Informe XIII In-Edit Nescafé (2): De búsquedas, duelos y parodias

El último In-Edit Nescafé, terminado hace dos semanas, presentaba este año un programa dedicado a los 40 años del punk y la vista de dos figuras vinculadas de esta cultura como son Don Letts y Fermin Muguruza. El primero, vinculado a la escena inglesa desde sus inicios. Dj, video activista y documentalista, la figura de Letts es más bien el de un mediador cultural y durante la charla que tuvo con Marisol García se realizó un recorrido biográfico desde sus inicios, las relaciones entre el punk y la música jamaiquina, así como la convivencia durante estos primeros años de varias subculturas e identidades, lo que parecía más bien confirmar una idea central en la charla acerca de un origen multicultural del punk. Durante el festival, Letts estuvo presente en  todas sus funciones con mucha extroversión, manteniendo vivo el espíritu de una cultura que para él no ha sido superada aún.

Por su parte, Muguruza, uno de los precursores del punk vasco, en su cuarta vida luego de su paso por las bandas Kortatu, Negu Gorriak y de dirigir un sello, hoy se encuentra dedicado también a los documentales,  último de los cuales se encontraba presentando. Nola? es una mezcla de registro de las actividades del propio Muguruza en Nueva Orleans y la pesquisa en torno al lugar de las raíces africanas en el jazz de esa ciudad. A partir de estos elementos, Muguruza logra bosquejar el sitial de la música como ente unificador de identidad y de carga simbólica para la ciudad vinculado al aspecto ritual de las danzas y cantos de esclavos. Muguruza relaciona esto a la reconstrucción de Nueva Orleans a partir de las consecuencias del huracán Katrina y la intervención de inmobiliarias en la ciudad devastada. Otro detalle interesante es que Muguruza se encuentra haciendo una versión de sus propias canciones con bandas de jazz locales, lo que defiende algo así como la hipótesis central del documental, la resistencia simbólica de la música en la ciudad. Un registro con algo de auto-ensalzamiento del propio músico, hacia el final no define bien cuál es el eje central del documental, por lo que se pierde interés en las versiones “jazzy” de sus propias canciones pero gana cuando el documental pasa al registro histórico.

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Más allá de esto, personalmente me lancé un zambullido bastante diverso de materiales, los cuales me llevaron a distintas aguas, climas, enfoques, bastante despercudido del punk como tal, salvo por algunos registros como Rough Cut and Ready Dubbed (Hasan Shah y Dom Shaw, 1982) pero que ya comentó Ximena Vergara por aquí.

Búsqueda de raíces

Dos de los documentales de la competencia nacional poseían algo en común, esto es, la búsqueda de raíces propias de dos músicos extranjeros en Chile. Hablo de El viaje de Nahuel López (función de apertura) y de Unfinished Plan: The Path of Alain Johannes de Rodolfo Gárate. El primero podría ser concebido como memoria del exilio de segunda generación. Aquí, Rodrigo González,  miembro de una banda de renombre en el punk alemán como es Die Ärzte, decide viajar a Chile a la búsqueda de lo que está pasando en la música de los jóvenes hoy y los rastros de la nueva canción chilena. Hijo de exiliado y marcado desde niño por la presencia de Quilapayún, González se reúne con una amplia gama de músicos que van desde el propio Eduardo Carrasco (Quilapayún) a nombres como El Macha, Camila Moreno o Chinoy, pasando por el cantautor de Aysén Alonso Núñez y el charanguista Gastón Ávila. Poco a poco el documental de López dibuja una pregunta sobre la herencia del canto popular, esto desde el inicio queda situado cuando su padre canta frente a cámara “Manifiesto” de Víctor Jara. De ahí a la búsqueda de las raíces, o lo que quede de ella en Chile: Macha lo lleva a escuchar cantores populares que jamás han grabado pero que se juntan clandestinamente en algún sucucho de Valparaíso; Chinoy a su natal San Antonio para recorrer las calles y compartir parte de su relato de origen; Alonso Núñez a pensar el lugar del cantor aún hoy como un sujeto que proclama loas a la transformación social en un movilizado Aysén; y finalmente, por vía de un charanguista que menciona parte de la historia de censura que vivió ese instrumento en Chile, la última estación lo lleva a una comunidad mapuche donde se perfila que el lugar del canto de resistencia está lejos de extinguirse mientras exista injusticia. La fibra que toca el documental de López es la de una emotiva cercanía, como cuando alguien con suficiente distancia puede, sin tanta neurosis, dar un reflejo de aquel sentimiento de lo colectivo que se puede estar movilizando en Chile desde capas que quizás nosotros mismos no alcanzamos a distinguir. Un viaje al interior de la canción popular, o lo que quede de ella.

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Desde otro ángulo, Unfinished Plan: The Path of Alain Johannes es también un relato de retorno, aunque también de duelo y reencuentro. El productor y guitarrista Alain Johannes es el protagonista de esta cinta, alguien que desde la década del ochenta comenzó a tocar junto a Natalia Schneider en diversos proyectos (What is this?), pero que logró hacer algo de ruido en la década del noventa junto a su banda Eleven. De Johannes se dicen muchas cosas: que influyó a Red Hot Chili Peppers y Soundgarden y que estuvo cerca de muchas bandas importantes del período. Hoy cubre a bandas como Queens of the Stone Age y suele tocar con el ex Soundgarden Chris Cornell. El filme está cortado por la mitad: la primera es el descubrimiento de la dupla de Schneider y Johannes, una historia de amor, música y pasión, así como de libertad y potencia creativa. Revisado hoy, el sonido de Eleven podría haber estado en un cruce entre Living Colour, Faith No More y el sonido de Seattle. Todo este primer viaje tiene delirio y la sensación afín a este tipo de documentales, que es el de descubrir un talento no reconocido en el pasado.  Esto hasta que Natalia fallece y el documental se transforma más bien en la reconstrucción de la vida de Johannes. Es aquí cuando aparece el tema que lo vincula con Chile: su padre es chileno (el cantante Danny Chilean) y su tío nada menos que  Peter Rock. Aquí la cosa se bifurca entre el encuentro de Johannes con su familia y tierra natal y los discos que empieza a componer. Personalmente pienso: la veta con lo local dota al documental de cierto psicologismo forzado para definir un vínculo familiar, que por lo demás no queda del todo claro (sobre todo en relación a su padre).. Sin embargo, la segunda veta vinculada resulta más sugerente, en lo relativo a la idea de la creación como redención y duelo, algo no alejado del cliché del “genio romántico”, pero patente en la calidad sonora de sus dos últimos discos. Aunque el documental funciona y tiene vigor, hay algo machacoso e insistente en la música y el tópico de la pérdida que tiende a subrayarse en demasía.  Personalmente, me quedo menos con la biografía torturada que con el talento creativo de un músico al que prestaré más atención.

Biográficos

El documental “vida y obra” parece ser ya un relato conocido y a veces necesario- según qué- dentro del formato. Quizás el más espectacular y el que cargaba con más expectativa fue Oasis: Supersonic  de Mat Whitecross, documental que, como puede imaginarse, cuenta la historia de los hermanos Gallagher en versión Hi-Fi y a escala “Stadium Rockumentary”. Este es un documental a dos voces, Noel y Liam, que relatan los inicios de la banda hasta el 97, punto donde conquistan la fama a escala internacional. Los conflictos y distintas personalidades de ambos hermanos, así como la ambición y los motores centrales de éxito y fama; el encuentro con Alan McGee y sus influencias tempranas del sonido Creation, y los hits radiales,  desde el abuso de las drogas hasta los escándalos diversos que fueron shows para las revistas rosa del período, a todo ello da repaso el documental, siempre contrapunteando los dos puntos de vista en un montaje dinámico y repleto de archivos, con la estridencia de las guitarras de la banda y el buen criterio de no extender su historia más allá de 1996 con los conciertos de Knebworth Park, el 10 y 11 de agosto: un recital monumental y que es considerado como uno de los más grandes de la historia del rock.  Si bien el documental es perfecto para el fan, lo cierto es que la épica disfraza otras cosas, entre ellas la maquinaria de la industria y el lugar que jugó Oasis ahí y el vacío de sus letras, las que si bien enuncian un pathos generacional, dejan mucho que pensar sobre otras bandas que durante ese mismo período habían hecho del “brit pop” una parodia de la propia industria (Pulp o Blur), mientras que Oasis la ensalzaba o jugaban a ser la versión alternativa del glam rock de los ochentas. Sé que son criterios externos, pero no lo son tanto cuando podemos preguntarnos por el punto de vista excesivamente celebratorio del documental.

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En dos tonos distintos el uno del otro, Chico Buarque: artista brasileiro de Miguel Faria Jr. y The Sad and Beautiful World of Sparklehorse de Alex Crowton y Bobby Daas, se comprenden ambos dentro del ejercicio de homenaje y difusión de la obra de dos artistas. El documental sobre Buarque es, en parte, un homenaje en vida a alguien que representa lo más granado de la ola de los sesentas de Brasil y uno de los protagonistas de la resistencia cultural contra la dictadura. Los inicios y su relación con su padre Sergio Buarque de Hollanda, un importante intelectual e historiador, así como su capacidad desde muy temprano de poder tocar una fibra popular a través de su poesía -donde encontró el éxito desde 1966 con “A banda”-, además de su segunda veta como escritor literario -donde logra desdoblarse-, la revisión de su cancionero político (“Construção” y “Calice” como tópicos obligados), se abordan desde el testimonio del propio cantautor, quien se presta llano y sincero frente a cámara. El documental contrapuntea esto con la revisión de su cancionero por parte de diversos artistas brasileros que van desde Milton Nascimento a María Rita, generando variantes y lecturas de las composiciones de Buarque. Por último, uno de los elementos interesantes que muestra el documental es la búsqueda de un hermano perdido, el que logra en Alemania tener una carrera como actor y músico en los sesenta, y que lo lleva a escribir un libro.

El caso de Mark Linkous es abordado en el documental The Sad and Beautiful World of Sparklehorse. Con un texto over de carácter elegíaco y poético, el documental aborda la vida de Linkous desde sus inicios en bandas garage hasta la formación de Sparklehorse, sin duda, la banda que lo llevó más lejos. Desde aquí, el capítulo clave en su vida es un accidente que lo tuvo con problemas de movilidad, lo que no lo detuvo para crear dos joyas de álbumes como son “Good Morning Spider” (1998) e “It´s a Wonderful Life” (2001), ambos discos que combinaron  el rock de guitarras -en la herencia de Sonic Youth- y el trabajo de joyería de un rock melancólico y envolvente -parte de su sello personal-, logrando a su vez colaboraciones de Tom Waits y PJ Harvey. La conexión profunda con el cantautor Vic Chesnutt es abordado también en el documental. Para quien no lo conozca, se trata de un compositor folk-rock que se encontraba en silla de ruedas y que debido al sufrimiento del tratamiento que llevó durante toda su vida decidió quitarse la vida. Y es precisamente el impacto de esta pérdida la que impulsa a Linkous a seguirlo. Aquí el documental cerraba con un hermoso texto over sobre la vida de Linkous, hasta que decide hacer una especie de testimonio de sus entrevistados sobre su legado e importancia, lo que vuelve al documental en un somnífero subrayado de intenciones que se alarga media hora de más.

I Am Thor de Ryan Wise, función de clausura, fue uno de mis documentales favoritos de esta versión del festival junto con Fonko (G. Olsson, L. Daniel Jadama, L. Lovén ) y Heart of a Dog (Laurie Anderson), a los que no me referiré. El documental sigue el itinerario de Jon Mikl Thor, fisicoculturista, stripper y vocalista de la banda heavy metal canadiense Thor, quien buscó fallidamente el éxito desde la década del setenta a pesar de sus esfuerzos por lograrlo. El documental hace un repaso de todos los desencuentros: desde fallidas giras, al intento de montar una ópera rock, pasando por el secuestro del propio Jon y su aparición en películas de serie “B” durante los ochenta. El documental se sostiene gracias al interés que tiene Jon como personaje, uno que no quiere dar el brazo a torcer, hasta que luego de su último “comeback”, con sus miembros originales, logra un tardío éxito en Europa del Este, donde Thor es considerada una banda de culto. De tratamiento hilarante, esta comedia documental sigue la senda trazada por Anvil (2008), aunque logra por fuerza de la impudicia y vigor de su personaje resaltar por sus propios méritos.

Iván Pinto