Una serena pasión: La habitación propia

De buenas a primeras la vida de Emiliy Dickinson puede parecer poco interesante, casi nunca salió de su pueblo natal, no se despegó de su familia, nunca se casó, no se le conocen amores declarados, publicó un puñado de poemas, su obra gozó de fama póstuma. De ahí que el interés del cine por ella podría haberse decantado en una versión acomodaticia de biopic, pero Terence Davies, posicionándose a contrapelo de las posibilidades formuláicas aborda a la poeta estadounidense sin consideraciones monumentalizadoras, enciclopédicas o especulativas sobre su vida y obra para, en cambio, obrar de la mano del temperamento de la nativa reclusa de Amherst, Massachusetts con una película de episodios breves encadenados mediante una fluidez algo morosa, sostenida en encuadres rigurosos, diálogos expresivos y actuaciones sin servilismos dramáticos.

Davies define a la poeta a partir de su interacción con pocos personajes (sus familiares y una amiga) que son recurrentes, mientras que el resto van y vienen significativamente, a la vez que abundan los interiores de la casa como los espacios que demarcan una inmovilidad engañosa, puesto que lo que ensaya el director inglés se trata de dimensionar las emociones de una vida interior que se empeña en mantener una autonomía que no se someta a lo que dictamina el rol social de la mujer según el canon protestante de la época, sino que busca obedecer al deber ser que ella definió para sí misma.

Entre lo que Dickinson predica, cuestiona, escribe y actúa se halla un proyecto personal que para la académica Camille Paglia resuena en un intento personal que socava los fundamentos puritanos de su cultura. La inteligencia dickinsoniana es demostrada por la película en un decir dialógico abierto y sentencioso (siempre en conversación con sus pares), con el que sondea su propia identidad como la de los demás, al que se añade un tono irónico, ya en la enunciación, ya en las miradas y gestos. Hay una conjugación de conocimiento y emoción que manifiesta tanto Emily como todos los otros personajes que los lleva a conducirse -cual más, cual menos- transitando entre la densidad y la levedad de quien se toma la existencia y la eternidad con seriedad, intentando evitar frivolizar o caer en el dogmatismo.

A-Quiet-Passion

La filmografía de Davies siempre ha sido atenta a los granos de voz y a las cadencias figurativas de las actuaciones que se condicen con ese planteamiento emotivo que lo familiariza con Dickinson al que agrega otro rasgo de su cine que aparece en Una serena pasión para dar cuenta de la personalidad de la poeta, la construcción del espacio. La decisión de Emily por apartarse del mundo aparece de facto en la imagen como la composición en espacios cerrados de interiores, en reencuadres, en la puntuación en determinados momentos de luz y movimientos de cámara específicos que no apelan al encierro la casa como la exhibición de un cuerpo como si de un prisionero se tratase (la verdadera cárcel ya es el mundo, la sociedad, el tiempo, la vida), al contrario, esa casa se presenta como la exteriorización de la subjetividad de la protagonista. La casa es ella. Y si lo que la anima es el diálogo y las presencias corporales tanto como a la mujer la escritura secreta y nocturna, la película a su vez usa la palabra, los poemas de Dickinson declamados en voz over, como perspectiva para dotar al espacio de interioridad, es decir, le otorga a los fragmentos de la casa, las habitaciones o el patio la impronta subjetiva y femenina de la poeta. No está lejos la idea de Virginia Woolf de la habitación propia como el lugar de realización de la actividad artística femenina desde la conquista de la intimidad, espacio desde donde se dirigirá al mundo exterior, al espacio público dominado históricamente por lo masculino.

Otro aspecto que no se debe soslayar se refiere a que en la película hay una atención a la temporalidad que Davies trabaja sutilmente, que hace que casi no nos percatemos del paso del tiempo entre un episodio y otro, a excepción de pequeñas señales de caracterización en los actores. En ese sentido es significativo el episodio de la toma de fotografías a los personajes, que es cuando la película hace el cambio de reparto para los personajes. Mediante un morphing el actor que encarna al personaje en la juventud se transforma en quien lo interpreta de adulto. Así, por ejemplo, la actriz que interpreta a la joven Emily, Emma Bell, es intercambiada por Cynthia Nixon, la Emily madura (en lo que es una recreación de una de las pocas imágenes fidedignas de la poeta). El hiato temporal, de envejecimiento, que significan varios años es recorrido en segundos gracias a esa técnica en una especie de metáfora material de la fotografía que se vale del cine para indicar que el tiempo hace otros de nosotros mismos en un devenir imperceptible al que la imagen -foto o cine- aporta evidencia: así fuimos en determinado y fugaz momento.

A quiet passion

Por último, Una serena pasión me parece un ejemplo claro en cine de lo que Josep M. Catalá ha definido dentro de la práctica artística como “realismo melodramático”. Esto es, el nuevo realismo ya no se coloca por fuera de la realidad, en un intento objetivo como de espejo, percibiendo solo la apariencia, sino que ese espejo está al interior de la realidad, se constituye subjetivamente: la apariencia “objetiva” se condensa en virtud -o en vicio- de emoción, algo similar al retorno de lo reprimido freudiano, y se carga de un sentido siniestro, o de alteridad. Es decir, en términos de género, se melodramatiza. De ahí que se avenga a elementos codificados culturalmente como “femeninos”: emociones, intimidad, histeria, hogar, melodrama. Lo que Davies termina por hacer en su película es darle vuelta a los lugares comunes del biopic -aquello que hace preguntarse para qué se hace un filme ficcional sobre la vida de alguien si lo que se quiere es divulgar es la importancia de algún personaje cuando hay mejores medios para eso, como por ejemplo realizar un documental, o incluso ir más allá en la intención (tomando el caso de Emily Dickinson, haber gastado dinero en publicitar nuevas ediciones de su poesía)- y con ello plantear otra finalidad, no para monumentalizar a su personaje, haciendo una película sobre ella, sino para hacer una ficción desde ella, compartiéndonos una doble sensibilidad estética, la suya como director y la de Dickinson como mujer y poeta adelantada a su época.

 

Nota comentarista: 8/10

Título original: A Quiet Passion. Dirección: Terence Davies. Guión: Terence Davies. Fotografía: Florian Hoffmeister. Montaje: Pia Di Ciaula. Reparto: Cynthia Nixon, Emma Bell, Jennifer Ehle, Rose Williams, Duncan Duff, Benjamin Wainwright, Joanna Bacon, Keith Carradine, Jodhi May, Yasmin Dewilde, Verona Verbakel. País: Reino Unido. Año: 2016: Duración: 126 min.