Informe XXII FIDOCS (3): Retratos de un territorio en conflicto

De los siete largometrajes en competencia seleccionados en la categoría nacional de la reciente edición del Fidocs, resulta interesante analizar las operaciones cinematográficas utilizadas para construir las estructuras narrativas y atmosféricas desplegadas en Los Sueños del Castillo y Las cruces, dos documentales que, si bien abordan distintos conflictos sociales, comparten un genuino interés por aproximarse a sus respectivos temas desde una lectura al territorio como un soporte para el despliegue de las relaciones sociales, prácticas y asimilaciones simbólicas vinculadas a un espacio geográfico compartido: el sur de Chile.

En Los sueños del castillo, René Ballesteros registra los testimonios brindados por los reclusos y funcionarios de un Centro de Internación Provisoria de Régimen Cerrado para jóvenes, emplazado a las afueras de Cholchol, Región de la Araucanía. Utilizando estrategias propias de una modalidad de representación observacional, el tratamiento audiovisual se compone de planos fijos en trípode y, ocasionalmente, de paneos que permiten describir la espacialidad del lugar, un recorrido visual tanto al interior del “castillo” (acertado nombre coloquial asignado al edificio) como hacia el exterior, un característico paisaje sureño, frío, húmedo, boscoso y poblado de ganado.

En palabras del director de fotografía, presente en un conversatorio posterior a la proyección de la película, la generación de las condiciones de rodaje al interior del centro penitenciario requirió de un alambicado ejercicio de construcción de confianzas mutuas, razón por la cual debieron trabajar con equipos ligeros y poco invasivos. La simplicidad con la cual está filmada la película empalma favorablemente con el diario vivir de los jóvenes residentes de aquel purgatorio dantesco, en donde los demonios de un pasado delictual los atormentan incluso en planos subconscientes. El hostil entorno presidiario se proyecta hacia la dimensión onírica, en una suerte de inconsciente colectivo en donde todos los reclusos experimentan sueños de reincidencia. El realizador, quien además es psicólogo de profesión, registra los relatos de estas pesadillas, a veces contadas a la cámara y en penumbras, otras, descritas con perturbadora precisión con voz en off, y en ocasiones, a través de distendidos diálogos entre compañeros de celda. Sin embargo, el documental no sería tan efectivo sin la excelente construcción atmosférica que le otorga un tono de horror a la narrativa, describiendo un entorno rural cuyo pasado y presente está marcado por el arraigo de las comunidades mapuche al territorio en el cual está erigido “el castillo”, lugar en donde, según cuentan los propios personajes del documental, las comunidades solían enterrar a sus seres queridos. Así, entre la niebla y la lluvia, desde el enclaustramiento fortificado por cámaras de seguridad y alambres de púa, hacia el enigmático afuera en donde el diablo se mueve con soltura (según los propios testimonios), la película parece refrendar la idea de que los sueños no son necesariamente sinónimo de libertad.

Doscientos kilómetros al norte de Cholchol se encuentran Laja y San Rosendo, comunas de la Región del Biobío y lugar en donde el 18 de septiembre de 1973 se llevó a cabo la matanza de 19 trabajadores de la empresa forestal CMPC, en lo que a todas luces parece ser una operación política mandatada por el Estado, ejecutada y encubierta por la policía y facilitada por la entidad privada. En Las cruces, Teresa Arredondo y Carlos Vásquez abordan este oscuro episodio de la historia chilena desde una óptica poco convencional dentro del panorama de películas sobre la dictadura de Pinochet, las cuales suelen utilizar modalidades más retóricas y expositivas. En cambio, toman la acertada decisión de dar voz a los mismos habitantes de la zona para que lean en off los documentos contenidos en la carpeta investigativa del caso, mientras en pantalla observamos un territorio profanado por el crimen en largos planos fijos perfectamente compuestos y algunos travellings que marcan recorridos espaciales por el sector, todo esto filmado en formato análogo.

Las_Cruces

Ante todo, Las cruces es una experiencia cinematográfica que pone especial atención al uso material de la imagen. La filmación en 16 milímetros no debe ser entendida como una mera jugada esteticista, sino como un recurso estético que permite, a modo de catarsis fílmica, lograr el objetivo social de poner en presente la memoria de los olvidados por la justicia.

En ambos documentales encontramos operaciones similares, sin embargo, destaca el uso de planos fijos sostenidos por períodos prolongados. Esta herramienta nos posiciona en la dimensión del tiempo habitado (o del espacio cronológico), permitiéndonos atrapar la experiencia audiovisual con la mayor intensidad posible. En ambos casos, los realizadores logran establecer una sincronía entre la fascinante monotonía de las imágenes y el estado de ánimo de la audiencia, compartiendo el horror como factor común. Los sueños del castillo se llevó la mención especial de la competencia, y Las cruces, con firmes méritos, ganó la categoría nacional. Al final de la proyección, la hermana de uno de los 19 asesinados en Laja pidió la palabra para agradecer a los realizadores y a los asistentes. Y para clamar justicia. Creo que ese breve instante de empatía colectiva entre extraños resume la experiencia de lo cinematográfico.