladamos textualmente a nuestro presente, cuando la incipiente industria ha desplazado la discusión de las formas políticas hacia otros ámbitos. Sin embargo, la idea de aspirar a un estándar estético industrial sigue produciendo en la actualidad obras que muchas veces se conforman con poder estar “a la altura” de las grandes productoras. Si bien esta aspiración industrial ya se ha visto en varias de las ficciones recientes, es probablemente el caso del cine de animación donde todavía podría resultar más útil discutir los términos de “perfección”. Esta idea podría, por ejemplo, explicar algunos de los problemas más notorios de Condorito: la película.

En ella, Condorito lucha por convencer a Yayita de casarse con él a pesar de que su suegra, Doña Tremebunda, prefiera al arrogante Pepe Cortisona. Posteriormente, por culpa de un malentendido con el cóndor unos alienígenas raptan a Tremebunda, por lo que Condorito comienza una aventura a través del espacio para rescatarla. El enredo inicial se convertirá en una concatenación de problemas que involucraran a una serie de los personajes más célebres de Pelotillehue. Con guiños a cintas como Los cazadores del arca perdida (Steven Spielberg, 1981), se trata de una película centrada en la aventura más que en los temas de la ciencia ficción que podría sugerir la presencia alienígena. De forma cíclica, cada vez que Condorito, con ayuda de Coné, se acerca a resolver el conflicto, un nuevo tipo de amenaza permite que se extienda nuevamente la aventura (y el metraje).

Además de la fórmula de aventuras, que es común de ver en la cartelera animada, la obra sienta gran parte de su humor en la tradición de la historieta. Esto por un lado responde a una expectativa de audiencia, que espera ver reflejados los elementos más característicos de la obra en su adaptación fílmica, pero por otro significa replicar códigos de un humor misógino que difícilmente sintonice con una audiencia más actual. El arquetipo de Condorito, que en la obra de Pepo buscaba retratar la denominada “picardía chilena”, y en la película parece querer extenderse a un nivel latinoamericano, se sustenta en parte en su comportamiento con Yayita y Doña Tremebunda. Los dos modelos femeninos del cómic son trasladados desde la obra original sin apenas modificaciones en la película: jóvenes exageradamente voluptuosas (siempre acechadas por Condorito) y viejas obesas de personalidad desagradable (que son un constante blanco de burlas para todos los personajes). Gracias a esto, gran parte del contenido humorístico de la obra parece responder a formas humorísticas políticamente discutibles que se justifican con estar realizando un retrato del chileno “promedio”, del cual Condorito siempre ha querido ser una representación.

Si bien esta fórmula de enredos sucesivos y perpetuación de estereotipos son aspectos problemáticos a remarcar, tal vez el problema más persistente de la película reside en las mencionadas aspiraciones estéticas. La animación de Condorito: la película cuenta con la codirección de Alex Orelle, quién ha trabajado anteriormente en el departamento de animación de Los increíbles (Brad Bird, 2004), y el presupuesto más alto de la historia de una producción peruana. Condorito no está cerca de ser una animación completamente fallida que delata a primera vista una falta de recursos profesionales. El diseño de los personajes logra trasladar la imagen de estos a la animación 3D de manera mayormente exitosa. Sin embargo, como podemos ver en varias escenas, de a poco lo estático de algunos movimientos y el aspecto “gomificado” que tienen algunos de los personajes delata que estamos ante un acercamiento a las estéticas industriales. En sus mejores momentos la animación de la película destaca por aproximarse al estándar estético de estudios como Pixar, mientras que en los peores la falta de fluidez de los movimientos y los defectos del diseño de algunos personajes nos recuerdan que todavía se mantiene una lejanía.

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A los problemas de animación se suma la asimetría que se manifiesta en el doblaje. La utilización insistente de chilenismos dichos a través de un acento completamente neutro dejan una extraña sensación a la hora de ubicar geográficamente a Pelotillehue. Lo extraño de esta combinación entre localismos y neutralidad se acentúa, además, por el hecho de que solo algunos personajes utilizan palabras del léxico nacional, mientras que otros se mantienen completamente neutrales en su habla. Esto último se explica por la particularidad del doblaje distribuido nacionalmente, en el cual se combinan algunos doblajes de la versión internacional y se reemplazan otros (entre ellos Condorito) por dobladores nacionales. Esta desproporción entre doblajes, sin embargo, no se da solo por la combinación de acentos. Incluso en este aspecto podemos notar una réplica de una de las prácticas más criticadas del doblaje estadounidense actual: reemplazar al actor de voz por “rostros” pertenecientes a otras disciplinas. La diferencia que se da entre el doblaje de Condorito, realizado por un actor de voz, y el del comediante Coco Legrand (el cual es usado en la distribución internacional, por lo que no utiliza chilenismos) deja clara esta diferencia. Si bien Don Cuasimodo, doblado por Legrand, funciona correctamente, la voz que el comediante imposta para interpretar a Doña Tremebunda no termina nunca de convencer, y suena todo el tiempo como una imitación masculina de una mujer mayor.

La aparición constante de placements confirma, finalmente, cómo varias de las operaciones de la película obedecen de manera notoria a estrategias de mercado. La utilización de la música (que incluye artistas reconocidos del pop latino como Jesse y Joy y Gente de Zona) muestra claramente que la intención de hacer una película que se pueda distribuir en distintas partes de Latinoamérica termina adueñándose del desarrollo de la obra. Acusar una vocación comercial en una película de animación que busca establecer industria puede resultar obvio, pero la manera en que la propia película se lo recuerda al espectador lo convierte en un elemento difícil de obviar.

Cuando la animación de esta parte del mundo es capaz de asumir sus limitantes, muchas veces termina por crear un lenguaje propio que es, paradojalmente, más atractivo para la audiencia local y extranjera. Pensar una animación imperfecta no significa renunciar a los más altos estándares de animación sino que, por el contrario, encontrar una forma plástica que resulte refrescante y original. El mejor momento de Condorito, en términos de animación, llega precisamente cuando se olvidan de la “perfección” técnica del 3D para realizar una introducción que experimenta con el lenguaje del cómic y la estética creada por Pepo. Este pequeño fragmento resulta interesante, atractivo e invita a comenzar la obra, a pesar de toda su sencillez e “imperfección”.

 

Nota comentarista: 2/10

Título original: Condorito: la película. Dirección: Alex Orelle, Eduardo Schuldt. Guión: Martín Piroyansky, Rodrigo Moraes, Ishai Ravid. Montaje: Pablo García. Música: Fran Revert. Reparto: Rodrigo Saavedra, Loreto Araya, Coco Legrand, Claudio Palma, Camila Rojas. País: Chile, Perú, México, Argentina. Año: 2017. Duración 88 min.