El legado del diablo: La balanza del horror

El género del terror ha estado asociado de forma histórica a ciertos límites de apreciación de parte del público general (tiene que dar miedo), lo cual lo hace uno de los más rentables, sobre todo pensando en el bajo presupuesto que suelen tener estos proyectos. Ese carácter masivo le ha causado ser víctima de escarnio de parte de la academia, e incluso de ciertos cinéfilos que lo consideran un ejercicio cinematográfico menor sólo por el hecho de basarse en la reacción gutural de quien lo observa.

Pese a que la respuesta más lógica sería poder apreciar el género tal cual es, tanto en sus puntos más clásicos como en los más populares, hay otra reacción que ha tomado fuerza últimamente, sobre todo en el ámbito norteamericano, que trata de mover esos límites y apreciaciones a las cuales ha sido asociado social y artísticamente el terror en sí.

Filmes como It Follows (2014), It Comes at Night (2017) y TheVVitch (2015) establecen una mezcla de temas e imágenes propias del cine de terror y las combina con una atmósfera que se podría denominar de “cine arte”: planos largos, fotografía cuidada, iluminación con sentido temático, los silencios prolongados, las actuaciones pausadas, entre tantos otros elementos que caracterizan a este cine, y El legado del diablo (Hereditary, 2018) fácilmente puede entrar dentro de este nuevo movimiento de “cine arte de horror”.

El debut cinematográfico de Ari Aster parte con una muerte, la abuela de una familia de cierto poder adquisitivo ha fallecido luego de una larga enfermedad, y todos tienen que prepararse para el funeral. Steve, el padre de familia, pragmático y concentrado incluso en los momentos de mayor tensión, trata de despertar a sus hijos: Peter, en la edad en la que sus intereses están más por las fiestas, y Charlie, una niña de once años que parece ser la más afectada, al haber sido criada por su abuela. A la cabeza de todos ellos está la hija de la fallecida, Annie, que es interpretada de forma magistral por Toni Collette, y quien parece sublimar toda experiencia emocional a través de su arte, la creación de miniaturas de lugares y situaciones (incluyendo tanto su propia casa como muñecos de sus propios hijos).

El filme tiene un tratamiento un tanto extrañado y distanciado, partiendo por la forma en la cual el filme inicia, con una exploración de la casa familiar a través de la miniatura hecha por Annie: la cámara realiza un acercamiento extremo hasta insertarnos dentro de la artificialidad de la maqueta, para luego establecer ese como el espacio donde transcurrirá la historia. El control absoluto sobre cada momento y movimiento de cámara en esta película, así como en su cuidada ambientación y dirección de arte, son homologables al trabajo realizado por la protagonista: el director maneja todos los elementos del filme tal como si lo estuviera construyendo a mano.

EL LEGADO DEL DIABLO

Aunque hay una enorme nube oscura detrás de cada momento, y cada escena tiene una ominosa carga, eso no impide que haya elementos emocionales y sensibles que parecieran “escaparse” del perfeccionismo visual, al ser, fundamentalmente, una película sobre el duelo y el dolor tras la muerte de los seres queridos y de cómo esa carga -esa pena- pareciera transmitirse de forma hereditaria, como un sino imposible de evitar, una maldición que se traspasa a los demás aunque no quieras que esta se transmita.

Uno de dichos elementos sensibles corresponde a la actuación de Toni Collette, que logra emocionar a niveles insospechados para una película tan visualmente fría. Hay en particular una secuencia en la cual sólo vemos a Annie dormir plácidamente, acostada en un suelo de madera, bañada por una luz cálida, donde no se dice nada, sólo vemos la cámara explorar lo largo de su cuerpo, tranquilo y quieto tal vez después de mucha tensión y lágrimas. A mí personalmente ese instante de paz me causó un derrumbe emocional. Esa paz indicaba un problema mayor, una pena enorme, una destrucción del alma que sólo se acelera en las más de dos horas de metraje.

El problema mayor de El legado del diablo es que pertenece a ese movimiento de películas de arte de terror que señalé más arriba, aspirando a una seriedad que no necesita para así captar la atención de quienes regularmente no toman en serio las películas de terror (muy personalmente, creo que tales personas -los que tienen prejuicios con el cine de terror- no deberían siquiera estar en los pensamientos de nadie: ellos se lo pierden), por lo que ese híbrido de drama familiar (que es muy potente gracias a las buenas actuaciones de todos los actores) y el horror, que se cuece en el fuera de campo, hace que se sienta que a Ari Aster se le ha pasado el tiempo y se le ha quemado el guisado. Los elementos mitológicos y de horror que vienen a explicar el dolor emocional de todos los personajes y los breves episodios sobrenaturales aparecen de repente y se sienten como relleno, pese a que a medida que el final se acerca se hacen cada vez más fundamentales.

Los últimos quince minutos del filme son una muestra de los mejores y los peores momentos de este género. Una secuencia bellamente filmada, pero temporalmente extendida con planos largos que quisieran establecer alguna suerte de dimensión extra al espacio que ya hemos visto por las casi dos horas anteriores, con un momento de horror y sangre que es absolutamente inolvidable en términos de sonido y gore, pero que al mismo tiempo ofrece una sobre-explicación de todo lo que ya hemos podido entender gracias a las pistas entregadas en el filme. Es en sus imágenes más chocantes, de cuerpos destrozados, miembros separados de sus cuerpos, descomposición y sangre a chorros en donde buena parte de la audiencia encontrará el horror necesario para justificar una buena ida al cine, pero los demás espectadores considerarán que hay algo que no calza en la meditación excesiva y en la mala mezcla de sus elementos interiores.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Hereditary. Dirección: Ari Aster. Guión: Ari Aster. Fotografía: Pawel Pogorzelski. Edición: ‎Jennifer Lame; Lucian Johnston. Reparto: Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro, Ann Dowd. País: Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 126 min.