Informe IV ArqFilmFest: La dimensión narrativa del espacio

Por Álvaro Rivera

"La vida entre los edificios es más importante y también más interesante de observar que cualquier combinación de concreto coloreado y formas edificatorias impactantes”.

La humanización del espacio urbano, Jan Gehl (1971)

Pasear por la ciudad, recorrer sus calles, detenerse ante la ocurrencia de algún evento anecdótico, fijar la mirada en un punto de interés, trazar una ruta conocida o tomar un desvío, son prácticas cotidianas que no difieren a la experiencia cinematográfica de someter la atención a una superficie bidimensional, cuyo encuadre va revelando fragmentos de lugares reconocibles o por conocer. El recuerdo asociado al viaje cotidiano es selectivo: es imposible retener el número de personas que abordaron la misma micro en que nos trasladamos al trabajo por la mañana, pero probablemente recordemos fragmentos de conversaciones, discusiones y diálogos interesantes escuchados de forma indirecta. En el lenguaje cinematográfico ocurre algo similar. Las horas de material obtenidas tras largos días de rodaje se reducen a segundos, en un ejercicio de selección y síntesis tan discrecional como la memoria del transeúnte.

Si bien la cuarta versión del Arquitectura Film Festival Santiago, celebrada entre el 25 y el 28 de octubre, nos invitó a “levantar la mirada”, una de las proyecciones más interesantes apuntó precisamente en el sentido contrario. Moriyama-San, documental ganador de la competencia internacional de largometrajes, es un excelente ejemplo de trabajo en torno a personajes complejos y enigmáticos, cuya decodificación no radica en el despliegue de grandes operaciones cinematográficas, sino en la cercanía provocada por la simpleza de las mismas. Para ello, los realizadores Ila Bêka y Louise Lemoine se internan durante una semana en la intimidad de Yasuo Moriyama, el dueño y residente de un célebre conjunto habitacional diseñado por el arquitecto Ryue Nishizawa (ganador del Premio Pritzker de arquitectura), emplazado en un tradicional barrio japonés a las afueras de Tokio. Pese a que la comunicación entre realizadores y el personaje dista mucho de ser fluida, la astucia radica precisamente en la utilización de la distancia cultural como motor para hacer aparecer los acontecimientos. Nada se pierde en la traducción, porque el micromundo interior de Moriyama, un ermitaño urbano que disfruta escuchando críptica música noise, se proyecta hacia un espacio habitado rico en sonoridades y sensaciones registradas con especial cuidado a través de una cámara subjetiva que logra involucrarnos en su soledad. Carente de grandes circunstancias y conflictos, la película no es más que una sucesión de pequeños acontecimientos cotidianos modulados por los ritmos del azar, una particular y efectiva forma de narrar desde espacios usualmente abordados con la pulcritud insípida de un catálogo arquitectónico.

Además de la competencia internacional, que incluyó la participación de 34 producciones audiovisuales en distintas categorías, el festival contó con una nutrida agenda de coloquios, exposiciones y exhibición de películas en sala y al aire libre. Sobre estas últimas, destacaron los reestrenos en el Centro Arte Alameda del documental Visages Villages, una colaboración entre la fundamental directora francesa Agnès Varda y el joven artista y fotógrafo JR, y Aquarius, de Kleber Mendonça Filho, largometraje de ficción que describe la resistencia de Clara, una crítica musical jubilada de sesenta años quien, tras enviudar, enfrentar la soledad tras la partida de sus hijos y superar un cáncer de mamas, no está dispuesta a la extirpación de la memoria arraigada en su departamento, un antiguo edificio de los años 40 amenazado por la depredación inmobiliaria.

Cholet

De las proyecciones al aire libre en la explanada del MAVI, destacó el documental Cholet, del director brasileño Isaac Niemand, centrado en la obra del controversial constructor y arquitecto autodidacta boliviano responsable de los coloridos edificios erigidos durante la última década en la ciudad de El Alto, al oeste de La Paz, un territorio de encuentro sociopolítico y cultural entre las reivindicaciones del mundo indígena y minero. La academia acusa a Freddy Mamani de fachadismo, de mal gusto y monumentalidad estridente al servicio de la nueva burguesía, sin embargo resulta indudable que su obra, cargada de colores y formas presentes en la iconografía aymara altiplánica, sintetiza un proceso de construcción identitaria forjada a contracorriente del histórico adoctrinamiento occidental presente en el modelo educativo. Combinando una serie de operaciones, que van desde entrevistas a expertos y un seguimiento a Mamani en sus faenas y vida familiar hasta la recreación de su infancia en plena meseta andina, el documental se encarga de confrontar estas visiones, dejando la deliberación al arbitrio del espectador.

Otro evento a destacar fue el estreno de la serie documental Habitar, proyecto chileno dirigido por Verónica Wüst y Joaquín Mora que reflexiona en torno a las distintas formas de concebir el hábitat residencial. Cada capítulo trata un tema específico relacionado con las subjetividades del hogar como concepto profundamente arraigado en nuestro imaginario colectivo, utilizando entrevistas que, por contraste, revelan la singularidad de sus moradores.

La_obra_secreta

Durante el primer día del festival, se abordó un buen contrapunto crítico al trabajo de Le Corbusier a partir de La obra secreta, película argentina dirigida por Graciela Taquini, una de las precursoras trasandinas del videoarte quien, a sus 76 años, rodó por encargo su primer largometraje. En palabras de la misma realizadora en un coloquio integrado por la cineasta Alicia Scherson y el académico Maximiliano Atria, resulta interesante considerar que lo que partió como un proyecto de documental convencional sobre la Casa Curutchet (única obra de Le Corbusier en Latinoamérica), decantó en un interesante híbrido entre ficción narrativa y recursos provenientes del documental, fluyendo entre la cotidianidad de Elio -personaje encargado de la exhibición y mantenimiento de la casa–museo que sintetiza la devoción del arquitecto promedio hacia la figura de Le Corbusier- y sus conflictos internos materializados en las contradictorias resultantes del movimiento moderno, un discurso que no aguanta la realidad de la casa ni de las dinámicas urbanas.

El festival cerró su cuarta edición con la proyección de Super Design, un documental que si bien no destaca por su forma (convencional y exhaustivamente expositivo), recoge interesantes testimonios de los representantes del movimiento de diseño radical italiano, surgido a mediados de los ‘60 con el fin de apostar por la utopía, adoptando los discursos éticos, estéticos y políticos de la vanguardia artística contra el racionalismo para ponerlos al servicio de un lenguaje propio, rupturista y libre.

La oportunidad, de carácter bianual, que ofrece el ArqFilmFest nos invita a pensar el cine como un dispositivo útil para capturar la relación simbiótica entre el espacio construido y las personas que permite añadir capas de significado a las narrativas audiovisuales en todos sus formatos y modalidades de representación. De esta dimensión deriva un desafío potencial tanto para realizadores como para una audiencia que ve en el cine una instancia de reflexión personal y colectiva.