Informe XXI Ficvaldivia (5): Lo que nos deja Valdivia

Valdivia dio comienzo a su XXI versión con la presentación de The Tony Longo Triology de Thom Andersen  y Tierra en Movimiento de Tiziana Panizza. En el primer film Andersen compone tres cortometrajes Hey, Asshole!, Adam Kesher y You Fucking Dickhead! cada cual presenta todas las escenas en las que aparece Tony Longo (a quien Andersen presenta como el axioma del cine americano de acción) de sus películas más memorables The Takeover, Living in Peril y Mulholland Drive. La trilogía logra encariñarnos con este actor a través de sus pequeñas apariciones y personajes que parecen siempre estar en peor momento en el peor lugar.  En Tierra en Movimiento Panizza a partir de los residuos dejados por terremoto del 27/2 se pregunta por la memoria sísmica de lo que podríamos pensar como una nación sísmica que reúna a todos los humanos que viven en lugares sísmicos.

Ambas obras que abrieron el festival se preguntan por otros modos, otros lugares desde los cuales se puede hacer cine, un cine que responda o corresponda a  otro tipo preguntas. Ya terminado el festival podemos decir que la programación con sus muestras de Mati Diop, Alexandra Cuesta y Teddy Williams, sus homenajes a Marie Merken y Harun Farocki, la master class de Lucrecia Martel hasta llegar a la bellísima Favula de Raúl Perrone (como film de clausura del festival) continuó este dialogo sobre otros lugares y otros modos de hacer cine y también que preguntas o cuestiones podemos tratar. A continuación una revisión de lo que fue este festival.

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 Dos Disparos – Martín Rejtman (Gala)

Mariano baila solo en una disco, vuelve de madrugada a su casa, nada en la piscina, corta el pasto, encuentra una pistola sube a su pieza y se pega dos tiros, uno en la cabeza y otro en la cabeza. Mariano sobrevive. Después de una semana en el hospital Mariano está de vuelta en su casa, lo único que dejan sus dos disparos es un agujero en la pared de su pieza y un doble sonido que fastidia al cuarteto de vientos en que participa. La película continua con la reacomodación de la familia de Mariano para cuidarlo después de los tiros, pero poco a poco los personajes adyacentes pero cada vez más fuera y tangenciales de este núcleo familiar y comienzan a robarse la cámara hilándose en una cadena  de historias que pareciera no tener final ni sentido, totalmente azaroso, como producto de una narrativa con déficit atencional. Lo que comenzó con el casi suicidio de Mariano y la que podría haberse convertido en el drama de qué hacer después de sobrevivir a un acto así pasa a ser una película donde el carnaval de la vida con sus personajes más normales o extraños desfilan, como si eso que hizo que Mariano fallara su disparo hacia la muerte hiciera que la película fallara su intento de contar una sola historia y vaya deviniendo de personaje en personaje , dejándose distraer de historia en historia. Lo brillante del film es como sus personajes justifican y actúan en el mundo de la misma manera, nadie puede silenciar el teléfono de Mariano, una chica deja el cuarteto de flautas sin razón,  Ana está hace dos años separándose de su pareja, la madre de Mariano no puede recordar hace cuanto no toma vacaciones, Ezequiel pierde contacto con Ana la chica que le gusta porque nunca se dieron los teléfonos, el único que parece consecuente y lógico en su actuar es el perro de Mariano que luego de los disparos se escapa de la casa para no volver más. Con Dos Disparos Rejtman acerca su cine a su escritura, y queda fenomenal

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Tourist – Ruben Östlund (Gala)

Una familia nuclear sueca sube a pasar sus vacaciones a un centro de ski en los Alpes. Todo marcha bien hasta que durante el almuerzo en la terraza de un restaurante del centro con vista los Alpes comienza a lo lejos una avalancha, todos comienzan a fotografiarla. Solo Ebba con su instinto materno se preocupa y pregunta a Thomas, su marido, si esta todo bien mientras intenta agarrar a sus hijos. El dice que ellos saben lo que hacen y que esta controlada, pero la avalancha avanza rápidamente, creciendo cada vez más, hasta que la gente empieza a entrar en pánico, pues viene directo hacia ellos. En los últimos segundo antes que la avalancha cubra de blanco intenso toda la terraza Thomas toma su iPhone y sus guantes y corre lejos gritando para protegerse. Harry su hijo lo llama entre llantos hasta que la pantalla está totalmente blanca. Finalmente fue solo el rocío de la avalancha lo que llego a la terraza y a medida que comienza a desvanecerse todos van volviendo a sus mesas aún en shock, Ebba sale de debajo de la mesa donde se metió junto a sus dos hijos para protegerse. Thomás vuelve a la mesa :¿Están todos ilesos?, pregunta.

Después de su incomoda revisión de las dinámicas grupales en Involuntary y de someter al espectador a dos horas de bulling  (y de paso burlarse de la discusión sobre los derechos de minorías y la cuestión de la integración en Europa) en Play, Östlund arremete contra las dinámicas familiares y el rol del padre en ellas.

Pero esta vez pasa la tensión e incomodidad a la que sometía en sus dos obras anteriores al espectador. Ahora las deposita en gran parte en sus personajes que deben ahora justificar sus actos y sus juicios. Por lo mismo esta película interpela menos al espectador, le exige menos que las anteriores, no lo somete tan crudamente ante la incomodidad de la situación (quizás es por la belleza que logra captar de lo que es irse a esquiar a los Alpes, por esa sensación tan placida e ideal de vacaciones familiares en los Alpes para los suecos). De todos modos el efecto final del film es similar, ante la necesidad de justificarse Thomas (como la figura del Sísifo encadenado de Camus) queda el absurdo de la figura del padre-héroe superpoderoso, de ahí su titulo original Force Majure, pareciera que solo es posible explicar su reacción por motivos de fuerza mayor, algo como un accidente inevitable, una explicación que se evade a sí misma.

Por lo demás,  la fotografía y los planos de ski están maravillosos y la escena de la avalancha vale toda la película.

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El Palacio – Nicolás Pereda (Disidencias)

Este mediometraje va pausadamente mostrándonos un caserio donde vive una veintena de mujeres de todas las edades. Al comienzo no sabemos muy bien porque están ahí y ni para que, pero vamos siguiendo su calmado día a día. Se lavan los dientes juntas, preparan comida para ellas, lavan sus platos. Luego comenzamos a entender que se entrenan para desarrollar labores domesticas y poder conseguir trabajo en ese rubro. Una mujer mayor le enseña a una niña de unos diez años a hacer bien y rápido la cama. Otra mujer de casi setenta años y medio ciega busca trabajo como empleada domestica. Otra practica una entrevista laboral. Conviven, se acompañan, se enseñan. Entremedio un burro se mete dentro de la casa. El film no solo es capaz de captar la belleza estética del lugar y de cada labor que se ensaya en él sino que también logra levantar cuestiones sobre el abuso laboral, el trabajo infantil y su la dimensión de género que hay en ellas.

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Jauja – Lisandro Alonso (Gala)

En el cartel del comienzo se nos dice que Jauja era un tierra mitológica de la abundancia y la felicidad, con el tiempo la leyenda creció desproporcionadamente y que lo único que se sabe con seguridad es que todos aquellos que intentaron encontrar ese paraíso terrenal se perdieron.

La película parte en un campamento militar donde  de un grupo de soldados en plena Patagonia Argentina encabezados por un inmigrante danes (Viggo Mortensen), en compañía de su hija adolescente Ingeborg, realizan preparativos para su conquista y la forma de evadir a la tribu indígena salvaje denominados “Cabezas de Coco”. Esto hasta que Ingeborg huye con un soldado del campamento,  ante la desesperación de su padre quien renuncia a sus planes de conquista y parte solo montado en su caballo en un viaje incansable para recuperarla.

La película fue rodada en 4:3 por la bellísima mano del director de fotografía Timo Salminen (quien colabora con Aki Kaurismaki) vuelve los paisajes algo onírico, con tonos finamente saturados, convirtiendolo en un elemento tan protagonista como Mortensen.

Zuluaga (un ex militar que se perdió en la pampa y dicen los rumores que se enloqueció y se volvió salvaje) rapta  a Ingeborg de las manos de su enamorado y un cabeza de coco roba el caballo y la escopeta de  Dinesen – el personaje de Mortensen-, en estas condiciones debe continuar su recorrido a pie, bajo el sol mareante y la falta de agua comienza a  repetir el nombre de su hija como un rezo,  como un talismán.

Cuando ya esta a punto de desvanecerse a mitad de un cerro (y uno esta más hipnotizado que nunca con el divagar de Mortensen por los pasajes del 4:3) y demasiado agotado para seguir buscando el rastro de su hija Dinesen se encuentra con uno de los perros que había dejado en el campamento luego de la huida de su hija. Este fiel compañero lo guía en su búsqueda por la pampa. Lo que viene después es Jauja,  lo que viene después es algo mítico-poético, que lleva a esta película de ser un relato más a convertirse en un sueño, un sueño donde el relato se pierde.

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Cavalo Dinheiro – Pedro Costa (Gala)

Pedro Costa vuelve a reunirse con Ventura, vuelve a la Fontainhas, pero se sumerge esta vez (y con él su estética y su narrativa) en una dimensión más profunda  y dolorosa de la historia, algo así como el tejido nervioso de la memoria, eso que nos atormenta y nos sigue doliendo. Pareciera así que encontramos a Ventura no sólo más viejo , más enfermo y tembloroso sino también más ido y a Costa tras él.

Para realizar una catarsis de la memoria era necesario construir una película que parece un purgatorio. Donde el purgatorio tiene forma de prisión, de hospital psiquiátrico, de recinto militar.  Un ascensor de carga, que no sube ni baja. Donde Ventura se encuentra con el militar que lo ayudo en el bosque, que es solo un soldadito de juguete, una estatua humana. Estatua humana, presente detenido. No por nada la película comienza con una serie de fotografías de Jacob Biis, que es la fotografía más que un intento de contener el tiempo, el tiempo de los inmigrantes afroamericanos en Estados unidos a comienzos de siglo, el tiempo de Ventura y la revolución que le fue arrebatada y nunca volverá. Tengo 19 años, tengo 19 años repite Ventura.

Las personas le hablan a Ventura susurrantemente, como en un sueño, como en una pesadilla, van adquiriendo así quienes aparecen en el film un tono fantasmagórico, y dudamos si son reales, productos de la imaginación de Ventura o un recuerdo que no quiere sepultarse en la memoria.

El barrio de la Fontainhas aparece esta vez abandonado, ruinoso, a veces incluso toma forma de caverna subterranea. En este lugar Ventura, como un alma en pena, errante, desvaría como si no pudiera salir de sueño profundo.

La película nos habla de aquellos traumas del pasado, aquellos recuerdos son tan crudos, tan imposibles de hilar en una narrativa con lo anterior y con lo que vino después, tan fuera del pasado, futuro o presente, tan atemporal, que jamás nos dejan en paz.  Ventura pregunta por su Caballo llamado Dinero, se lo comieron los buitres a pedazos. Solo queda cantar. Solo queda cantar, y queda Vitalina con quien esperamos Costa vuelva a trabajar. Lo demás permanecerá por siempre en ese ascensor, en esta película.

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Favula – Raúl Perrone (Gala)

Perrone continúa dejándose llevar por el giro que tuvo en P3nd3jo5 y lo profundiza más en Favula, que aparece como un homenaje al más bello cine mudo de los años treinta, un homenaje a Melies, un homenaje a Vigo.

En Favula Perrone nos muestra al cine como es; un conjunto de capas. Capas de imagines, plano-contraplano, paisaje-personaje, imagen-sonido. Con un diseño sonoro también descompuesto, capas y más capas:  el sonido que imita al proyector de 35 mm, la tormenta constante, rayos, lluvia, viento, los gruñidos de un puma, sonido de selva, animales. Incluso los diálogos en un idioma inentendible  que nace de voces distorsionadas. Todo esto enlazado al ritmo de la cumbia, construyendo un espacio sonoro narrativo.

Las capas de Favula bailan entre ellas, primer plano de las personas la selva atrás, luego al revez, los personajes pequeños el fondo principal, una niña luego un puma, y el sonido también se une a este juego, que parece un carnaval de edición. Los escenarios reales como la casa abandonada, maqueteados como la selva con plumas como plameras. Locaciones, proyecciones, maquetas. Perrone deconstruye el cine, y le queda fabuloso. Nada de esto es agotador ni visual ni sonoramente, Perrone logra construir un ritmo narrativo entre todas estas capas de elementos, un ritmo algo hipnotizante donde no queda más que dejarse llevar por el relato.

Perrone en esta fabula se transforma en un demiurgo que juega a hacer cine, con fondos falsos, proyecciones sobre estos, los actores entremedio, diálogos inentendibles subtitulados. Favula parece un truco de magia, un teatro de marionetas, un juego de niños.  La película -y también el festival- cierra con un tremendo cover de “She lost control” (Joy Division) versión cumbia.

Formatos

El festival por supuesto fue mucho más amplio que lo que aquí podemos revisar pero creo no errar al concluir que esta edición hubo mucho dialogo entorno al formato, como y porque y que resultados nos puede dar insistir en el celuloide como lo hace Alexandra Cuesta trabajadora incansable del 16 mm, que estuvo ni más ni menos que acompañada de una retrospectiva de Marie Merken en el mismo formato. O también la búsqueda de rescatar los lenguajes propios de cada formato como lo presenta la filmografía de Mati Diop que paso por el digital en Big in Vietnam y luego el 35 mm en Snow Canon  para terminar filmando Mile Soleils en ambos formatos, un formato para ficción y otro para lo documental de la historia, la historia de una esta pequeña gran película que no hace otra cosa que hablarnos del cine, de esas historia de cine, de lo que queda después del cine. También está Favula que rinde un homenaje desde el digital al cine más artesanal o Jauja que piensa en un formato para el cine digital (bella salida contra la invasión terrorífica del 3D) y nos entrega una película para soñar. Un homenaje a Harun Farocki donde se revisa parte de su filmografía mientras Lucrecia Martel termina su master class preguntándose por las imágenes del horror. Teddy Williams y Campusano haciendo suyos el cine, haciendo cine a su manera.

Y Pedro Costa con Cavalo Dinheiro, que es de esas maravillas por la que valen la pena la mitad de las película mediocres que existen.

Vanja Milena Munjin Paiva