Yo, Tonya (1): El fulgor del one hit wonder

En Norteamérica, el término redneck hace alusión de manera peyorativa al estereotipo de la clase trabajadora conformada por blancos. Altamente conservadores, en su mayoría trumpistas y con poca educación, no son un tipo social al que alguien pueda sentirse orgulloso de pertenecer. Sin embargo, desde las primeras imágenes en Yo, Tonya, el personaje de Tonya Harding, interpretado por Margot Robbie (El lobo de Wall Street, Tarzán) declara, mirándonos de frente y rompiendo la cuarta pared: “nunca me dio vergüenza ser una redneck”.

Esta primera aproximación al personaje nos entrega el precedente para poder observar desde los propios ojos de Tonya, todas las acciones que iremos conociendo sobre su auge y caída como estrella del patinaje sobre hielo en los años noventa. En un formato que incluye entrevistas simuladas a los personajes relacionados -su madre, su esposo, su guardaespaldas, su profesora de patinaje- se instala una manera de explicar la historia en donde cada uno de los afectados intenta aportar con su visión personal. Y es que una historia como la de Tonya Harding, necesita muchas lecturas para abordarla.

En Yo, Tonya, el director Craig Gillespie (Lars y la chica real, 2007) cambia el foco de atención sobre la historia de Tonya y las razones por las que se hizo conocida (el atentado a Nancy Kerrigan, su rival en el patinaje) para, por una parte, retratar a este sector de la sociedad norteamericana alejado del sueño americano y, por el otro, revisar la manera en que los medios de comunicación alteran y manejan las expectativas del público sobre a quién amar y a quién no. Tonya y su séquito son retratados como personas sin lealtades, esperanzas o posibilidades de ver más allá de su nariz. Su interés mayor reside en mantener su territorio, un espacio en el que se sienten seguros y frente al que reaccionan si son amenazados. La tríada compuesta por Tonya, su madre y su esposo está en una tensión constante precisamente porque cada uno requiere salvaguardar su lugar e importancia en la vida del otro.

Pese a que Tonya nos repite -casi hasta el hartazgo- que ella no tiene la culpa de nada de lo que le ocurre, el personaje está lejos de ser una víctima. Las circunstancias que vemos, nacen de decisiones que son tomadas con conocimiento de causa, lo que nos lleva a comprender también las motivaciones de los personajes. Cada decisión que se desarrolla en la trama de la película es coherente con lo que los distintos personajes han planteado anteriormente y, por lo mismo, cada uno de ellos tiene un peso que queda determinado por un guión que se preocupa de dotarlos de esa consistencia. El trabajo en torno a ellos nos permite entender que los personajes están en los bordes de la sociedad norteamericana, y por lo mismo, se sorprenden -y entusiasman- al contar con las cámaras de televisión sobre ellos, las que llegado el momento, abandonarán sus puertas para ir a concentrarse en otro escándalo de entretención. Ya saben: los periódicos de hoy envolverán el pescado de mañana.  

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La forma en la que Gillespie nos cuenta la historia, convierte a una patinadora amada y conocida en algo similar a una cantante con un one hit wonder. En el caso de Tonya ese destello de fama se llama "salto triple Axel", y es por esto que las escenas de patinaje sobre hielo están filmadas y editadas de manera extraordinaria, muy rápidas pero con muy pocos cortes, haciendo una imitación de plano secuencia en la que inevitablemente pensamos en Scorsese y sus Buenos Muchachos. Las influencias están claras, y de todas maneras se agradece, porque es ese ritmo el que permite que esta sea una historia más emparentada con asociaciones de mafia que con el “triunfo del espíritu humano”, que tanto aparece en las películas sobre deportistas. La sensación final es que Tonya seguirá amarrada a ese éxito, aunque muchos otros la recuerden por el incidente con Kerrigan. Gillespie le presta la atención debida a esa parte de la historia, pero jamás pierde su mirada.

En Yo, Tonya, contamos con una cuidada recreación de tipos humanos que durante todo el filme están en la cuerda floja de la caricaturización, sin que esto llegue a ocurrir. Hay un guión que se encarga de protegerlos de eso y junto con las interpretaciones de sus actores conforman una buena película, que si bien bebe de otras fuentes, escoge esas referencias con inteligencia y una óptima puesta en escena. Una película que tal vez debió haber sido considerada en otras áreas durante la temporada de premios.

Pero, en fin, quién necesita premios.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: I, Tonya. Dirección: Craig Gillespie. Guión: Steven Rogers. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Reparto: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Caitlin Carver, Julianne Nicholson, Bobby Cannavale. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 120 min.