Il Siciliano (2): Las estrategias de la farsa

Para quienes hemos seguido la trayectoria de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, con su cuarto largometraje (al que se suma el nombre de Claudio Pizarro en la dirección) nos encontramos ante un documental en algún nivel más “clásico” que sus trabajos anteriores. No obstante, Il siciliano posee enorme potencia, fruto de las estrategias del directo y de la fortaleza primera de su cine: la capacidad de meter las cámaras en zonas incómodas e insólitas. Como en sus otros largos, los límites entre lo falso y lo verdadero, la superficie y lo oculto, la máscara y el actor, la ficción y lo documental, tienden a correrse. Dichos filmes están vinculados a un pacto espectatorial que, dependiendo del caso, pueden tender más hacia lo ficcional o documental, pero siempre en una especie de ciclo donde un polo y otro se co-pertenecen. En esta ocasión se trataría de un documental en que los juegos performativos del protagonista (Juan Carlos Avatte) y la dimensión teatral de la realidad establecen, desde el inicio, un punto de arranque que sostiene una mirada en torno al personaje.

Ya en El pejesapo (2007) y Mitómana (2011) estos “juegos” llevaban a un punto de indeterminación. Recordemos: Héctor Silva, alias “el pejesapo”, recorría la ciudad de Santiago buscando trabajo mientras las puertas se cerraban. Todas las interacciones eran con espacios “reales”, mientras el personaje se sometía a una serie de experiencias límites, indefectiblemente, tensionando al actor en el límite con la máscara. Esta reflexión la llevaron mucho más allá en Mitómana, donde una actriz debe someterse a una especie de juego/experimento propuesto por los directores, que implicaba también una serie de “pruebas”. A los veinte minutos la primera actriz renuncia a la película y Paola Lattus debía apropiarse del rol. A lo largo del largometraje se ve a Lattus interviniendo en una serie de espacios y estableciendo acciones que tensionan los límites púdicos y culturales de la propia actriz. Hacia el último tercio del filme esto se resuelve con un tercer personaje, pero nada nos quita la idea de que lo que hemos visto hasta ese momento es un documental sobre un proceso (una película y una actriz), una especie de reflexión-ensayo sobre los límites de la máscara y la actuación.

En Il siciliano se retoma este eje temático, aunque esta vez se trata de lleno de un retrato de Juan Carlos Avatte, dueño de una fábrica de pelucas y especie de jefe mafioso, viviendo sus últimos días. Tal como va quedando claro a lo largo del filme, el “contrato” entre los realizadores y Avatte es fundamental. Aquí se me vino a la mente otro documental: Un hombre aparte (2001), de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, retrato en el que también el contrato es fundamental, acerca de un personaje -Ricardo Liaño- que estaba dispuesto, como Avatte, a llevar adelante un seguimiento sobre sí mismo hasta las últimas consecuencias.

il-siciliano (1)

Nada -en términos de técnicas documentales- hay tan de nuevo en esto: por vía del cine-directo, ya desde los hermanos Maysles y los trabajos de D.A. Pennebaker o Fredric Wiseman, se ha tratado de descubrir la dimensión performática y teatral de la vida cotidiana y de personajes dispuestos a exhibirse a sí mismos de manera impúdica. Lo que sí requiere este forma de cine es un tipo de dominio, velocidad de reacción, concepto de encuadre y capacidad inmersiva en universos insólitos y personajes contradictorios, para lo cual la dupla Sepúlveda-Adriazola (hoy trío: más Pizarro) tiene un especial talento.

Il siciliano es su película más “lineal” a la fecha, la única que se sustenta 100% en el registro desde un solo punto de vista -al contrario de Crónica de un comité (2014)- y es, también, una película donde la dimensión explícita de lo político aparece más bien fuera de campo, ganando lugar, sobre todo, el universo dramatúrgico y excepcional de lo filmado. Avatte, en ese sentido, se parece más al protagonista de la ficción Tiempos malos (Cristián Sánchez, 2014), donde un “padrino” dotado de poder se da cuenta que poco a poco lo va perdiendo, mientras su familia pareciera desintegrarse. Avatte es un personaje que se rodea de vedettes, matones, cirujanos plásticos y artistas tributo a Camilo Sesto para evadir la soledad. La película lo capta motivado por la evasión de la muerte y la misteriosa búsqueda de una fiesta permanente, rodeado por jóvenes mujeres de turno que hacen de su pareja a cambio de sus buenas lucas. Un personaje obsesionado con su propia auto-ficción, mientras viste pelucas y brinda en la mitad de la noche por una vida que se escapa.

Sepúlveda-Adriazola-Pizarro aciertan con claridad en el punto de vista y lo que buscan filmar en torno a Avatte: el merodeo de lo falso es también el fetiche de la muerte, los fantasmas del personaje son asimismo los de un pasado que queda casi siempre en fuera de campo, pero cuyo dolor podemos entrever. El espacio de “la casa Avatte” es uno constantemente inundado de personajes y de mierda que está por salir a flote, sin embargo ello importa menos que la celebración colectiva en torno a su figura principal. Un ambiente decadente, aunque a la vez derrochador y afirmativo de la vida, que termina, pese a la muerte y como en una película de Fellini, con un show que debe continuar.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: Il Siciliano. Dirección: Carolina Adriazola, José Luis Sepúlveda, Claudio Pizarro. Producción: Carolina Adriazola. Fotografía: José Luis Sepúlveda. Montaje: Carolina Adriazola, José Luis Sepúlveda, Claudio Pizarro. Diseño de sonido: Carolina Adriazola. País: Chile. Año: 2017. Duración: 82 min.