Informe XXII Ficvaldivia (5): Atrapados en Japón (Vivienne Barry, 2015)

La película ganadora del Pudú en la competencia de Cine Chileno del Festival de Cine de Valdivia de este año fue una sorpresa. Muchos esperaban que el mayor premio se lo llevaría la película El ruido de los trenes o El rastreador de estatuas, e incluso la última película de Fernando Lavanderos fue nombrada (Sin norte se terminó llevando el premio especial del jurado, es decir, un segundo lugar). Pero no creo que haya habido una película más honesta en toda la competencia que este primer largometraje (y documental) de una directora que lleva más de veinte años innovando en el área de la animación por stop motion y en otras técnicas en Chile, siendo no sólo una pionera, sino también una de nuestras representantes en el exterior de la diversidad de nuestro cine. Y es la honestidad la cual eleva a esta película por sobre la simple premisa con la que parte.

La película parte con una pequeña animación en stop motion, más como una suerte de tributo al trabajo anterior de Barry, la cual de alguna manera anuncia los elementos más sensibles y cercanos a la vivencia personal de Vivienne respecto a la historia que va a contar: un grupo de geishas se prepara y luego baila en un breve espectáculo de no más de diez segundos. Luego de eso entramos directamente en una lógica documental de la autobiografía, donde el auto-registro solitario o en un contexto de familia resulta genuino pese a que la misma directora admite tener vergüenza respecto a usar su propia imagen, un ejercicio de carácter honesto en el cual no pudo haber otra salida que la de la aparición de la directora en escena, ya que la relación que hay entre ella y la historia que va a contar a continuación está estrictamente vinculada a la muñeca de la geisha que ella veía en los estantes de su niñez y que ahora vuelve a recuperar.

Es entonces cuando descubre textos, diarios y recortes, que junto con la muñeca le cuentan la historia que viene a explicar muchos momentos de su niñez. Su padre, periodista, es parte de un comité de cinco periodistas chilenos que son invitados por el gobierno japonés para visitar y escribir sobre la situación en la que están, todo esto a principios de la década de los años 40. Barry mezcla las fotografías de la época, material de archivo, así como material grabado por la misma directora y su equipo mientras realizan una travesía similar a la que hizo su padre hace ya más de setenta años. Los edificios de Japón, su gente, el patrón de las veredas por donde se camina, los viajes en tren y barco, todo le da a la cinta una sensación de exploración etnográfica, pero que eventualmente se vuelve sensorial y emocional.

Finalmente se trata de una construcción completa a partir de los restos encontrados, y no sólo de esa travesía que claramente se vuelve peligrosa cuando la nación que los invita entra en guerra directa con Estados Unidos tras el ataque de Pearl Harbor. Lo increíble del absurdo que tiene el pensar que cinco periodistas chilenos daban vueltas por el océano pacífico y atlántico, siendo olvidados tanto por el gobierno japonés como el chileno, buscando donde atracar, alejados de las noticias, de sus familias y de todo lo que pudiera darles algún tipo de marco respecto a lo que estaba pasando. De alguna forma subrepticia es una película de terror que surge desde el pasado, y por buena parte de la película logra conjurar ese tipo de tensión que la vuelve un documental atípico pero al mismo tiempo clásico en la historia que cuenta. Finalmente, es valioso para la directora, ya que la acerca más que nunca a un padre que murió muy joven como para contarle todas estas historias, que ahora no sólo podrá contar a su familia, sino que a todo el resto de nosotros.