La mujer de la esclavina: La culpa

La mujer de la esclavina es la segunda película de Alfonso Gazitúa. La anterior, El rey de la San Gregorio (2006), apostaba por un realismo basado en cruce entre no-ficción y ficción de su protagonista, un actor no profesional que se representaba a sí mismo. El segundo trabajo del director apuesta nuevamente por este tránsito, ahora erigiendo una escena, por llamarla de alguna forma, de documental costumbrista, centrada en la Fiesta de Cuasimodo, la cual es intervenida con una ficción intensa y lúgubre.

Dos hilos comunes permiten situar esta ficción realista en la tradición del cine chileno. El primero, la articulación cercana a un relato criminal, de sujetos que, de un momento a otro, ven la posibilidad de matar y lo hacen. Este hilo podría encontrar eco en El chacal de Nahueltoro de Miguel Littin, en Los testigos de Charles Elsesser y en Matar a un hombre de Alejandro Fernández. El segundo, la presencia del elemento religioso, que encuentra ecos recientes en La pasión de Michelangelo de Esteban Larraín, en las escenas de peregrinaje hacia Lo Vásquez, en clave Perut y Osnovikoff en Noticias, o en los años 60 en Andacollo, breve documental de Jorge Di Lauro y Nieves Yankovic, en torno a la celebración de la Virgen de ese pueblo.

Entre ambos hilos surge la culpa, como elemento central de La mujer de la esclavina. Así, la película relata la historia de Carmen (Marcela Millie), quien vive con su hija Alejandra (Francisca Vidal) y con Juan (Víctor Montero). Ella vive apesadumbrada por la culpa que le provoca la muerte de Camilo, hijo de Juan. El peso de la culpa agobia a Carmen, y eso se aprecia a lo largo de la película y en su rostro serio y cansado, siempre dudoso de las andanzas de su pareja. Este peso, sin embargo, es matizado y equilibrado con la fresca presencia de su hija, Ale, quien, en la primera mitad de la película, logra descomprimir la densidad del semblante, del cuerpo, del recuerdo en Carmen.

El hecho de que Ale quede en un segundo plano un tanto relegado, sirve para reforzar el lugar sombrío que empieza a ser enfatizado en torno a Carmen. Así, la confección de las esclavinas (capas blancas de género que son usadas en la festividad, y que Carmen confecciona), vestimenta que llena de blanco la primera mitad de la película, da paso a la penumbra de su casa y la oscuridad de la noche —acierto en el tratamiento de la luz, como acierto también lo son los segundos planos difusos que acompañan el rostro culposo de Carmen— la llevan al bosque en donde, en un acto irracional o de intento de expiación de sus errores, golpea con una piedra a un personaje que, sin duda, representa un lastre del pasado. La intensidad de esta irracionalidad, sumada a cierta lentitud del guión y la pérdida de protagonismo de Ale, le pasan la cuenta al relato.

El guión presenta ciertas fallas en su estructura, al no desarrollar, por ejemplo, el elemento religioso como base de dos aristas que claman un entramado mejor. Por un lado, está la culpa, un dispositivo religioso, y por otro, en paralelo, la celebración de Cuasimodo, sin que logren una vinculación dramática. Si bien Carmen —tampoco se aprovecha su nombre con sentido religioso— y Ale participan de la festividad, la escena costumbrista solo se preocupa de mostrar la festividad de Cuasimodo, sus preparativos, su ambiente y desarrollo. De este modo, la película no toma en cuenta que la religiosidad no solo es color local, no solo es un mero cuadro costumbrista, es escena con actores, es escena política, con ética y estética propias.

carmen-y-piedrazo-copia

De todas formas, a pesar de estas falencias, resulta interesante la mesura de la propuesta de Gacitúa. Sin estreno en las grandes salas comerciales, La mujer de la esclavina no es una película ambiciosa, lo que sin duda es positivo, ya que no desborda las expectativas. Incluso, a ratos parece un ejercicio que bien podría ser analizado desde cierto grado de experimentación, desde el entre lugar de la ficción y la no ficción. Por el momento, mantiene su cruce de fronteras de la ficción y erige una culpa que no se calma.

Luis Valenzuela Prado

Nota comentarista: 7/10

Título original: La mujer de la esclavina. Dirección: Alfonso Gazitúa. Guión: Patricio Loutit, Alfonso Gazitúa. Fotografía: Álvaro Cortés. Montaje: Daniel Tomasello. Música: Jorge Aliaga. Reparto: Marcela Millie, Francisca Vidal, Víctor Montero, Manuela Oyarzún. País: Chile. Año: 2015. Duración: 73 min.